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Hasta arriba de ketamina

Publicado: junio 8, 2025, 6:23 am

La verdad es que Elon Musk no consigue ser el malvado que todos desearíamos en nuestra amarga vida. Con los malvados de la sociedad es aplicable lo que tantas veces enseña José María Merino sobre la diferencia que hay entre la ficción literaria y la cruda realidad: aquella necesita ser persuasiva, verosímil; esta no, y sus malvados, por tanto, tampoco. La ficción inventa malvados con aspecto de malvados, como Sauron, Cthulhu o Darth Vader, pero en la realidad un malvado se puede permitir cualquier aspecto, hasta el más inofensivo o cómico. La realidad es verosímil por veraz, no por su capacidad persuasiva.

La historia está repleta de malvados cuyo aspecto no cuadraba con ningún arquetipo. Charles Chaplin y Adolf Hitler, por ejemplo, optaron por el mismo bigote cepillo de dientes (así llamado). Su aspecto era intercambiable, pero uno nos hace reír todavía hoy y el otro es epítome del llanto y la destrucción. Chaplin eligió ese adorno capilar para caracterizar a su personaje Charlot en 1914. Hitler, sin embargo, se lo dejó crecer cinco años después, en 1919. Las razones de tal elección son misteriosas, pero el dictador alemán debía de mirarse en el espejo y sentirse favorecido con aquella apariencia cómica, rematada por su flequillo lateral y su uniforme caqui de pantalón corto, a menudo tan subido de talle que casi le rozaba los sobacos.

Los malvados pocas veces se anuncian con su aspecto. Por eso resulta tan difícil atrapar a los peores delincuentes. Cuando De Juana Chaos, el terrible terrorista del Comando Madrid, ponía bombas en la capital, no tenía la cara de malo que luego apareció en la televisión, sino que parecía un estudiante gallego. «Era una persona muy normal», suelen decir los vecinos de cualquier criminal.

Y mucha gente piensa que Elon Musk no tiene nada de malvado, sino que es un benefactor de la humanidad. A mí, desde luego, me inquieta su poder económico y el de otros multimillonarios galácticos; me pregunto cómo influyen en la política y en la sociedad, me pregunto qué límites pueden traspasar que tú no puedes.

En sus entrevistas, Musk asegura que ni todos los filósofos ni todos los científicos del mundo —leyó mucho en su adolescencia— le produjeron tanta fascinación como Douglas Adams con su libro Guía del autoestopista galáctico. Esta novela de ciencia ficción le impulsa hacia el objetivo de colonizar otros planetas para «aumentar la conciencia global». He intentado leer el libro para comprender qué significa eso y no lo he logrado. Me parece un texto abstruso, disparatado y aburrido. Quizás no sea culpa de la novela, sino de mi propia incapacidad, cada vez mayor, para concentrarme en libros que no me seduzcan desde el principio. Siempre tengo demasiado cerca el chess.com o los malditos reels de Instagram.

Pero sí que es llamativo que el célebre multimillonario, profeta del trumpismo más ortodoxo hasta hace media hora, construya su propósito vital a partir de un texto de ciencia ficción. Es tan llamativo como sus gestos, con esos saludos que recuerdan al malvado del bigotito. Muchos los justifican por las peculiaridades propias de quienes están en el espectro del autismo, pero ahora sabemos, gracias al New York Times, que durante la campaña electoral norteamericana el magnate estuvo consumiendo ketamina, éxtasis y setas alucinógenas. Así que tanto sus ademanes extravagantes como su aparente autismo podrían proceder de la mera sublimación química. Elon Musk habla raro, se mueve raro y tiene ideas raras, pero su consumo de estupefacientes lo hace más divertido que tantos puritanos del dinero que conforman el equipo de Trump. Es nuestro gurú más marciano. Me pregunto si con la ketamina habrá logrado ya pisar Marte en sus sueños disociativos. Y si ese tuit en el que acusa a Trump de formar parte de la lista Epstein lo ha redactado tras consumir setas o, como me temo, es la mera demostración de que estos hombres tan narcisistas y ególatras no solo no se casan con nadie, sino que son rencorosos y poco fiables. Próximo y temible desencuentro: Trump con Putin.

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