Publicado: junio 4, 2025, 9:52 pm
Es una institución, qué duda cabe, levantada la Philippe Chatrier para acompañarlo con una ovación de leyenda en su salida a la pista. Se inclina el personal ante los 24 Grand Slams, ante los récords bajo su nombre, ante ese oro olímpico logrado hace apenas unos meses en este mismo lugar que lo venera. Pero es Novak Djokovic otro al que lloró con el himno en el podio, uno más lento, más apagado, sin la chispa de entonces, sin la motivación, y un así, es un Djokovic que alcanza la semifinal de Roland Garros por oficio, inteligencia y experiencia. Con el que desconcierta a Alexander Zverev, que sigue sin dar el paso que necesita para hacerse grande. El alemán fue quien protagonizó el adiós de David Ferrer en Madrid, y también fue el que despidió a Rafa Nadal en Roland Garros. Y parecía tener todas las papeletas para despachar a otra leyenda como Djokovic. Por potencia, saque y actitud, Zverev tiene un tenis que le da para mucho, y en esta noche parisina le da para mover al serbio de lado a lado, que sabe que va corto de energía. Sin hacer demasiado, pero lo justo para afianzar su saque, apretar un poco al resto, logra una rotura en el primer juego que mantuvo hasta el final. Un 6-4 con el que se ilusionó. Pero Zverev también es quien ha disfrutado de tres finales de Grand Slam (US Open 2020 (contra Thiem), Roland Garros 2024 (contra Alcaraz) y Abierto de Australia 2025 (contra Sinner)) y le falta todavía dar ese estirón, esa confianza de campeón que lo encumbre en un torneo grande. Como si le diera vértigo verse tan arriba, siempre parece palidecer en los últimos metros. Este Djokovic al ralentí, que parecía sacado de una película en blanco y negro, le encontró ese vértigo y aún lo expuso más contra el abismo con su tenis inteligente, lo dicho, de otra época: líneas, saques a 150 kilómetros por hora con efectos endiablados, reveses cortitos y cortados, derechas cruzadas con algo más de mordiente, sutilezas en las que fue cayendo el alemán un juego tras otro. Porque ni siquiera le aguantó el saque, ese que puede destripar a 220 kilómetros por hora y que apenas arañó el chasis de este Djokovic. Al ralentí pero lleno de inteligencia. Engatusa al alemán con ese juego del parecer la víctima y atacar por los detalles. Es un ‘break’ en el tercer juego que lo lleva hasta el set. Y que mina por completo la moral de Zverev, fallón, cabizbajo, sin ideas y sin frescura durante una hora de juego en la que no solo no se levanta sino que muestra su versión más dubitativa y doliente. Situación que aprovecha el de Belgrado, perro viejo y experimentado, para elevar un poquitín más el nivel, sacar gasolina de donde parecía no haberla, y marear un poco más al rival, que claudica en el tercer set con dos roturas consecutivas. Del primer set al tercero, Zverev y Djokovic se han cambiado los papeles. Activado el serbio, desactivado el alemán, que cede con una doble falta y un error grosero de revés la rotura en el primer juego. La Chatrier, que esperaba un adiós del serbio después de las dudas que había creado en esta gira de tierra, se emociona porque observa a un Djokovic que se niega a claudicar ante este tenis de pura potencia, que lleva veinte años mostrando que el tenis es mucho más y no solo se gana por velocidad. Aguanta Djokovic en pie y se centra en lo que puede, en sus propios juegos y los tiros que saben le darán rédito. No le llega para nada más, en modo extremo de ahorro de batería en el cuarto set, en el que se cumplen las tres horas de juego y hay tantísimas ya en el serbio que alarga los tiempos entre punto y punto hasta el límite del reglamento y un poco más, que es una leyenda. Pero le da más que suficiente para mantener su servicio, que gana en blanco en dos ocasiones, con dejadas cuando ya no puede mantener los intercambios, y apuntillar al alemán, derribado en la confianza porque se veía mejor, más fresco, más joven que su rival. Acaba rindiéndose Zverev merced a sus errores y a este tenis de otra época que durante sus años de eclosión le quitaron todos los grandes títulos y que ahora, con Nadal y Federer ya rendidos, queda Djokovic para volver a negarle un premio mayor.