Publicado: octubre 14, 2025, 4:23 pm
España es un caso único en Europa: ha conseguido que el gas y el carbón apenas influya ya en el precio mayorista de la luz —solo el 19% de las horas este año, frente al 75% en 2019, según un informe de Ember. Gracias a eso, el precio medio mayorista español fue un 32% inferior al europeo. Sin embargo, algo no cuadra: el consumidor sigue pagando una factura cara, ¿por qué el recibo no baja?
Vayamos por partes. Desde 2019, España ha añadido más de 40 GW de nueva capacidad solar y eólica, duplicando su potencia renovable. En el primer semestre de este año, el 46% de la electricidad generada fue limpia. Pero el 28 de abril de 2025 llegó el golpe de realidad: el gran apagón. Una concatenación de fallos eléctricos y falta de margen operativo dejó a buena parte del país a oscuras durante horas.
El informe preliminar de ENTSO-E descartó que las renovables fueran la causa directa, pero sí reveló un problema estructural: la red española no estaba preparada para tanta generación intermitente sin suficiente flexibilidad. Desde entonces, Red Eléctrica opera el sistema en “modo reforzado”, activando más ciclos combinados de gas para estabilizar la tensión. Según Ember, esa estrategia ha tenido un coste alto: en mayo, los servicios de red basados en gas representaron el 57% del precio final de la electricidad, frente al 14% habitual antes del apagón.
El problema de fondo. España produce más electricidad limpia que nunca, pero no puede aprovecharla del todo. La falta de red, almacenamiento e interconexiones está dejando miles de megavatios solares y eólicos sin uso. Aunque ahora hay un plan en marcha para reforzar esas conexiones que hacen de cuello de botella, la realidad es que cuando sobra energía limpia y no se puede exportar, se “tira”. El curtailment (energía renovable desperdiciada) se ha triplicado desde el apagón, pasando del 1,8% al 7,2%, según Ember.
Además, el país sigue por detrás en flexibilidad. En cuanto a la inversión en baterías llega tarde: España se coloca en cuarta posición dentro del mercado eléctrico, pero es el decimotercero en baterías, con solo 120 MW instalados. A pesar de tener previsto un total de 16.000 MW planificados para 2030.
La razón de estos problemas es estructural y se puede entender con la inversión que hace en redes de tan solo 30 céntimos por cada euro destinado a renovables, la mitad que la media europea. En otras palabras, tenemos más sol que cables.
El coste del miedo. El problema no es solo técnico, sino económico. Como recordaba el analista Javier Blas, operar en modo reforzado desde abril ha costado mil millones de dólares adicionales a los consumidores. Y eso es solo el principio: la aprobación del nuevo modo re-reforzado podría añadir otros 3.000 millones de euros y abrir la puerta a subidas de tarifas fijas por parte de las comercializadoras, como ha detallado la UNEF en declaraciones a El Español.
El coste de mantener la red “en tensión” se traslada directamente a las facturas, aunque el precio mayorista sea bajo. El propio informe de Ember señala que el precio del mercado mayorista solo cubre aproximadamente la mitad de la factura eléctrica, el llamado “componente energético”. El resto —redes, peajes, impuestos, estabilidad del sistema— no baja aunque la luz se abarate en origen. Por eso, la caída de precios mayoristas no se traduce automáticamente en facturas más bajas.
Otra vez el fantasma del apagón. Seis meses han bastado para que volviese otro temido apagón. Red Eléctrica alertó de “variaciones bruscas de tensión” en el sistema peninsular, tan serias que pidió a la CNMC permiso para modificar de urgencia varios procedimientos de operación. Entre las medidas: más margen de maniobra para actuar antes de que empiece el día operativo y un control más estricto de la tensión reactiva. Un ajuste exprés de la operativa eléctrica del país para contener los altibajos de tensión, tal como mi compañero describió.
La propia REE insistió en que “no hay riesgo inminente de apagón”, pero lo cierto es que nadie está tranquilo. “El operador de la red está operando en modo reforzado desde el 29 de abril, activando las centrales de gas con mayor intensidad y reduciendo la energía solar y eólica”, señalaba Blas. Cada día que pasa en esas condiciones añade costes que acaban repercutiendo en los clientes. El fantasma del apagón sigue ahí: menos visible, pero más caro.
De los parches a la flexibilidad limpia. Tras el apagón se aprobó un paquete de reformas (el Real Decreto-ley 7/2025) con medidas para reforzar la red y fomentar el almacenamiento. Aunque el decreto fue rechazado en el Congreso, muchas de sus disposiciones se están aplicando por otras vías. Entre ellas, destaca la instalación de ocho compensadores síncronos —dispositivos que estabilizan la tensión sin usar combustibles fósiles— y una cartera de 2.600 MW de baterías, de los cuales 340 MW ya tienen permiso.
Desde Ember se ha calculado que los compensadores supondrán una inversión de 750 millones de euros, pero permitirán ahorrar 200 millones al año al reducir el uso de gas para servicios de red. El objetivo es claro: pasar del gas como muleta a la flexibilidad limpia como base del sistema.
La paradoja española. España es el laboratorio energético de Europa: el país donde las renovables han demostrado que pueden reducir el precio mayorista, pero también donde se ve con más claridad lo caro que es sostener esa transición sin redes robustas. Como explica el informa de Ember, alrededor del 50% de la factura eléctrica española corresponde al componente energético, que sí se ha abaratado. El resto son costes del sistema y de ahí aunque no baja el megavatio-hora cueste menos, la factura final apenas baja.
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Un reto mayúsculo. España ha demostrado que puede tener la electricidad más barata de Europa y, al mismo tiempo, una de las facturas más altas.
Porque la transición energética no se mide solo en megavatios ni en paneles solares, sino en cables, estabilidad y confianza. El reto ahora no es producir más energía limpia, sino hacer que llegue —y se pague— de forma justa.
Imagen | Unsplash
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La noticia
La energía limpia ha abaratado el mercado eléctrico. Pero lo que pagamos ya no es la energía: es la estabilidad
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Alba Otero
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