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El primer ministro de Francia se defiende ante una comisión para explicar qué sabía sobre la violencia en una escuela católica

Publicado: mayo 14, 2025, 6:23 pm

La estabilidad política de Francia ha quedado hipotecada al puesto de François Bayrou, jefe de gobierno , su esposa y su hija mayor, en el mayor escándalo de violencias sexuales y pedofilia en la historia de Francia , tras las denuncias de 200 víctimas contra el instituto Notre-Dame de Bétharram, en una diminuta localidad de 800 habitantes, muy cerca de Pau (79.000 habitantes), feudo político del primer ministro. Tres meses cortos después del estallido del escándalo, Bayrou fue interrogado la tarde del miércoles, durante más de una hora, en la Asamblea Nacional (AN, primera cámara del Parlamento nacional), por una comisión de diputados formada para «investigar las violencias sicológicas, físicas y sexuales cometidas durante cincuenta años en el establecimiento católico de Bétharram«. Bayrou lleva semanas afirmando desconocer las agresiones, violencias y violaciones cometidas por varios sacerdotes y alguna monja. Pero la publicación de un libro de su hija mayor, Hélène Perlant, contando con detalles escalofriantes como fue «violentada» por un sacerdote que pesaba más de cien kilos , dio un vuelco espectacular al escándalo Bétharram. ¿Podía el actual jefe de gobierno ignorar las violencias sexuales sufridas en el instituto donde su esposa enseñaba el catecismo? Hélene, madre de dos hijos, profesora en Burdeos, afirma que sus padres no podían ignorar las violencias que se sucedían en la escuela de sus hijos. Sin disculparlo completamente, la hija habla de un «silencio colectivo» contra «una secta que se comportaba con la violencia del Marques de Sade en su obra más atroz, »La 120 jornadas de Sodoma y Gomorra«. Convocado por la Asamblea Nacional para dar una «explicación, Bayrou fue interrogado muy largamente por los diputados de la comisión investigadora, presidida por Paul Vannier (extrema izquierda) y Violette Spillebout (centrista). En su primera intervención, Bayrou comenzó con una defensa muy política de su caso personal: «Para algunos, se trata de hundir al gobierno, utilizando las armas de un escándalo». Los miembros de la comisión comenzaron su interrogatorios, de varias horas, basando sus preguntas en las declaraciones, bajo juramente, de 140 testigos que han denunciando todo tipo de comportamientos inquietantes: violencia físicas y sexuales, castigos físicos prohibidos por la Ley, silencio ante las denuncias de los padres… Bayrou, por su parte, respondió la tarde del miércoles insistiendo siempre en su inocencia y desconocimiento personal del comportamiento «perverso», según su propia hija, de varios directores y profesores, eclesiásticos, contra varios centenares de alumnos. Impasibles, los miembros de la comisión, no contestan ni denuncian las respuesta, limitándose a continuar su exposición implacable del comportamiento de Bayrou cuando fue ministro de Educación, alcalde de Pau, diputado regional, durante los años 90 del siglo pasado. Ante dos casos particularmente graves, un niño que se quedó sordo de una paliza , y otro niño que sufrió trastornos graves tras ser castigados, desnudo, en un momento pelado, una noche fría, Bayrou se «refugió» en el «clima» y los «comportamientos de otra época». A su modo de ver, esos comportamientos eran «muy comunes» en la Francia de los años 90 del siglo pasado. Varios miembros de la comisión le recordaron que ese tipo de comportamientos eran ilegales, estaban prohibidos y castigados por la Ley. Ante esas puntualizaciones, Bayrou volvió a refugiarse en su desconocimiento presumido de tales violencias. El primer ministro se negó a responder a una pregunta simple y brutal: «¿Le parece moral el comportamiento colectivo que estamos descubriendo?». Los trabajos de la comisión no son un tribunal de justicia: no habrá sentencia jurídica inmediata en contra o a favor del primer ministro de Francia. Por el contrario, las primeras horas de su interrogatorio, en la Asamblea Nacional, han dejado al descubierto un paisaje político y moral muy negro. Queda por «discutirse» en público, el puesto de toda la familia Bayrou en el escándalo. Su hija mayor no ha dudado en denunciar «un ambiente de castigo» . Si, tras los trabajos de la comisión, Bayrou fuese considerado culpable de presuntos delitos de mentira o omisión de informaciones, podría ser condenado a cinco años de cárcel y 75.000 euros de multa . Muy hábil, el primer ministro se refugia siempre en su desconocimiento de la tragedia, complicando una lejana sentencia jurídica, mucho más tarde. Los estragos familiares del escándalo pueden ser muy graves para la familia del primer ministro francés.

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