Publicado: mayo 13, 2025, 10:23 pm
«Hasta acá llegué. Que me pichicateen y, cuando me toque morir, me muero. Así de simple». Y así se ha ido José Mujica, el expresidente de Uruguay; el hombre con causa; la persona que cambió la pistola por la palabra para intentar transformar la realidad. Fue guerrillero, político y cultivador de flores, pero sobre todo un ejemplo de coherencia.
Quise cambiar el mundo, pero no cambié un carajo»
El escritor Francis Scott Fitzgerald dejó dicho que «no hay segundos actos en la vida de los americanos». Pero el autor de El gran Gatsby se refería a los habitantes de la América del Norre. En la del Sur («el Sur también existe») parece que sí hay segundos actos y Pepe Mujica (como era conocido) puede dar fe de ello.
La vida del uruguayo tuvo al menos dos actos: el del joven cuyo compromiso político le llevó a unirse a un movimiento guerrillero y el del hombre ya maduro que llegó a presidente de su país para intentar cambiar la realidad y fracasar en el intento. «Quise cambiar el mundo, pero no cambié un carajo», reconocía Mujica en una entrevista que le hizo Contexto el pasado mes de noviembre. A cambio, alcanzó la sabiduría: «De joven quería cambiar al mundo y ahora, la vereda de mi casa».
De joven quería cambiar al mundo y ahora, la vereda de mi casa»
Pero aunque le costara reconocerlo, Mujica estaba medianamente satisfecho de la vida que le tocó vivir. «He tenido una vida feliz. Llena de contratiempos, y de mataduras, y de todo un poco. Pero he vivido con causa«, le confesó al diario La Nación este mes de enero.
En octubre anunciaba su despedida, pero lo hacía con esperanza. «Soy un anciano que está muy cerca de emprender la retirada de donde no se vuelve, pero soy feliz porque están ustedes, porque cuando mis brazos se vayan habrá miles de brazos sustituyendo la lucha y toda mi vida dije que los mejores dirigentes son los que dejan una barra que los supera con ventaja», dijo en un acto de su partido.
De vascos e italianos
José Alberto Mujica Cordano nació en Montevideo el 20 de mayo de 1935. Por línea paterna, José Mujica era descendiente de vascos, que en 1842 llegaron a Uruguay, con origen en la localidad vizcaína de Múgica; por línea materna, su ascendencia es italiana. Su padre murió en 1940, cuando él sólo tenía seis años.
Tras estudiar en la escuela y liceo público de Paso de la Arena, el barrio de Montevideo donde nació, no pudo acabar el bachillerato. En 1956, Mujica comenzó a militar en el Partido Nacional, en el que llegó a ser secretario general de la Juventud. También conocido como Partido Blanco, el Nacional es el partido político en actividad más antiguo de Uruguay. Defiende principios federalistas, además de la libertad económica y un estado descentralizado.
Pero el joven Pepe quería ir más allá de los límites de un partido tradicional demasiado cansado con los poderes establecidos. En 1962, abandonó el Partido Nacional para crear la Unión Popular, junto al Partido Socialista del Uruguay y un pequeño grupo llamado Nuevas Bases.
Tras fracasar en las urnas, en 1964 se integró en el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros. Allí participó en operativos guerrilleros y acabó pasando a la clandestinidad. Durante el gobierno de Jorge Pacheco Areco la violencia fue en aumento. En un tiroteo recibió seis balazos. Durante la dictadura uruguaya fue apresado cuatro veces y, en dos oportunidades, se fugó de la cárcel.
En total, Mujica pasó casi quince años de su vida en prisión. Su último período de detención duró trece años, entre 1972 y 1985. Fue uno de los dirigentes tupamaros que la dictadura cívico-militar tomó como «rehenes», lo que significaba que serían ejecutados en caso de que su organización retomara las actividad armada.
De la pistola la palabra
Pepe recuperó la libertad cuando su país recuperó la democracia. Se benefició de la amnistía concedida en 1985. Años después creó, junto con otros referentes de los tupamaros y otros partidos de izquierda, el Movimiento de Participación Popular (MPP), dentro del Frente Amplio.
El que ama el dinero no debe dedicarse a la política
En las elecciones de 1994 fue elegido diputado por Montevideo. Aunque dijo sentirse «como un florero», su presencia llamó la atención de la gente. En 1999, se publicó el libro ‘Mujica’, de Miguel Ángel Campodónico, en el que se recogía la vida y pensamiento del guerrillero convertido en político. Ese mismo año fue elegido senador.
En las elecciones de 2004, el MPP se consolidó así como la primera fuerza dentro del partido que alcanzó el gobierno. En 2005, Mujica fue ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca, pero en palabras del propio Pepe, «el verdadero ministro iba a ser el subsecretario».
Él se estaba convirtiendo en un animador, catalizador, seductor de la palabra y un generador de opinión. A muchos sectores de la ciudadanía les gustó la franqueza de sus planteamientos, cosa que otros consideraron salidas de tono o falta de profesionalidad. O sea, Mujica resultaba sincero y cercano.
Nos estamos olvidando de que el desarrollo no puede ir contra la felicidad»
Todo pasó en 2009. En mayo, presentó la renuncia al MPP. En un carta declaró que «dejaba de estar obligado a la disciplina del grupo y a sus órganos de dirección». En junio, resultó elegido candidato único a la presidencia por el Frente Amplio. En octubre, en la primera vuelta de las elecciones, Mujica ganó con casi la mitad de los votos. En la segunda vuelta, en noviembre, derrotó a Luis Alberto Lacalle con un porcentaje superior al 52% de los sufragios.
Pepe, presidente de Uruguay
Pepe, el exguerrillero, era presidente de Uruguay. Y hablaba de que la política tenía que servir para hacer feliz a la gente. «Nos estamos olvidando de que el desarrollo no puede ir contra la felicidad. Tiene que estar a favor de la felicidad humana, del amor por la tierra, de las relaciones humanas, del cuidado de los hijos, de tener amigos, de tener lo elemental», aseguró en su discurso de la Cumbre de Río+20 en 2012.
¿Se fue Pepe a vivir a la residencia presidencial de Suárez y Reyes? Pues no. Mujica y su esposa, Lucía Topolansky, se quedaron en su chacra (granja) en la zona de Rincón del Cerro, donde se habían dedicado al cultivo de flores.
Además, donaba la mayor parte de su salario presidencial a causas sociales porque «el que ama el dinero no debe dedicarse a la política». O como le dijo a El País en 2014: «Cuando salí de eso [prisión], me di cuenta de que, para vivir medianamente feliz, no se precisa de tanto cacharro y tanta cosa como nos complicamos la vida. Pero en medio de la sociedad de consumo, no puedo pretender que la gente entienda eso».
No al odio, no a la confrontación. Hay que trabajar por la esperanza»
Durante su mandato, la economía de Uruguay avanzó por buena senda. De hecho, según el Banco Mundial, el país experimentó un crecimiento sostenido desde 2002 hasta 2015. Pero la oposición acusó a Mujica de que todo ello no se tradujo en mejoras significativas en los servicios públicos. En su presidencia se legalizó el aborto hasta las 12 semanas, se aprobó el matrimonio igualitario y se intentó la venta regulada de marihuana.
Amor en lugar de odio
Cuando en 2015 dejó el cargo, Pepe continuó en la chacra. Pasó a ser senador, cargo que ostentó hasta 2020. Ese año renunció y anunció su retirada de la política. Las razones, la pandemia de Covid-19 y su edad. En 2020, Mujica cumplió 85 años. «En política no hay sucesión, hay causas, y los hombres y mujeres pasamos, pero las causas quedan«, dijo en su discurso de despedida como senador.
Había aprendido a perder (perder frente a la realidad), pero también había aprendido a no odiar. Pudo así despedirse, en el acto de octubre pasado, con sobrada alegría de vivir: «No al odio, no a la confrontación. Hay que trabajar por la esperanza». Y añadó: «Tengo que darle gracias a la vida, porque cuando estos brazos se vayan van a haber miles de brazos. Gracias por existir. Hasta siempre».