Publicado: septiembre 6, 2025, 9:13 pm
Llegaba al Tenis Betis tras caer con Ben Shelton en el US Open y en la Copa Sevilla, donde ha demostrado su amplia, variada e interesante panoplia de recursos, redondeó una semana de ensueño, jugando un gran tenis, con un triunfo histórico. No pudo aguantar las lágrimas Ignacio Buse, promesa del tenis peruano de 21 años que ya es una realidad. Conquistó el título de la 62ª Copa Sevilla tras superar en tres sets al argentino Genaro Olivieri (6-3, 3-6, 6-3). Es el segundo tenista de su país que gana el Challenger sevillano tras el triunfo de Luis Horna en 2003. Buse se lleva el trofeo tras vencer a cuatro españoles (Zapata, Llamas, Taberner y Mérida) y a este argentino de 27 años que, con su superlativa capacidad de resistencia, también se ha revelado en un descubrimiento. Curiosamente, y como si de una premonición se tratase, Buse derrotó en las previas del US Open a Kimmer Coppejans, el último extranjero en hacerse con el triunfo en el Tenis Betis. El gen combativo de Olivieri ya salió a relucir en el segundo juego, cuando un más agresivo y preciso Buse se procuró ya dos bolas de rotura que el argentino contrarrestó con cuatro puntos seguidos para retener su saque. La iniciativa era de Buse, soltando cada vez que podía su derecha, mientras su rival se defendía en el fondo de la pista. Ahí se siente a gusto y construye su tenis. Con 2-1 para Buse, daba la sensación de que el limeño no estaba tan sólido como en días precedentes, mas el partido sólo había hecho arrancar. En el cuarto juego desplegó Buse el talento de su muñeca derecha en las cercanías de la red. Firmó dos puntos exquisitos, se fabricó otros tantos de break y quebró para tomar distancia (3-1). El partido se resumía entonces en el ataque del peruano contra la defensa granítica del argentino. El quinto juego, el más largo del primer set, se les atragantó. No hubo bola de rotura, pero Buse tardó mucho en vencer la resistencia de Olivieri para consolidar la rotura y elevar el 4-1. No cambiaba la estrategia el argentino: anclado al fondo, le variaba las alturas para buscar el error de su adversario y se aferró a su servicio, recuperando la solidez, para alargar el set (4-2). Del intercambio, si era largo, rara vez salía perdedor Buse, magistral en las dejadas, qué repertorio el suyo, una suerte que maneja a la perfección y de la que estaba sacando el máximo provecho (5-2). Olivieri resistió con su servicio justo cuando daba un paso adelante en sus intenciones. No sólo estaba afilando su tenis, sino dominando los puntos, con Buse algo más conservador pero certero con una derecha cruzada que zanjó el set (6-3). No era un escenario extraño para Olivieri, que había empezado cediendo el primer set en cada partido de esta Copa Sevilla. En la final, también. Amarró su saque para inaugurar el segundo con ambos tenistas ajustando sus tiros para limpiar las líneas. Olivieri buscaba la derecha invertida y Buse, que estaba perdiendo finura en sus tiros, le respondía machacándole el revés. No había un solo juego rápido. Todos eran competidos, aunque ambos aseguraron sus saques hasta el 3-2 del argentino. Erraba Buse, que perdía algo de fuelle, tacto y confianza. Aunque ataba su servicio, al resto había perdido pegada y el argentino mantenía el control a la espera de pegarle el zarpazo. Tras una contradejada, saltó la alarma: a Buse se le dobló el tobillo izquierdo al paso del séptimo juego, con su saque y 15-30. Ese percance lo distorsionó. Una doble falta a continuación le dio bola de rotura a Olivieri y luego Buse falló en la red un golpeo sencillo para que el de Bragado quebrase. El limeño parecía fuera y el partido se fue irremediablemente a la tercera y definitiva manga. Buse estaba tocado del tobillo y en el descanso entre sets tuvieron que atenderlo un largo rato y vendarle la articulación. Se probó en el primer punto y se marchó al banquillo, tras hablar con el juez de silla, para cortarse el vendaje. No estaba cómodo. La final estaba en el aire. O eso se colegía de los acontecimientos, en plena intriga, pero no. Dos bolas de break salvó Buse para blindar su saque y ahora tocaba verlo al resto. Parecía recuperado porque sus desplazamientos y golpeos eran muy buenos, hasta el punto que rompió a Olivieri y subió el 2-0. Estaba jugando el mejor tenis del partido y puso la directa con un 3-0 por el que quince minutos antes nadie habría apostado. A Olivieri se le vino encima un aluvión encima y, lejos de amilanarse, se puso a la ofensiva, avanzando metros, subiendo a la red y taladrándole el revés de Buse para sacarlo de la pista. Así descontó hasta el 3-1 y hasta el 3-2, cocinando cada punto, hasta recuperar el break. Era una final sin dueño, imprevisible por sus los altibajos y las muchas alternativas, como se demostró con el contrabreak de Buse (4-2), que dinamitó la final. Aceleró el peruano conservando en blanco su servicio y el argentino salvó una bola de partido para agarrase a la pista. Quedaba tralla en el picante epílogo con una pelota que Olivieri que cantó fuera pero que el juez de silla no consideró y otro resbalón de Buse en un golpe en la red que no superó la cinta. Como en su siguiente derecha, otra vez negada por la red. Woody Allen en el Porvenir. La defensa de Olivieri, un titán, ya no aguantó más tras un extenuante último punto y Buse, 22 años después, logró el segundo triunfo para Perú en la historia de la Copa Sevilla.