Publicado: abril 24, 2025, 6:23 am
El papa Francisco, fallecido este Lunes de Pascua a los 88 años tras sufrir un ictus cerebral, dejó numerosas peticiones por escrito con respecto a su funeral, como la simplificación del rito o la sobriedad de la exposición de su cuerpo. También solicitó ser enterrado en la Basílica Santa María la Mayor en una tumba sencilla y no ser embalsamado. Pero Francisco no fue el único que hizo este tipo de demandas. El papa Pío XII también pidió que no embalsamaran su cuerpo, pero esta decisión tuvo consecuencias: su cadáver explotó dentro del ataúd durante las exequias.
Antes de su muerte, el pontífice Pío XII pidió que su cadáver fuera sometido a un proceso experimental para conservarlo debido a que no quería ser embalsamado. El método —que fue llevado a cabo por Riccardo Galeazzi-Lisi, su médico de cabecera— consistía en sumergir el cuerpo en una mezcla de hierbas aromáticas y después envolverlo con celofán. Sin embargo, en lugar de preservar el cuerpo, este proceso aceleró la descomposición del mismo.
Mientras continuaban los ritos funerarios, el cuerpo del santo padre comenzó a hincharse y a emanar un olor insoportable, motivo por el cual el Vaticano decidió cerrar el ataúd hasta que terminara la capilla ardiente. Pero los gases que produce el cuerpo después de morir siguieron concentrándose hasta el punto de que su pecho explotó. Su cuerpo tomó un color verde azulado y sus extremidades se tornaron negras. También perdió su nariz y sus facciones se distorsionaron.
Para intentar que el cuerpo aguantara lo más posible hasta el día del entierro, el Vaticano decidió atarlo y colocarle una máscara de cera sobre la cara. Finalmente, tras haber muerto a causa de una insuficiencia cardíaca, Pío XII fue sepultado en las grutas vaticanas. El médico, por su parte, fue despedido, expulsado del Colegio de Médicos y desterrado de por vida de la Santa Sede.
Pío XII —nacido en Roma el 2 de marzo de 1876 con el nombre de Eugenio María Guiseppe Giovanni Pacelli— falleció el 9 de octubre de 1958 tras haber estado al mando de la Iglesia católica durante casi veinte años. Fue elegido en un cónclave que él mismo presidió como camarlengo del Colegio Cardenalicio y tomó su nombre religioso en honor al papa del que fue consejero: Pío XI.