Frágil optimismo tras la 'Cena de paz' en Berlín - Estados Unidos (ES)
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Frágil optimismo tras la 'Cena de paz' en Berlín

Publicado: diciembre 16, 2025, 5:23 pm

Las negociaciones internacionales para la paz en Ucrania mantienen su frenesí. El plan de paz de 28 puntos de Trump, que ha sido reducido a 20, sigue siendo la base de discusión. El último encuentro se ha desarrollado en Berlín entre la delegación norteamericana ( Witkoff-Kushner ) y la ucraniana en la que participó parcialmente el propio Zelenski. Los dos días de negociaciones fueron rematados , en la noche del 15, en la Cancillería alemana, por una ‘Cena de paz’. Banquete al que asistieron Zelenski, la troika europea (Merz, Macron y Starmer), representantes de otros países europeos, Von der Leyen, Costa y los enviados especiales de Trump, Witkoff y Kushner. Incluso Trump , por videoconferencia, se hizo presente en el banquete. De tal evento berlinés podrían obtenerse tres rápidas conclusiones. La primera es el aparente avance hacia el perseguido alto el fuego. La segunda es que Europa ha logrado salir en la foto de las negociaciones, aunque sea en el papel de ‘pagafantas’. Y la tercera es que España, que hasta hace poco desempeñaba un papel internacional relevante, al estar inmersa en los infiernos nacionales acarreados por Sánchez , ya ni aparece ni se la espera. Pero el caso no está cerrado. Ahora hay que esperar la respuesta rusa al resultado de esas negociaciones a tres (EE.UU., Ucrania y la UE). De aquellos 20 puntos, cuatro aparecen como medulares. El primero es el de las garantías de seguridad. Estas configurarían la salvaguardia de que las armas callarán definitivamente tras un alto el fuego definitivo. Presentan dos problemas sucesivos. Uno, que tales garantías tendrían que enganchar íntima e indefectiblemente a los EE.UU., que son el único país capaz de asegurarlas permanentemente. Y dos, cómo configurar tal patrocinio sin que supusiera, en la óptica de Moscú, una amenaza para la seguridad de Rusia. El segundo asunto es la cuestión territorial o, en otras palabras, cómo quedarían definidas las nuevas fronteras entre Rusia y la nueva Ucrania. Es difícil que Putin renuncie a un solo centímetro cuadrado del territorio ucraniano que domina actualmente. Llámese Crimea o los ‘oblast’ de Lugansk, Donetsk, Zaporiyia y Jersón. Por su parte tampoco Zelenski podrá asumir ‘de iure’ esa mutilación de su país, que podría costarle su propia cabeza. El tercer asunto que resolver es el encaje de la nueva Ucrania en el seno de la OTAN y la UE. La entrada en la primera chocaría frontalmente, en la óptica de Moscú, contra la seguridad de Rusia. A este respecto, Zelenski ha manifestado en Berlín que estaría dispuesto a abandonar su interés por la entrada de Ucrania en la OTAN, a cambio de otras garantías de seguridad bilaterales (¿de EE.UU.?). Entrada muy etérea ya que tal admisión en la Alianza, en su caso, exigiría la previa invitación de todos los aliados. Algo que no está garantizado alcanzar. Por tanto, la adhesión de Ucrania a la OTAN, que Rusia nunca aceptaría, queda fuera de cuestión. Pero la incorporación a la UE presentaría probablemente menor rechazo ruso. Además, seguramente sería aplaudida hasta con las orejas por Trump, porque significaría para muchos socios comunitarios no solo recibir un consistente rival en el sector primario, sino también cargar a la Unión con gran parte del peso de la recuperación económica y la reconstrucción de un país desolado. Y el cuarto asunto que resolver se refiere al volumen de las Fuerzas Armadas de la nueva Ucrania, que se pretende llegue a 800.000 efectivos. Dejando aparte la rotunda negativa rusa a tal pretensión –que no es poco aparcar–, y teniendo en cuenta que, por ejemplo, el total de las FAS españolas ronda los 125.000 efectivos, aquella cifra parece escandalosamente alta. La pregunta inmediata es: ¿quién y cómo financiaría indefinidamente unas FAS ucranianas de 800.000 efectivos? En fin, la inviolabilidad de las fronteras en Europa (Acta Final de Helsinki, 1975) es un principio que se quebrantó en Crimea en 2014. Once años después y tras casi cuatro años de guerra en Ucrania hacen difícilmente reintegrable aquel dogma helsinguino. Las realidades del campo de batalla inducen a optar bien por congelar el conflicto con ciertas garantías de seguridad, o bien por contemplar cómo Ucrania sigue territorialmente reduciéndose, económicamente devastándose, sus ciudades escombrándose y su población desvaneciéndose.

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