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Cuando Arabia fue verde: figuras de arte rupestre revelan un mundo perdido en el desierto hace 12.000 años

Publicado: septiembre 30, 2025, 3:23 pm

Hace unos 20.000 años, el mundo vivía la última glaciación en la que el hielo cubría grandes porciones de tierra en Europa, Norteamérica y Siberia. En contraste, al sur de lo que ahora es el desierto de Nefud, al norte de la actual Arabia Saudita, el clima era tan árido que se pensaba que nuestros antepasados apenas pasaron por la zona y mucho menos se asentaron allí. Eso explicaría que no existan huellas humanas hasta hace unos 10.000 años, cuando el clima empezó a tornarse más favorable para los primeros cazadores-recolectores que, además, comenzaron a domesticar animales, dando lugar a los primeros poblados. Sin embargo, el descubrimiento de un impresionante conjunto de grabados rupestres en los que se muestran largas caravanas de camellos a tamaño natural, cabras montesas o gacelas que fueron esculpidas hace entre 12.800 y 11.400 años ha llegado para reescribir la historia. Con estos dibujos, aquel paraje que se creía yermo se ha revelado en una suerte de ‘oasis’ climático que fue habitado durante generaciones mucho antes de lo que se creía. Las conclusiones acaban de publicarse en un estudio de la revista ‘ Nature Communications ‘. «Hemos identificado un período ‘verde’ clave en Arabia, que conecta el cambio ambiental con la aparición de cazadores-recolectores», explica a ABC Michael Petraglia, líder del proyecto Green Arabia y uno de los autores del trabajo. «Hace unos 15.000 años, los glaciares retrocedieron, lo que provocó un mayor número de precipitaciones en la zona y la aparición de humedales y estanques. Hace 12.000 años, surgieron los primeros cazadores-recolectores, que marcaron el paisaje con arte rupestre, que representa grabados a tamaño natural de camellos salvajes, cabras montesas, caballos, gacelas y uros». El equipo, dirigido por la Comisión de Patrimonio del Ministerio de Cultura de Arabia Saudita, e integrado por investigadores de instituciones como el Instituto Max Planck de Geoantropología, KAUST (Universidad de Ciencia y Tecnología Rey Abdullah), la University College London y la Universidad Griffith, entre otros centros -todos integrados en el Proyecto Arabia Verde-, se centraron en una zona inexplorada al sur del desierto de Nefud. En concreto, en los yacimientos de Jebel Arnaan, Jebel Mleiha y Jebel Misma, sitios que hasta la fecha no habían sido investigados. El equipo identificó más de 60 paneles de arte rupestre que contienen 176 grabados de animales que indican que el paraje sustentó un ecosistema mucho más rico del que se pensaba con anterioridad. El conjunto pictórico, datado del tiempo ‘perdido’ en los registros arqueológicos de entre hace 12.800 y 11.400 años, incluye 130 figuras a tamaño natural, en las que alguna llega a medir hasta los tres metros de largo por los dos de alto. Aparte, la localización también llamó la atención de los investigadores: la mayoría se encontraban en acantilados que miden hasta 39 metros de altura y no resguardados en abrigos de la roca, como es habitual. «Esto es realmente fascinante. En una formación rocosa, se grabó un espectacular conjunto de camellos sobre un área de 23 metros de largo -señala Petraglia-. Estos trabajos se realizaron en una situación precaria y peligrosa, a 40 metros de altura sobre el acantilado, donde la gente se encontraba en una cornisa de no más de 50 centímetros de ancho. Esto indica que estos cazadores-recolectores marcaban el paisaje con una serie de animales salvajes, representativos de sus sistemas culturales simbólicos». El equipo también analizó los sedimentos, que apuntaron a que allí hubo masas de agua dulce que fueron perfectas para que tanto humanos como animales se abastecieran y prosperaran. «La zona habría albergado humedales y estanques. Y estos recursos habrían estado rodeados de pastizales y sabanas», indica Petraglia. Por otro lado, el grupo examinó también los pies de los acantilados, hallando artefactos compatibles con las de los pueblos al norte. En concreto, los objetos incluyen puntas de piedra del estilo de las poblaciones de la costa del norte de Arabia de El Khiam y Helwan, además de pigmento verde y cuentas de dentalium, que sugieren conexiones de larga distancia con poblaciones del Neolítico Precerámico. No obstante, la escala, el contenido y la ubicación de los grabados árabes los convierten en singulares: «Esta forma única de expresión simbólica pertenece a una identidad cultural distintiva adaptada a la vida en un entorno árido y desafiante», señala Faisal Al-Jibreen, de la Comisión de Patrimonio del Ministerio de Cultura de Arabia Saudita.   Pero, la gran pregunta es: ¿por que varias generaciones de personas escribieron unas encima de otras para marcar aquella zona? Maria Guagnin del Instituto Max Planck de Geoantropología y otra de las autoras del estudio señala que posiblemente los grabados «no son simplemente arte rupestre». «Probablemente fueron declaraciones de presencia, acceso e identidad cultural», señala. Algo así como una ‘llamada’ hacia un vergel en el que nuestros antepasados vivieron durante siglos y que, además, reivindicaron para sí mismos. Por su parte, Petraglia dice que, aparte de señalar el próspero territorio, sus moradores se esmeraron en los diseños, «por lo que creemos que también debió tener un significado simbólico para quienes lo produjeron». Ceri Shipton, coautora principal del Instituto de Arqueología del University College de Londres, valora: «El arte rupestre marca fuentes de agua y rutas de movimiento, posiblemente señalando derechos territoriales y memoria intergeneracional». Unos grabados milenarios que revelan todo un mundo perdido del que, hasta su aparición, no se tenía constancia.

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