Publicado: agosto 1, 2025, 5:24 pm
A esta década solo le faltan extraterrestres para convertirse en el decenio más abrupto de la historia. Y un profesor de Harvard dice que tenemos en nuestro sistema solar un objeto que probablemente sea de origen alienígena.
Todo comenzó hace un mes, cuando un megatelescopio terrestre de la NASA ubicado en Chile reportó por primera vez unas extrañas observaciones que sugerían que algo desconocido se estaba moviendo en nuestro vecindario cósmico.
Según la agencia espacial de Estados Unidos, el telescopio de sondeo ATLAS (Sistema de Última Alerta de Impacto Terrestre de Asteroides) había descubierto el cometa 3I/ATLAS, el tercer objeto conocido de fuera de nuestro sistema solar que hemos observado hasta la fecha.
De momento hay una cosa clara: los astrónomos lo han clasificado como interestelar debido a la forma hiperbólica de su órbita (no sigue una órbita cerrada alrededor del Sol). Lo que al parecer no está tan claro es que sea un cometa. O al menos eso es lo que dice el reputado (y polémico) astrofísico Avi Loeb.
Un viejo conocido de las hipótesis extraterrestres
Avi Loeb, director del Instituto de Teoría y Computación en el Centro Harvard-Smithsonian de Astrofísica y autor de múltiples estudios sobre vida inteligente en el cosmos, lleva años defendiendo que algunos de los objetos interestelares que han pasado por nuestro sistema solar podrían ser sondas alienígenas. Ya lo hizo con ‘Oumuamua en 2017 y ahora vuelve a la carga con 3I/ATLAS.
Loeb y su equipo han publicado un nuevo artículo en el que sugieren que este objeto, que se mueve a unos 61 kilómetros por segundo, podría haber sido fabricado por una civilización extraterrestre avanzada debido a algunas de sus características.
Por ejemplo, su trayectoria está casi alineada con el plano del sistema solar, algo muy poco habitual. También le llama la atención que no se haya detectado actividad cometaria —es decir, no emite gases ni polvo como cabría esperar— y que se acerque de forma inusualmente precisa a planetas como Venus, Marte o Júpiter.
Además, en el momento de mayor acercamiento al Sol, el objeto estará oculto tras él desde la Tierra, lo que, según Loeb, permitiría realizar maniobras sin ser detectado.
En su análisis, el astrofísico va más allá: sugiere que 3I/ATLAS podría estar usando técnicas avanzadas de propulsión para modificar su órbita y que incluso podría tener la capacidad de liberar sondas o frenar para entrar en órbita alrededor de algún planeta. Aunque reconoce que lo más probable es que sea un objeto natural, como un cometa o un asteroide, defiende que la ciencia debe estar dispuesta a explorar todas las posibilidades, incluso las más inesperadas.
La hipótesis de que se trata de tecnología alienígena puede sonar extrema, pero si no la consideramos, podríamos pasar por alto señales clave, explica Loeb.
¿La prueba definitiva? Si se produjera un acercamiento anómalo a la Tierra o a Júpiter entre finales de noviembre y principios de diciembre, tal como predicen sus cálculos, sería un argumento a tener muy en cuenta. Mientras tanto, el telescopio Vera Rubin y otros instrumentos seguirán observando el paso de 3I/ATLAS en busca de pistas.
La postura de la NASA
Desde la NASA, sin embargo, no comparten este entusiasmo alienígena. Para la agencia espacial, 3I/ATLAS es simplemente un cometa interestelar: una bola de hielo y roca que, como otras antes que él —Borisov en 2019 o ‘Oumuamua en 2017—, ha cruzado nuestro sistema solar en una trayectoria hiperbólica.
En una entrada publicada el 29 de julio en su web oficial, la NASA recuerda que el objeto muestra una coma (una nube de gas y polvo que rodea al núcleo) y una posible cola, características típicas de los cometas. Aunque su velocidad y trayectoria son poco comunes, explican que esto no implica que tenga un origen artificial.
Por tanto, la NASA opina que no hay pruebas que sugieran que 3I/ATLAS sea de origen tecnológico. Todas las observaciones apuntan a que se trata de un cometa interestelar, el tercero que detectamos en nuestra historia.
Asimismo, la agencia afirma que no existe peligro de que este objeto interestelar impacte la Tierra: no se acercará a menos de 1,6 unidades astronómicas (unos 240 millones de kilómetros) de nuestro planeta.