Publicado: octubre 31, 2025, 11:23 am
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La nube guarda más que datos, también resguarda recuerdos. Cada foto, mensaje o video subido a una red social se almacena en gigantescos centros de datos que operan día y noche. Y aunque la muerte detiene las publicaciones, no borra los archivos. De hecho, hacia 2030, plataformas como Facebook enfrentarán un nuevo tipo de costo al tener que mantener vivas estas cuentas. De acuerdo con un estudio del Oxford Internet Institute, esta plataforma de Meta podría acumular hasta 1,400 millones de perfiles de personas fallecidas para 2100, y si la red mantiene un crecimiento de años anteriores, el número podría elevarse a casi 5,000 millones.
Cómo manejan las tecnológicas las cuentas de las personas fallecidas
Para 2030, las proyecciones más conservadoras apuntan a entre 200 y 300 millones de cuentas de usuarios fallecidos. La mayoría permanecerán “conmemoradas”, es decir, visibles con sus fotografías, publicaciones y mensajes intactos, pero sin nueva actividad. Meta permite a los familiares elegir entre eliminar la cuenta o conmemorarla, pero el proceso depende de una solicitud específica. Si nadie la realiza, ocupa espacio digital y energía física. Mantener la información de 300 millones de personas fallecidas no es gratuito. Aunque Meta opera su propia infraestructura y no paga servicios externos como Amazon Web Services o Google Cloud, los costos por gigabyte de almacenamiento, electricidad y enfriamiento son inevitables. Con un cálculo conservador de 2 a 3 GB por usuario fallecido, el volumen total rondaría entre 400 y 900 petabytes. Con base en precios industriales de almacenamiento masivo (entre 0.005 y 0.01 dólares por GB al mes), Meta podría destinar entre 24 y 108 millones de dólares anuales solo para conservar esos datos en servidores activos. “Uno de los precios ocultos de las empresas es el almacenamiento de datos que alojan pero no procesan o usan”, señaló Karine Brunet, CEO de Servicios de Infraestructura en la nube de Capgemini. Si se suman los gastos en energía, mantenimiento, redundancia y depreciación del hardware, el monto podría alcanzar los 150 a 300 millones de dólares anuales hacia 2030, según estimaciones basadas en precios de mercado y consumo energético promedio hechos por Expansión. El costo financiero se acompaña de un impacto ambiental. Los centros de datos consumieron alrededor de 415 TWh de electricidad en 2024, el equivalente al 1.5% de la demanda mundial, según la Agencia Internacional de Energía (IEA). Para 2030, esa cifra podría duplicarse hasta 830 TWh, impulsada por la IA y el crecimiento exponencial del almacenamiento digital. Una fracción de esa demanda corresponde al llamado data at rest: información que no se usa activamente, pero que se mantiene accesible. Entre esos archivos, millones pertenecen a personas fallecidas. Además, el enfriamiento de servidores implica un gasto de agua cada vez más relevante. En 2023, los centros de datos de Estados Unidos usaron 17,000 millones de galones de agua directamente para refrigeración, y más de 200,000 millones de galones adicionales de forma indirecta a través de la generación eléctrica. Mantener datos de personas fallecidas significa, literalmente, seguir consumiendo agua. No todas las plataformas manejan la muerte digital igual. Google ofrece un sistema automatizado que elimina o delega cuentas inactivas tras dos años, y Apple permite que un contacto de legado gestione los datos tras el fallecimiento. Meta, en cambio, deja la decisión a los familiares, y si nadie interviene, el contenido permanece. En países como Francia, la ley ya permite dejar instrucciones explícitas sobre qué hacer con los datos personales después de la muerte, pero en México el tema no tiene regulación específica. Hacia 2070, según el Oxford Internet Institute, habrá más perfiles muertos que vivos en Facebook. Carl Öhman, autor del estudio resumió que “nuestros restos digitales también necesitan espacio, energía y mantenimiento”.
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