Publicado: julio 10, 2025, 12:23 pm
El Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha considerado ahora que la atleta sudafricana y bicampeona olímpica Caster Semenya no ha tenido «un juicio justo» en Suiza, después de que los tribunales de ese país avalaran la decisión de la Federación Internacional de Atletismo de obligarla a recibir tratamientos hormonales para poder competir.
El origen del caso reside en una particular característica biológica Semenya (que ganó los juegos olímpicos en 2012 y 2016 y los campeonatos mundiales en 2009, 2011 y 2017 de los 800 metros): una forma de intersexualidad con hiperandrogenismo, una producción de hormonas masculinas superior a la de una mujer típica.
El problema de la asignación de sexo
Lo que coloquialmente entendemos como sexo biológico no es una única característica de un organismo, sino varias diferentes que contribuyen a que sea posible la reproducción con diversificación genética y que incluyen cosas como el genotipo sexual (las características del par 23 de cromosomas) el fenotipo sexual (caracteres sexuales primarios y secundarios) o las estructuras reproductivas internas. También podríamos incluir los niveles de determinadas hormonas, como la testosterona, si bien esta característica es susceptible de verse alterada por múltiples factores.
Este conjunto de rasgos (y que como vemos es diferente a la identidad de género, definida como percepción subjetiva de un individuo sobre sí mismo en lo relativo al género) en la mayoría de los casos dividen a los individuos en dos grandes categorías: masculino y femenino. No obstante, no siempre es así; existen individuos en los que algunos rasgos no están en la concordancia típica (por ejemplo, personas con genotipo XY y gónadas de aspecto femenino). Estos casos constituyen lo que llamamos intersexualidad, y existen instancias muy variadas y diferentes.
Por ejemplo, es una forma de intersexualidad el síndrome de Swyer, en el que un individuo con genotipo XY presenta fenotipo sexual femenino con vulva, vagina, útero y trompas y con gónadas (los órganos encargados de producir células no sexuales) no funcionales. También el de De la Chapelle, en el que el fenotipo sexual es masculino (existen pene y testículos) pero el genotipo es femenino (cromosomas XX); o el de Klinefelter, en el que el genotipo es XXY.
Por qué es difícil dividir por sexo en el deporte
El problema nace en aquellos ámbitos en los que dividimos a los individuos en sólo dos categorías en base al sexo y nos encontramos con alguno de estos casos. Una opción es tomar uno de los rasgos del sexo biológico en sentido amplio y usarlo como único criterio determinante, al margen de que las demás estén en concordancia con lo que esperaríamos típicamente o no. En biología, la cuestión se ha solucionado escogiendo como característica exclusivamente determinante del sexo biológico el tipo de gametos (células sexuales) que produce un organismo.
En otros ámbitos pueden no haberse sentado criterios claros, lo que puede llevar a polémicas como la Semenya. Por ejemplo, no fue hasta 2019 que World Athletics comenzó a exigir a las atletas que no superasen determinada tasa de hormonas masculinas, obligando a personas como la sudafricana a escoger entre someterse a tratamientos para reducirlas con posibles efectos secundarios importantes o renunciar a competir.
Escoger una característica que no esté directamente relacionada con el ámbito en el que nos estemos moviendo también puede llevar a resultados inesperados. En este sentido, en el campo del deporte, dividir las categorías en base al sexo biológico en primer lugar ya nos conduce a problemáticas. Y es que se espera que las mujeres y los hombres tengan rendimientos diferenciados en ciertas actividades físicas (como el atletismo), pero no hay nada en los criterios objetivos que podemos usar para diferenciar el sexo biológico (el tipo de gametos, el genotipo, el fenotipo sexual…) que dicte que esto vaya a suceder así en el 100% de los casos. Si se desea mantener esa división, debe aceptarse que en ocasiones van a aparecer casos fuera de la norma esperada y que tienen la misma legitimidad para competir que los demás.
El error del esencialismo
El fallo está en caer en lo que se llama ‘esencialismo’: en biología, la concepción según la cual los individuos diferimos unos entre otros por características esenciales (como el sexo biológico) anteriores o que determinan la realidad material. Lo contrario es el nominalismo, que postula que lo que existen son los individuos y las poblaciones y que categorías como ‘masculino’ o ‘femenino’ son sólo abstracciones útiles que construimos los seres humanos para estudiar el espectro de características diferentes que observamos en la naturaleza.
Si asumimos por ejemplo que los seres humanos tenemos una característica esencial que es el sexo biológico binario, y que es esa característica la que determina si vamos a tener pene o vulva, cromosomas XX o XY y a ser más o menos altos y fuertes, tarde o temprano vamos a encontrar casos que no cumplan todas nuestras expectativas. Por el contrario, el sexo biológico binario es muy útil si queremos describir científicamente el tipo de gametos que produce un organismo.
Es un debate largo, complejo e interesante. Sigue surgiendo esporádicamente en campos como la ciencia, la política o los deportes (y lo hará hasta que alcancemos consensos informados). Pero, en última instancia, no debemos olvidar que afecta fundamentalmente a personas reales, que muchas veces a causa de esta misma controversia sufren discriminación, estigma o persecución. La discusión sobre lo que es el sexo biológico y la importancia que tiene en diversos ámbitos de nuestra vida social no puede ni debe nunca separarse de la empatía, la comprensión y el respeto a esas personas.
Referencias
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