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Ed Gein: el monstruo que quiso convertirse en su madre

Publicado: agosto 27, 2025, 7:23 am

No es ficción, es realidad. Muchos de los protagonistas de los thrillers más siniestros del cine están basados en hechos reales. Incluso los desenlaces disparatados, los perfiles más desquiciantes, encuentran en la conducta humana su punto de partida. El protagonista de este artículo no fue un asesino de carrera especialmente dilatada, pero su modus operandi resultó tan impactante que sirvió de inspiración a Robert Bloch, autor de Psicosis, y también reúne rasgos de Leatherface de La matanza de Texas, de Buffalo Bill de El silencio de los corderos y recuerda mucho algunas escenas de La piel que habito de Almodóvar. Si Jeffrey Dahmer daba miedo, Ed Gein es otra historia.

El autor Harold Schechter escribió un libro sobre Ed Gein basándose en documentos del FBI recopilados durante la investigación. Es, posiblemente, uno de los manuscritos más significativos sobre la desviación de un asesino en potencia. Como siempre, se precisa de un cóctel de factores para que un individuo desemboque en semejante barbarie.

Schchter describe a Gein como producto de un lugar tóxico. Augusta, su madre, era profundamente religiosa y autoritaria. Inculcó a sus hijos que todas las mujeres, salvo ella, eran pecadoras y corruptas. Ed fue desarrollando una relación morbosa, una dependencia edípica tan extrema que llegó al punto de querer convertirse en ella. El padre, George, era alcohólico y violento, y entre los dos ejercieron un ciclo de represión y agresividad hacia sus hijos, que vivían aislados en una granja de Wisconsin.

No es de extrañar que salieran un poco tocados de ese ambiente, pero el contexto no basta para explicar en lo que iba a convertirse ese chaval. Nació tal día como hoy, un 27 de agosto de 1906. En 1940 el padre murió. Cuatro años más tarde también su hermano Henry. Y un año después falleció su madre. Ed quedó completamente solo. Y aquello fue la gota que colmó el desequilibrio.

Al quedarse sin nadie llevó una vida de ermitaño. Los vecinos lo tachaban de tío raro, pero inofensivo. Pasaba horas leyendo sobre anatomía humana o experimentos médicos. En 1957 la dueña de una ferretería, Bernice Worden, desapareció. La policía siguió el rastro de una factura y dio con la casa de Ed. Algunos de los agentes necesitaron ayuda psicológica para encajar lo que habían presenciado. No hace falta entrar en lo morboso, pero para que el lector se haga una idea, lo más ligero que puede describirse sobre esa escena del crimen es que hallaron el cadáver colgado y abierto como un animal de caza. Alrededor, numerosos objetos confeccionados con partes de al menos 10 personas diferentes. Su objetivo último era el de hacerse un traje de mujer con piel humana para convertirse en su madre.

Tras su arresto en noviembre de 1957, Gein fue evaluado por psiquiatras del Central State Hospital for the Criminally Insane de Wisconsin. Concluyeron que sufría esquizofrenia paranoide con síntomas de psicosis crónica. En los interrogatorios se mostraba colaborativo, incluso dócil. Gein admitió haber matado a dos mujeres y haber profanado numerosas tumbas, aunque siempre se sospechó de más asesinatos. A veces hablaba con los cadáveres que desenterraba, pero negó haberlos usado para fines sexuales. Buscaba la ilusión de compañía. Decía ir al cementerio en estado de trance. Escogía cuerpos parecidos a los de su madre y seleccionaba las partes. Al principio titubeaba, decía encontrarse en una especie de niebla mental, tenía alucinaciones auditivas, las voces le hablaban.

Ed sostuvo que sus actos no habían sido premeditados. Describía los hechos más terribles con absoluta calma. Sin emoción. Sin embargo, no se le catalogó como psicópata. No encajaba en un mero trastorno de la personalidad, no mostraba signos de manipulación o frialdad calculadora. Su conducta tenía una motivación patológica, delirante, vinculada a creencias irracionales y obsesivas. No era el típico asesino despiadado que disfrutaba con el mal ajeno. Era un individuo desquiciado, enfermo y olvidado, dejado a la intemperie de una mente perturbada. No hubo evidencia de placer homicida, sus conductas eran más bien compulsivas y psicóticas, sin patrones de motivación sexual.

Fue declarado inimputable por enfermedad mental. Vivía un duelo patológico con su madre y un deseo de mantenerla viva. Nunca tuvo contacto con la realidad, siempre estuvo encerrado entre sus delirios y paranoias sin recibir la atención médica ni afectiva necesaria. Murió a los 77 años, el 26 de julio de 1984, en el psiquiátrico. Fue enterrado en el cementerio de Plainfield, junto a la tumba de su madre Augusta. Con los años, su tumba fue profanada varias veces por curiosos y perturbados, hasta que la lápida tuvo que ser retirada y almacenada para evitar más vandalismo.

La historia de Ed Gein nos demuestra que a veces el mal no es solo maldad. El horror puede ser ausencia de cordura, inexistencia del afecto, falta de medicamento o la soledad más despiadada, aunque ninguna explicación justificará nunca su comportamiento. Ed reunió todos los ingredientes necesarios para que olvidase ser persona y se convirtiese en una bestia. Un monstruo que buscaba desesperadamente compañía, y que solo supo hallarla de la manera más macabra.

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