Publicado: agosto 3, 2025, 4:30 am
¿Quién dijo que el humor viral estaba hueco de conciencia crítica? El dúo de cómicos Al Pil Pil, formado por Adrián Melero y Lucas Pulido, está realizando un afinado retrato de cómo somos entre risa y risa, entre like y like de las redes sociales.
En formato de vídeo breve, desde Instagram y TikTok, cuentan micro historias que nos dejan pensando al enfrentarnos a realidades que nos cruzamos a la vuelta de la esquina cada día. Situaciones extremas, claro. Porque la caricatura crece en la hipérbole. Aunque, vistos algunos influencers, hay personalidades verídicas que son más exageradas que el chiste más bestia.
Uno de los últimos cortos de @AlPilPil teatraliza cuando el egoísmo se esconde en una frase de autoayuda que se está manoseando demasiado: «tengo que priorizarme a mi mismo». La pareja humorística recrea un accidente y la persona que puede ayudar ejerce el escapismo con el comodín de «me pillas en un momento de ansiedad y no me puedo hacer cargo«. Es la otra cara de la viralidad, la que ha provocado una proliferación de «coachs emocionales» que van banalizando la psicología.
De hecho, como somos de puntos extremos, en nuestra convivencia se ha pasado de insultar con un «¡vete al psicólogo!» a posturear con ir al psicólogo como algo trending. Una moda positiva que, a la vez, al ser contradictorios por naturaleza, también favorece una trivialización de la psicología.
Estamos rodeados de eslóganes con los que determinados libros de esos que llaman de «superación personal» reducen la complejidad: «Ponte siempre tú por delante», «quiérete mucho», «busca personas vitamina». Frases que hubieran venido mejor a la generación del baby boom que a la Z y la Alfa. Porque ya habitamos, por lo general, en una sociedad de consumo que antepone la preferencia personal. Pero la vida no es una frase de taza, la responsabilidad de la empatía es más honda y uno es verdaderamente libre al percatarse de que nadie es autosuficiente. Incluso «priorizarse» es comprender que somos siempre fruto de aquellos que nos rodean. Somos resultado de los cuidados de nuestros entornos. Algunos se ven. Otros, no tanto. Sin embargo, las relaciones que echan raíces, sean del tipo que sean, suelen ir unidas a un esfuerzo de ida y vuelta. O colapsan.
Al final, el sobreuso de «tengo que priorizarme a mi mismo» es un disfraz que utiliza el individualismo para justificarse en el autocuidado. Habitamos en la edad de lo propio, de lo individual, la época en la que la libertad se confunde con sálvese quien pueda, así que algunos tampoco han tardado en camuflar su egoísmo dentro de la defensa de la salud mental. Porque lo colectivo no es cool. El ombliguismo que encima se victimiza, sí.