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De la fantasía a la acción: el peligro de las polémicas muñecas sexuales con aspecto infantil de Shein

Publicado: noviembre 6, 2025, 7:23 am

No es solo un tema moral, es un peligro potencial. Solo existe un lugar donde somos plenamente libres y es nuestra cabeza. La imaginación no está sujeta a la ética, como tampoco al juicio social. En el ámbito de la sexualidad, tanto la educación, las creencias o la cultura marcan lo que entendemos como normal, inadecuado o repulsivo. Las fantasías, en tanto que abstractas e íntimas, forman parte de nuestra libertad, pero no es así cuando se trasladan a la realidad porque, ya se sabe, esta acaba cuando empieza la del otro.

Ayer abría la primera tienda de Shein en París en plena polémica por la venta online de muñecas sexuales con aspecto infantil. Fue la Dirección General de Competencia, Consumo y Lucha contra el Fraude (DGCCRF) en dar la alerta del contenido pedófilo y pornográfico que esa venta suponía. La Fiscalía de París ha abierto una investigación y se ha ordenado la suspensión del acceso a la plataforma. No solo afecta a Shein, también se investigan AliExpres, Temy y Wish. Desde la empresa china han comunicado plena disposición para colaborar con la justicia, incluso, con la posibilidad de aportar la identidad de los compradores. Más allá de lo escandaloso del producto, cabe reflexionar sobre el verdadero peligro implícito.

Se entiende como parafilia la atracción y excitación sexual persistente dirigida hacia objetos, situaciones o sujetos considerados “atípicos”. No toda parafilia es patológica. Se convierte en trastorno cuando ese interés llega a causar malestar significativo o implica daño o riesgo para otros. La compraventa de juguetes sexuales no es dañina per sé, de hecho, es favorable en múltiples aspectos, pero muta en algo alarmante cuando da forma a una pulsión latente que puede implicar un delito.

En general, los estudios de compradores de muñecas sexuales apuntan a perfiles variados, aunque prevalecen hombres de edad adulta, en especial varones en torno a los 45 años. La mayoría son solteros, divorciados o viudos, con un nivel educativo medio o alto. Algunos las compran por mera curiosidad, incluso para explorar fantasías sin riesgo o juicio social. En otros casos, se trataría de individuos que se sienten solos, tienen baja autoestima y buscan compañía e intimidad. De hecho, no son pocos los casos de hombres que terminan convirtiendo su muñeca sexual en una especie de “novia”, la humanizan hasta convertir su uso en una relación, a su sentir, afectiva. En este sentido, se señalan perfiles con ansiedad social y dificultad para relacionarse con mujeres y, en última instancia, aquellos cuya motivación se vincula a la necesidad de dominio total sobre un cuerpo sin autonomía. Pero todo cambia cuando se habla de muñecas infantiles.

Desde el punto de vista psicológico, el uso de muñecas sexuales con apariencia infantil puede considerarse potencialmente peligroso. Su uso implica la representación activa de una fantasía de abuso, y esto, puede llegar a reforzar a nivel cognitivo la asociación entre placer y cuerpo infantil. En personas con tendencias pedófilas, su uso podría mantener o incluso aumentar la excitación, dificultando el control del impulso. Es decir, se convierte en un refuerzo positivo de una conducta desviada. Un estudio publicado en 2022 en Reino Unido explica que los defensores de estas muñecas creen que usarlas ofrecería una vía sexual segura para las personas atraídas por menores. En la otra orilla, se considera que fomenta apetencias desviadas y aumenta el riesgo de conducta delictiva.

Otro de los peligros es la reducción de culpa asociada a la agresión infantil. A la larga, cabe la posibilidad de que esto pueda disminuir los umbrales de inhibición. Lo alarmante es darle a un individuo la posibilidad de normalizar conductas, porque si lo hace, estará más cerca de querer experimentarlo y trasladarlo a contextos reales. Aunque haya algunos sectores que opinan que esta alternativa conforma una vía segura o preventiva para quienes tienen esas tendencias, lo cierto es que no existe de momento evidencia empírica que lo ampare. Lo que sí se constata es el riesgo de escalada en los estímulos.

Por ello, a nivel criminológico, la tenencia de este tipo de muñecas puede considerarse un factor de riesgo o señal de alerta, al igual que ocurre con la posesión de pornografía infantil. Aunque la imaginación sea libre, una sociedad civilizada no debería permitir la venta de objetos que puedan favorecer el peligroso paso entre la fantasía y la acción dañina, en especial, ante víctimas especialmente vulnerables. Estos productos refuerzan cogniciones pedófilas y abusivas, porque si el objeto de deseo es un menor, no existe otra cosa que el abuso. Va incluso más allá de la ética. Es un tema de responsabilidad social, protección y justicia.

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