Publicado: septiembre 1, 2025, 10:23 am
Durante generaciones, el mensaje ha sido el mismo: el dolor menstrual es algo normal, una «cosa de chicas» que hay que aguantar. Pero la realidad es que un dolor de gran calado nunca es algo que se debería haber normalizado. Ahora, un estudio longitudinal publicado en The Lancet Regional Health – Europe viene a desmontar este mito y a dar una voz de alarma: tener periodos dolorosos en la adolescencia está ligado a problemas de salud en el futuro.
Un problema de salud pública. La metodología de este estudio se ha basado en el seguimiento de más de mil participantes en Reino Unido durante décadas. De esta manera, no solo se confirma se ha podido concluir que cuanto más severo es el dolor menstrual a los 15 años, mayor es la probabilidad de desarrollar dolor crónico una década después, a los 26 años. De esta manera, el dolor menstrual pasa de ser algo normalizado a un grave problema de salud pública.
Una metodología con vistas a largo plazo. Para llegar a esta conclusión, los investigadores utilizaron datos del Avon Longitudinal Study of Parents and Children (ALSPAC), un ambicioso proyecto que ha seguido la vida de miles de personas desde su nacimiento en los años 90. Analizaron la información de 1.157 participantes, evaluando la severidad de su dolor menstrual a los 15 años clasificado como nulo, leve, moderado o severo.
Posteriormente, una vez que estas participantes ya contaban con 26 años, se volvía a realizar un análisis de su estado de salud preguntando si padecían algún tipo de dolor crónico. Algo que fue definido como un dolor que duraba como mínimo tres meses.
Unas cifras preocupantes. Tras ajustar los datos para descartar la influencia de otros factores como el IMC, el nivel socioeconómico o problemas de salud mental previos, los resultados fueron claros. Lo primero de todo, es que las adolescentes con dismenorrea moderada, es decir, con dolor lo suficiente fuerte como para no poder ignorarlo, tenían una probabilidad del 65% extra de sufrir un dolor crónico en la etapa adulta en comparación con aquellas sin dolor menstrual.
En el caso de las dismenorreas más severas, que impiden realizar actividades normales, el riesgo se dispara hasta un 76% de padecer un dolor crónico en el futuro.
Estos datos se traducen en un aumento del riesgo absoluto de 12,7 y 16,2 puntos porcentuales, respectivamente. Es una diferencia demasiado grande para ser ignorada. El estudio también reveló lo común que es este problema: casi el 60% de las adolescentes de la muestra reportaron dolor menstrual de moderado a severo.
Un problema que se extiende por el cuerpo. Uno de los hallazgos más interesantes del estudio es que la asociación no se limita al clásico dolor abdominal o lumbar, que podría considerarse una extensión dolor menstrual. Lo que ocurre en este caso es que las adolescentes con dismenorrea severa muestran un mayor riesgo de sufrir dolor crónico en cabeza, espalda, rodillas, muñecas, caderas y muslos.
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¿Por qué? Los autores del estudio sugieren que detrás de todo esto se encuentra una sensibilidad central. Para entenderlo, hay que tener en cuenta que en la adolescencia hay una gran neuroplasticidad, donde el sistema nervioso es especialmente moldeable. La experiencia repetida de un dolor intenso y mal gestionado, como la dismenorrea, puede «entrenar» al sistema nervioso para que se vuelva hipersensible.
En esencia, el cerebro y la médula espinal aprenden a estar en un estado de alerta constante, lo que aumenta la vulnerabilidad a desarrollar otros tipos de dolor en el futuro, incluso en esas zonas que no están para nada relacionadas.
Para la Dra. Rachel Reid-McCann, investigadora principal, «es posible que la experiencia de dolor menstrual moderado o severo pueda alterar la estructura del cerebro y cómo funciona en respuesta a estímulos dolorosos, haciendo que el dolor crónico sea más probable en el futuro».
No es algo puramente psicológico. En el propio estudio, los investigadores han visto una relación entre la dismenorrea y un aumento posterior síntomas relacionados con la ansiedad y la depresión. Pero estos factores solo explicaron una pequeña parte de la conexión con el dolor crónico y esto refuerza la idea de que la causa principal es un mecanismo fisiológico, y no simplemente que «el dolor está en la cabeza».
Hay que dejar de normalizar el dolor. La conclusión del estudio es un llamado a la acción para padre, educadores y, sobre todo, para el sistema sanitario. Normalizar el dolor menstrual y despacharlo como «es algo normal» tiene grandes consecuencias a largo plazo. Y que pasarán factura al sistema sanitario.
Los investigadores señalan que el estigma menstrual y la falta de educación sobre la salud menstrual provocan que muchas jóvenes no busquen ayuda, o que cuando lo hacen, sus quejas sean minimizadas. De esta manera, se cree que la identificación temprana y el buen control de la dismenorrea puede ser clave para mejorar el bienestar inmediato de los adolescentes y prevenir la aparición de graves problemas de salud en el futuro.
Imágenes | Saranya7
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La noticia
El dolor de regla en la adolescencia no es «normal»: un estudio masivo lo vincula con un mayor riesgo de dolor crónico en el adulto
fue publicada originalmente en
Xataka
por
José A. Lizana
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