Publicado: noviembre 2, 2025, 8:23 am
El príncipe moreno, de 26 años y oficial de Marina, se sentó en un muro al lado de su novia pelirroja. Hablaron sobre qué les había enamorado al uno del otro y, en un momento determinado, ella casi se cayó para atrás, suerte que él la cogió en sus brazos. Los dos reían como si su amor fuera tan fuerte que se habían olvidado completamente de las cámaras.
Así fue el noviazgo de Andrew Mountbatten Windsor y Sarah Ferguson. Por lo menos, así se quedó en mi memoria de niña de 10 años. La Inteligencia Artificial de Google y yo nos peleamos esta mañana intentando rescatar el vídeo ochentero (Youtube no existía entonces). La IA insiste que estoy confundiendo los hechos y que no estuvieron sentados nunca en un muro charlando sobre su reciente compromiso.
Al final encontré un vídeo de la cadena ITN, donde sí hay un muro pequeño y elementos que podrían encantar al público infantil, él en su uniforme y ella con un vestido marinero y un lacito en el pelo, que valdrían para cualquier comunión. También hablan de forma un tanto infantil para personas de 26 años.
El público británico tiene su memoria colectiva repleta de imágenes sí y está asqueado por el comportamiento de esta pareja. El hijo favorito de la Reina Isabel abusó tres veces de Virginia Giuffre, sabiendo que tenía la edad aproximada de sus hijas, según la biografía de Giuffre publicada este mes, en la que describe cómo los abusos en su infancia la hicieron vulnerable a ser víctima de la red de abusos sexuales de Jeffrey Epstein con la ayuda de Ghislaine Maxwell.
Andrew niega el abuso. En una desastrosa entrevista con la BBC dijo que no tenía recuerdo ninguno de haberla conocido ni de haber posado para una foto con ella, con Maxwell sonriendo atrás. “No recuerdo que esa foto fuera tomada. Soy yo, pero no creo que sea una foto tomada en la forma que se ha sugerido”, dijo a la periodista.
“Las trágicas memorias póstumas (de Giuffre) han revelado la prepotencia y descomposición moral de un hombre pomposo que ha manchado el nombre de la Casa de Windsor”, escribió Judith Woods en una columna de opinión en The Telegraph, ilustrada con la foto en cuestión.
Los adjetivos empleados hasta en la prensa conservadora muestran la indignación de los británicos, que ha llevado al Rey Carlos III al anuncio el jueves de que le quitaría hasta el título de “príncipe” a su hermano menor, un paso que hasta ahora los expertos en protocolo real consideraban como algo imposible de hacer a un hijo de una monarca.
El Rey echará a Andrés también del Royal Lodge, una casa lujosa con 30 habitaciones, donde vive con su ahora exmujer.
En Bradford, en el norte de Inglaterra, el público de un programa de la BBC, Question Time, aplaudió el anuncio. Mirando las caras de algunas personas queda clara la decepción, el asqueo y el cansancio con la caradura de esta pareja, que habían indicado, según varias fuentes, estar dispuestas a marcharse de la casa donde murió la Reina Madre a cambio de otras dos casas.
Los menos monárquicos probablemente tenían poco interés en la vida del más mimado de los hijos de Isabel II y su rara convivencia con Ferguson, de quien se separó después de apenas seis años de matrimonio. No hay un republicanismo muy activo en el Reino Unido, pero si el Rey ha tenido que actuar es porque se enfrenta a la crisis más grande de la institución desde la muerte de Diana: existe un riesgo real para la supervivencia de la institución más emblemática del Reino Unido.
