Publicado: julio 6, 2025, 11:23 am
El Gobierno español sufre más desgaste que nunca a nivel nacional, pero en la esfera europea quiere moverse como siempre y por eso este lunes Carlos Cuerpo se juega presidir el Eurogrupo: el ministro de Economía sigue los pasos de Nadia Calviño y Luis de Guindos, que ya lo intentaron en su momento, para liderar uno de los organismos clave ahora mismo a nivel continental, con muchos retos económicos por delante. Pero Cuerpo tiene un problema, y es que no parte como favorito en las quinielas, las cuales encabeza el actual inquilino del asiento de mando, el irlandés Pascal Donohoe.
El Eurogrupo es un órgano informal de la Unión Europea que reúne a los ministros de Economía y Finanzas de los países que comparten el euro como moneda. Su principal función es coordinar las políticas económicas y fiscales de la eurozona, promover la estabilidad financiera y supervisar el cumplimiento de las normas presupuestarias comunes. Aunque no tiene poder legislativo, sus decisiones influyen significativamente en la política económica del bloque. Se reúne una vez al mes, generalmente antes del Consejo de Asuntos Económicos y Financieros (ECOFIN), y sus conclusiones pueden guiar las acciones de las instituciones europeas. Los mandatos de la presidencia duran dos años y medio, con opción a repetir.
Cuerpo se enfrentará en la carrera final al mencionado Donohoe y al lituano Rimantas Sadzius, con muchas papeletas para el actual presidente, que es el gran favorito para repetir. El ministro español, de hecho, no ha querido lanzar las campanas al vuelo más allá de estar en la terna. A su favor juega la buena salud que tiene la economía española, al menos a nivel macro, y que es un perfil que se mueve bien en Bruselas. En su contra, todavía es poco conocido y la presidencia de Calviño en el Banco Europeo de Inversiones (BEI) le resta posibilidades por reparto nacional y también por pesos ideológicos, al ser los dos socialistas.
Precisamente Calviño ya intentó presidir el Eurogrupo en el año 2020, impulsada por la negociación del fondo de recuperación de la pandemia, y el activo papel de España en su planteamiento. De hecho, la española era favorita. En la primera ronda, Nadia Calviño obtuvo nueve votos, Paschal Donohoe (Irlanda) cinco, y Pierre Gramegna (Luxemburgo) tres. Al retirarse Gramegna, se celebró una segunda ronda con la actual presidenta del BEI y el propio Donohoe, en la que este último resultó vencedor por diez votos frente a los nueve de Calviño, que parecía contar con el respaldo de las principales economías y acabó perdiendo la elección contra todo pronóstico.
Antes, en 2015, también lo intentó Luis de Guindos, que ahora es vicepresidente del BCE. Entonces compitió, en los primeros pasos de la recuperación española tras la crisis del 2008, por la presidencia del Eurogrupo frente al neerlandés Jeroen Dijsselbloem. En la segunda ronda de votación –que reunió a los 19 ministros de la eurozona– Dijsselbloem obtuvo 12 votos y De Guindos siete, lo que confirmó la reelección del líder holandés por dos años y medio más, algo parecido a lo que puede pasar ahora con Donohoe. A pesar del respaldo inicial de países como Alemania, el apoyo de Grecia cambió en el último momento, y el peso de los aliados del norte favoreció la candidatura de Dijsselbloem .
Carlos Cuerpo llega a la votación de este lunes sin demasiadas expectativas, pero dice tener las ideas claras: el ministro, en línea con Moncloa, sostiene la necesidad de un mayor uso de la deuda común europea, ya sea en temas como la defensa o como fórmula estandarizada, calificándolo de una obviedad. Sin embargo, esta propuesta es vista como inaceptable por los países más estrictos en materia fiscal, como Alemania, Países Bajos y Finlandia, y Cuerpo ha evitado mencionarla explícitamente en la carta enviada a los demás ministros de Finanzas para presentar su candidatura. Durante todas estas semanas el ministro ha insistido en que el Eurogrupo tiene que «funcionar bien» independientemente de quien lo encabeza.
Al presentarse como el «candidato del cambio», Cuerpo incluyó una frase punzante en su carta, dejando entrever una crítica al enfoque de Donohoe, acusado implícitamente de limitarse a moderar discusiones que al final nunca llevan a nada: «Ha llegado el momento de pasar de las palabras a los hechos».