Publicado: septiembre 8, 2025, 8:23 pm
El helado es un alimento muy presente en la dieta en España, que suele extender su consumo mayoritario en verano al resto del año en muchos casos, y que aporta una serie de beneficios a la salud siempre que se sepa elegir bien, y no se abuse de él. Altamente calóricos, estos postres fríos aportan una agradable textura, son de fácil deglución, y si están bien hechos, sin aditivos ni conservantes, su valor nutricional es interesante.
Además, el consumo de helados tiene un componente emocional capaz de activar recuerdos, mejorar el estado de ánimo y hacernos sentir un poco más felices. Por eso, y por algunas cuestiones más (como que alivian los efectos secundarios de los tratamientos oncológicos), los expertos en la lucha contra el cáncer recomiendan a los pacientes (en la mayoría de los casos, aunque no en todos) convertir los helados en sus aliados.
Relación entre los helados y los estímulos cerebrales
Antes de hablar de los beneficios físicos del helado, y el alivio de los daños colaterales del tratamiento en los enfermos de cáncer, es importante conocer cuál es la relación más emocional de este dulce frío con el cerebro. Los expertos en neurogastronomía llevan tiempo estudiando cómo el placer de comer va más allá del gusto.
El olfato tiene una conexión directa con el sistema límbico, la parte del cerebro que gestiona las emociones y la memoria. Por eso, al oler un helado de vainilla o probar uno con sabor a tarta de queso, a muchas personas les llegan recuerdos de infancia, de tardes infinitas en la playa o de esas siestas en la casa del pueblo.
Pero en realidad, el secreto del helado está en su química, puesto que contiene triptófano, un aminoácido presente en los productos lácteos que contribuye a la producción de serotonina, conocida como ‘la hormona de la felicidad’. Además, su dulzor activa la liberación de endorfinas, neurotransmisores responsables de la sensación de placer.
Helados para recuperar la energía perdida y estimular el apetito
Una vez queda claro el componente emocional de consumir helados (siempre con moderación, puesto que aportan muchas calorías y grasas), los expertos en la lucha contra el cáncer consideran este alimento como un verdadero aliado que apoya el tratamiento. ¿Y cómo lo hace?
En primer lugar, y teniendo en cuenta que la pérdida de apetito, las alteraciones en el gusto, las náuseas, el cansancio crónico y la mucositis son algunos de los efectos secundarios del tratamiento oncológico, este dulce frío puede ayudar a la ingesta, gracias a su textura suave y fácil de deglucir. Los profesionales de la Clínica Universidad de Navarra lo recomiendan para estimular el apetito perdido en estos casos.
Otra gran consecuencia del tratamiento oncológico es la pérdida de peso involuntaria, así como problemas para mantener el músculo en forma. En estos casos, el helado puede aportar la energía perdida con unos simples bocados, pudiendo elegir variedades específicas enriquecidas con proteínas, frutas o frutos secos, para un aporte nutricional completo.
Consecuencias de la quimioterapia, que este dulce frío ayuda a paliar
Otro gran problema secundario de los tratamientos con quimioterapia o radioterapia es la denominada xerostomía o sequedad bucal, circunstancia que puede dificultar la masticación, así como ocasionar problemas al tragar. El helado, suave y frío, podría aliviar puntualmente la sensación de sequedad, al tiempo que estimula la salivación y ‘abre paso’ a la ingesta de otros alimentos.
Para la inflamación de la mucosa bucal, también frecuente en estos pacientes, el hecho de que el helado esté muy frío puede ayudar a calmar el dolor y esa inflamación disminuye. Eso sí, los expertos insisten en que la temperatura del helado no sea excesivamente fría, para evitar dolores de cabeza o un corte de digestión.
Como precaución general, en personas con neutropenia (disminución de los glóbulos blancos que reduce las defensas), algunos expertos desaconsejan alimentos no pasteurizados o con posibilidad de riesgos microbiológicos. En ese caso, se recomienda elegir helados industriales seguros desde el punto de vista sanitario, evitando los artesanales que no cuentan con todas las garantías de conservación.