Publicado: octubre 16, 2025, 10:23 am
Profanaba tumbas, confeccionaba trajes con partes de cuerpos de mujeres y elaboraba muebles y utensilios con huesos y órganos humanos. Así era Ed Gein, el hombre cuyo horror real inspiró a películas como ‘Psicosis, ‘El silencio de los corderos’, ‘La matanza de Texas’ o la la nueva serie de Netflix: ‘Monstruo: La historia de Ed Gein’.
Edward Theodore Gein, más conocido como Eddie Gein, nació el 27 de agosto de 1906 en La Crosse, en Wisconsin en el seno de una familia marcada por la estricta y dominante figura de su madre, una fanática religiosa obsesionada con la «maldad» del mundo exterior y la idea de que las mujeres eran pecadoras.
En 1914, los Gein se mudaron a una granja aislada cerca de Plainfield, separada de los vecinos y del resto de la comunidad. El aislamiento y la rigidez de su hogar reforzaron la influencia de su madre sobre Ed, moldeando su carácter retraído y obsesivo.
A lo largo de su juventud, Ed tuvo que enfrentarse a múltiples tragedias familiares: su padre murió en 1940 a los 66 años víctima de una insuficiencia cardíaca, y cuatro años después su hermano Henry falleció en un incendio cerca de la granja. Algunos investigadores han especulado que Ed pudo haber tenido alguna responsabilidad en la muerte de Henry, aunque nunca se comprobó.
La muerte de su madre: el comienzo de sus crímenes
Sin embargo, fue la muerte de su madre en 1945 lo que dejó a Gein completamente solo en la granja familiar. Tras su fallecimiento, tapió el dormitorio de Augusta, transformándolo en un santuario obsesivo, y a partir de entonces sus comportamientos se volvieron cada vez más extraños y perturbadores.
Comenzó a leer sobre caníbales y atrocidades de los nazis, se obsesionó con la anatomía femenina y comenzó a profanar tumbas locales, desenterrando cadáveres para utilizarlos en sus macabras creaciones: trajes hechos con piel humana, muebles construidos con huesos y utensilios elaborados con órganos.
Gein no se limitó a recolectar restos humanos; su obsesión se convirtió en un ritual casi sistemático. Cada objeto que fabricaba, desde sillas hasta cinturones, estaba cuidadosamente elaborado con partes de cadáveres, muchos de ellos mujeres que habían sido enterradas recientemente en los cementerios cercanos.
Su hogar, que desde fuera parecía una granja común, se transformó en un lugar de pesadilla: habitaciones llenas de calaveras, máscaras de piel y todo tipo de utensilios humanos que servían tanto para su fascinación macabra como para sus fantasías de “convertirse” en su madre.
A lo largo de los años, Gein logró mantener su vida secreta gracias al aislamiento de la granja y a la percepción de los vecinos, quienes lo consideraban un hombre extraño pero inofensivo. Sin embargo, las desapariciones de varias mujeres del área comenzaron a despertar sospechas, aunque nadie podía imaginar la magnitud de sus crímenes.
El grotesco descubrimiento de la policía
El caso llegó a su clímax en 1957 con la desaparición de Bernice Worden, dueña de una ferretería local. Cuando la policía irrumpió en la granja de Gein, encontraron un verdadero escenario de horror: cadáveres desenterrados, muebles hechos con huesos humanos, trajes de piel y objetos rituales construidos con órganos. La evidencia dejaba claro que su obsesión no era casual, sino un patrón macabro que había desarrollado durante años de soledad y represión.
La policía concluyó que había estado buscando víctimas que creía que se parecían a su difunta madre, con quien estaba obsesionado y «sentía que tenía el poder de resucitar».
Gein fue arrestado y sometido a evaluaciones psiquiátricas, siendo declarado mentalmente incompetente para enfrentar un juicio inmediatamente. Pasó el resto de su vida en instituciones mentales, donde murió en 1984, a los 77 años por un cáncer de pulmón.