Publicado: junio 19, 2025, 5:10 am
LONDRES – Pocos dirigentes nacionales tienen una oportunidad de salvar a la sociedad que lideran; menos aún, dos. Charles de Gaulle tuvo un par, primero como líder de la Francia Libre durante la Segunda Guerra Mundial y, después, cuando puso fin a la Guerra de Argelia y creó la Quinta República que hoy conocemos. El año pasado, Mario Draghi tuvo una oportunidad para hacer lo mismo.
El primer momento heroico de Draghi fue en plena crisis del euro en 2012, cuando, como presidente del Banco Central Europeo, declaró que este haría “todo lo necesario” para evitar un colapso financiero. Después, la Comisión Europea le entregó las llaves del futuro de Europa una vez más. En septiembre del año pasado, publicó un importante informe sobre la competitividad europea, cuyo mensaje central se ha vuelto más relevante que nunca.
El Informe Draghi muestra que, desde la crisis financiera global de 2008, el ingreso per cápita de los Estados Unidos creció más que el de Europa, que además se ha quedado rezagada respecto de Estados Unidos (y China) en el plano tecnológico. Puesto que esta divergencia de productividad nace de la subinversión crónica (solo en 2021 las empresas de la Unión Europea gastaron 270,000 millones de euros/305,000 millones de dólares menos en investigación y desarrollo que las estadounidenses), Draghi recomienda para Europa un aumento de inversión del orden de los 750,000 a 800,000 millones de euros al año (entre el 4.4 y el 4.7% del PIB).
Pero invertir por invertir no es suficiente; Europa necesita invertir en misiones económicas. Si el objetivo es crecimiento sostenible, inclusivo e innovador, no basta corregir fallos del mercado: el Estado debe ser formador de mercados. Con un “Estado emprendedor”, el sector público puede maximizar la creación de valor público mediante la adopción de un enfoque orientado a resultados que permita dirigir la inversión hacia objetivos claros. En vez de ser solo prestamista de última instancia, el Estado debe invertir en sectores estratégicos en sus primeras etapas.
Draghi también sostiene que la regulación en Europa es excesiva, y pide, por consiguiente, crear un cargo de nivel vicepresidencial que supervise una “simplificación”. Obviamente, la comunidad empresarial recibió esta recomendación con agrado. Pero aquí también la propuesta es desacertada, ya que la regulación bien diseñada puede estimular la innovación.
En tanto, el Informe Draghi dice poco sobre la creación de las capacidades del sector público necesarias para poner en práctica los cambios que recomienda. Pero la capacidad estatal es un requisito obvio para que Europa logre crecimiento y estabilidad a largo plazo (por no hablar de la gestión de crisis más inmediatas). Las capacidades del sector público dependen de la inversión acumulada del Estado a lo largo del tiempo. Los europeos deben buscar todo lo contrario a lo que Elon Musk y su “Departamento de Eficiencia Gubernamental” están promoviendo en Estados Unidos.
Una parte fundamental del informe se centra en las implicaciones de un nuevo modelo de crecimiento y seguridad de la Unión Europea para el área de las tecnologías digitales, en particular la inteligencia artificial. ¿Cómo puede Europa desarrollar un sector digital alineado con los principios europeos? Son preguntas cada vez más urgentes. Estados Unidos y China ya han reconocido que las tecnologías autónomas serán cruciales para la seguridad económica, política y militar en los años venideros.
La mayor debilidad de Europa es su falta de grandes empresas que compitan con nombres como Alphabet (Google), Amazon y Microsoft. Más del 80% de la infraestructura y de las tecnologías digitales de Europa son importadas, y un 70% de los modelos de IA fundacionales se desarrolla en Estados Unidos. Felizmente, modelos como la iniciativa EuroStack pueden transformar el ecosistema digital europeo y restablecer la soberanía de Europa sobre su infraestructura digital.
China ha conseguido ponerse a la par de Estados Unidos en el área digital con inversiones a gran escala en tecnologías digitales, IA, infraestructura digital y atracción de expertos de todo el mundo. Si Europa quiere cerrar la brecha digital, debe hacer algo parecido. En ese sentido, EuroStack propone una inversión de 300,000 millones de euros a lo largo de la próxima década.
Pero Europa también necesita un “cortafuegos” para evitar que los beneficios del aumento de inversión en infraestructura digital terminen en grandes empresas tecnológicas extranjeras. Las megatecnológicas estadounidenses han podido cosechar datos y beneficios monopólicos en casi todas las economías excepto China, que les impidió el acceso y alentó el crecimiento de megatecnológicas propias (Baidu, Alibaba, Tencent, Huawei). ¿Puede la UE crear un “cortafuegos” para dar acceso preferencial a sus propias empresas? ¿Puede cambiar el statu quo, en el que compañías estadounidenses dominan casi toda la recopilación de datos y su almacenamiento, por otro en el que los datos de los europeos estén en la órbita de empresas europeas?
Europa ya tiene una sólida posición industrial en áreas como las máquinas litográficas que se usan para la fabricación de chips (ASML), la IA (Mistral) y los servicios en la nube (SAP); y cuenta con una sólida base científica a partir de la cual desarrollar nuevas tecnologías e innovaciones. Pero, para no reproducir el feudalismo digital estadounidense, el modelo europeo debe reforzar la defensa de la competencia e impedir la compra extranjera de empresas digitales europeas prometedoras.
Además, los europeos deben imponer la transferencia tecnológica como requisito para las megatecnológicas extranjeras que quieran acceder a los mercados de la UE. Por ejemplo, podría darse a empresas como Google, Facebook (Meta), OpenAI, Microsoft, Apple y Amazon un plazo de uno o dos años para asociarse con una empresa europea, que, en forma gradual, se hará cargo del manejo diario de los servicios, de los datos y del almacenamiento. A cambio, las tecnológicas estadounidenses mantendrán el acceso a uno de los mayores mercados del mundo.
En última instancia, la seguridad y la soberanía europeas dependen de la capacidad de Europa para desarrollar un sector digital propio. Aunque el Informe Draghi ofrece recomendaciones para lograrlo, una estrategia centrada en la desregulación y el aumento de la inversión no está a la altura del desafío.
El 28 de febrero de 2024, Sewell Setzer III, un chico de 14 años de Florida, se suicidó a instancias de un personaje realista de IA generado por Character.AI, una plataforma que, al parecer, también alberga chatbots de IA proanorexia que fomentan los trastornos alimentarios entre los jóvenes. Está claro que se necesitan urgentemente medidas más estrictas para proteger a los niños y jóvenes de la IA.
Por supuesto, incluso en términos estrictamente éticos, la IA tiene un inmenso potencial positivo, desde la promoción de la salud y la dignidad humanas hasta la mejora de la sostenibilidad y la educación entre las poblaciones marginadas. Pero estos beneficios prometidos no son excusa para restarles importancia a los riesgos éticos y los costos en el mundo real, o para negarlos. Toda violación de los derechos humanos debe considerarse éticamente inaceptable. Si un chatbot de IA realista provoca la muerte de un adolescente, el hecho de que la IA pueda desempeñar un papel en el avance de la investigación médica no es una compensación.
La tragedia de Setzer tampoco es un caso aislado. El pasado diciembre, dos familias de Texas presentaron una demanda contra Character.AI y su patrocinador financiero, Google, alegando que los chatbots de la plataforma abusaban sexual y emocionalmente de sus hijos en edad escolar, provocando autolesiones y violencia.
La autora
Mariana Mazzucato, profesora de Economía de la Innovación y el Valor Público en el University College de Londres, es autora de The Big Con: How the Consulting Industry Weakens Our Businesses, Infantilizes Our Governments and Warps Our Economies (Penguin Press, 2023).
El autor
Bengt-Åke Lundvall, profesor emérito de la Escuela de Negocios de la Universidad de Aalborg, es coautor (con Cecilia Rikap) de The Digital Innovation Race: Conceptualizing the Emerging New World Order (Palgrave Macmillan, 2021).
Copyright:
Project
Syndicate,
1995 – 2025