Publicado: noviembre 16, 2025, 2:52 am
En China, el negocio de la basura tecnológica se ha convertido en una mina de oro. Donde otros ven un cajón lleno de móviles rotos o tablets olvidadas, empresas como ATRenew ven materia prima para un ciclo económico completamente nuevo: el de la economía circular tecnológica. Su historia resume un cambio profundo –cultural, empresarial y ambiental– que también interpela a Europa y, muy en particular, a España. ATRenew nació en Shanghái en 2011 bajo un nombre que lo decía todo: AiHuiShou, algo así como «Amar el reciclaje». Su fundador, Chen Xuefeng, trabajaba en la plataforma de comercio electrónico Dangdang y se dio cuenta de que, a medida que crecía la clase media china, también lo hacía el monte de teléfonos usados que nadie sabía cómo reciclar. No era solo una cuestión ambiental: había un valor económico dormido en esos aparatos. El planteamiento era ingenioso. La empresa creó un sistema de recogida, tasación y reacondicionamiento de dispositivos electrónicos –especialmente móviles– que podían volver al mercado a un precio menor o, si estaban demasiado dañados, desmontarse para recuperar componentes valiosos. En un país donde se venden más de 300 millones de smartphones al año, la escala lo hacía irresistible. En menos de una década, ATRenew pasó de ser una modesta iniciativa de reciclaje urbano a convertirse en un ecosistema tecnológico integrado. Compró a JD.com –el gigante chino del e-commerce– su plataforma Paipai y firmó un acuerdo con Apple para gestionar el programa de intercambio de iPhones en China. Hoy cotiza en la Bolsa de Nueva York y factura más de 4.800 millones de yuanes al trimestre, creciendo a doble dígito. La clave de su éxito está en la automatización. Sus centros de reciclaje en Dongguan y otras ciudades funcionan como fábricas de reacondicionamiento robotizado: cámaras que inspeccionan pantallas, brazos mecánicos que desmontan carcasas, algoritmos que clasifican piezas reutilizables. Todo el proceso genera datos que alimentan el siguiente ciclo de producción. En cierto modo, ATRenew ha convertido el reciclaje en una ciencia de precisión. Lo paradójico es que, mientras en Europa nos quejamos de que China monopoliza las tierras raras y domina la cadena de suministros, aquí hemos renunciado con gusto a casi todo lo que implique minería. La minería nos resulta sucia, riesgosa; una actividad que creíamos superada. Queremos baterías, pero no minas. Queremos energía limpia, pero no canteras ni pozos. China, en cambio, asumió el trabajo que nosotros no queremos hacer y ahora controla los materiales del futuro. El reciclaje tecnológico es, en el fondo, una nueva forma de minería: una extracción urbana que recupera litio, cobre, oro o paladio de los residuos electrónicos. ATRenew no cava en la tierra, sino en nuestros cajones. Y al hacerlo, ha industrializado algo que en Occidente seguimos viendo como un gesto doméstico o moral, no como un negocio estratégico. Algo parecido ha ocurrido con la cultura de la reparación. Durante generaciones, los países europeos formaron técnicos que eran auténticos orfebres: relojeros, electricistas, mecánicos, reparadores de radios y televisores. Hoy todo se ha vuelto de usar y tirar. Los talleres se vaciaron y las piezas dejaron de fabricarse. Lo lógico habría sido que quienes reparaban se reconvirtieran en recicladores, pero al perder el respeto por lo viejo, también hemos perdido la destreza para darle una segunda vida a las cosas. Ese cambio cultural tiene consecuencias económicas. China ha hecho de la reparación y el reacondicionamiento un sector de alta productividad, mientras Europa intenta revivirlo a golpe de directiva. Donde nosotros vemos obsolescencia, ellos ven un ciclo de valor. El resultado es que, de nuevo, el margen del negocio se queda en Asia. El negocio global del reciclaje tecnológico se organiza en tres grandes modelos. El modelo industrial, representado por ATRenew: control total del proceso, desde la recogida hasta la venta, con plantas automatizadas y alianzas con fabricantes. El modelo de marketplace, como la francesa Back Market o la austriaca refurbed, que conectan reacondicionadores con consumidores mediante estándares de calidad. Y el modelo de capilaridad, como el de ecoATM en EE.UU., con miles de kioscos donde cualquiera puede depositar su móvil y recibir dinero al instante. Cada uno refleja un contexto cultural distinto. En China, la escala industrial domina; en Europa, la regulación; en EE.UU., la conveniencia. España podría aprovechar elementos de los tres si logra integrar su red de tiendas, operadores y distribuidores. En nuestro país, la referencia más cercana es Back Market, que ya ofrece servicios de reparación y prevé mover más de 3.000 millones de euros en 2025. Otras, como la finlandesa Swappie, prosperan gracias a consumidores que ven el reacondicionado como una decisión inteligente. Operadores como Telefónica han entrado en este campo junto a la estadounidense Assurant, pero el ecosistema sigue fragmentado, más cerca del comercio de ocasión que de una industria integrada. España tiene el talento técnico, la logística y el mercado. Lo que falta es la mentalidad: el respeto por lo viejo, la conciencia de que reciclar no es una penitencia ecológica, sino una oportunidad. Si ATRenew demuestra algo, es que el futuro pertenece a quienes saben extraer valor de lo descartado.
