Publicado: abril 28, 2025, 8:32 pm
Los españoles recordarán el 28 de abril de 2025 como el día en el que muchos de ellos se acostaron a oscuras y sin saber por qué vivieron un día entero sin luz después de una jornada caótica en la que estuvieron atrapados en los trenes , embotellados en interminables cortes de tráfico , pendientes de las operaciones en los hospitales y de la actividad en los colegios , o directamente provisionando sus despensas ante la incertidumbre sobre lo que podía pasar si la luz no volvía. La falta de información sobre el gran apagón ha dejado este lunes desconcertada a toda la población que solo recibió dos mensajes: el del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez , llamando a la calma y a evitar los bulos; y el de Red Eléctrica advirtiendo de las horas críticas que iban a vivir hasta reponer todo el servicio. Ni el Ejecutivo ni la empresa encargada de gestionar el suministros señalaron la causa de este problema que ha puesto en jaque a todo el país y cuyas consecuencias aún están por ver. Pocos ciudadanos podían imaginar que cuando a las 12.32 horas de este martes se fue la luz en su trabajo o en su casa se estaban enfrentando a la mayor interrupción eléctrica nacional que se ha vivido en la historia moderna. Lo que debería haber sido una vuelta a la normalidad en pocos segundos -como un corte más- comenzó a convertirse en un problema nacional a medida que los mensajes se fueron propagando por los móviles que aún tenían cobertura o a través de las redes sociales. Ni Madrid, ni Sevilla, ni Barcelona… ni ningún pueblo. La España peninsular se fundió a negro a excepción de Canarias, Baleares, Ceuta y Melilla , con sistemas autónomos. El problema se extendió a Portugal . E incluso al sur de Francia por unos minutos. Los primeros que notaron el impacto del apagón fueron quienes estaban moviéndose en algún medio de transporte público : los usuarios de trenes y metro se vieron atrapados, de repente, en los túneles sin saber a qué achacarlo. Los que peor lo pasaron fueron los más de 30.000 viajeros que a última hora de la tarde seguían varados en sus trenes mientras Renfe intentaba rescatarlos para llevarlos a las estaciones. De hecho, Adif decidió mantener abiertas esas instalaciones durante toda la noche para acoger a quienes este martes tuvieran que coger otro tren, si la red eléctrica lo permite. Los aeropuertos salvaron el caos al mantenerse activos sus sistemas, aunque los vuelos no se libraron de retrasos y miedo entre los viajeros por la situación en tierra. En pocos minutos, el caos se fue apoderando de todas las calles: el apagón de semáforos y carteles de información colapsó buena parte del centro de las grandes ciudades y obligó a la Dirección General de Tráfico (DGT) a aconsejar no usar el coche si no era necesario. Fue la primera recomendación oficial que recibieron los españoles cuando había transcurrido más de una hora sin luz. Tuvieron que transcurrir dos horas después de que la luz se viniera abajo, a las 14.30 horas , para que Red Eléctrica informara a toda la población de lo que estaba ocurriendo con un explicación tan técnica como indescifrable para la mayoría de la población: «Se ha producido una oscilación muy fuerte en los flujos de potencia de las redes, se ha producido una desconexión del resto del sistema eléctrico del sistema europeo, y esta desconexión ha conllevado un colapso». No hubo más indicaciones sobre lo que ya se preguntaba media España: «¿Qué ha ocurrido para llegar a esta situación?». Siete horas después, a las 21.30 horas , la firma volvió a dar explicaciones – «un gran desequilibrio entre generación y demanda» , indicaban- sin aclarar el motivo del problema. La corporación se limitó a anticipar lo que después comprobarían los ciudadanos en la tarde y la noche: la situación era crítica y tardarían «ocho o diez horas, si todo va bien» para recuperar el 100% del suministro. Muchos españoles ya se veían con las velas encendidas. La luz llegó primero a zonas del norte y del sur, pero tardaba demasiado en regresar al resto de territorios. A cierre de esta edición, solo un tercio de todo el consumo lo había recuperado. Cada minuto que pasaba sin más explicaciones oficiales era un llamamiento al desorden -aunque no hubo que lamentar altercados de seguridad- con una parte de los ciudadanos lanzándose a las tiendas a adquirir productos de primera necesidad «por si acaso». Como en pandemia. Nadie les informaba de cuánto podía durar esa situación y los centros comerciales y tiendas, abiertos gracias a sus grupos generadores autónomos, seguían despachando y cobrando con tarjeta. Porque el sistema de pagos de los bancos tampoco falló y permitió hacer transacciones comerciales para quien no tuviera efectivo entre sus manos, ya que los cajeros también cerraron. Mientras unos padres compraban otros se dirigían a los colegios a recoger a sus hijos, ante el llamamientos de varias comunidades, como Andalucía a suspender la actividad lectiva: no había luz en las aulas, pero tampoco comedor escolar, donde, los que pudieron, sirvieron fríos los menús infantiles. Al final, cada región gestionó sus sistemas como pudo . Así ocurrió en los hospitales, uno de los puntos más críticos ante este tipo de situaciones. Los grupos electrógenos propios de cada centro sanitario permitieron que la actividad no se viera gravemente afectada sobre todo en las urgencias e intervenciones quirúrjicas que se estaban realizando justo antes del mediodía. Aunque buena parte de las operaciones previstas están siendo reprogramadas a medida que volvía la luz general. Ante esta situación, los presidentes de la Comunidad de Madrid, Andalucía y Extremadura pidieron al Gobierno la declaración de «nivel 3 de protección civil», un estado legal que habilita al Ejecutivo a tomar el control y la gestión de los medios autonómicos. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, accedió a este petición y anticipó que harían «lo propio con otras que lo quisieran». Lo hizo casi seis horas después de que todo el país se encontrara sin luz. Fue a las 17.35 horas compareció en el Palacio de la Moncloa para pedir «calma». Pero su intervención no despejó las dudas de la población. De hecho, llegó a señalar a un problema «europeo» . Solo manifestó que el Ejecutivo «no descarta ninguna hipótesis, aunque admitiendo que «no tenemos ninguna información concluyente». Lo que sí hizo el presidente del Gobierno fue rogar a los ciudadanos que se informasen por canales oficiales, para evitar «bulos que polarizan y causan desasosiego» y efectuaba algunas recomendaciones de carácter práctico. Entre ellas la de hacer «un uso responsable del móvil», con llamadas breves y sólo las necesarias, particularmente en el caso del 112 de emergencias, o la de reducir al mínimo los desplazamientos. El presidente admitió que España se enfrentaba a «horas críticas». Sánchez estuvo en contacto con el Rey y con los grupos parlamentarios, así como con los socios de la Unión Europea y los de la OTAN , según informó en su comparecencia pública. Además, reconoció que «somos conscientes del tremendo impacto y la grave trascendencia de lo ocurrido», especialmente, ha detallado, por las «pérdidas económicas» y la «angustia» de los hogares. La situación fue de tal gravedad que el Ejecutivo declaró la llamada «crisis de electricidad» tras la interrupción de suministro eléctrico. Con este paso, se informó de la situación a la Comisión Europea. Estas actuaciones forman parte del plan antiapagones que el Ministerio para la Transición Ecológica había preparado hace meses por si España, alguna vez, se quedaba en negro. Además, Sánchez reunió por dos ocasiones al Consejo de Seguridad Nacional, el máximo órgano del Estado en materia de emergencias, junto al Jefe del Estado Mayor de la Defensa o la presidenta del CNI. Varias partes del territorio fueron recuperando la luz a cuentagotas. Para entonces, los ciudadanos ya se habían percatado de la gravedad del problema y solo esperaban el momento de recibir algún mensaje con un ‘¡Aquí ha vuelto ya!’ que les sirviera como punto de esperanza en una noche en la que buena parte de España durmió más a oscuras que nunca y sin saber por qué.