Publicado: diciembre 18, 2025, 5:23 pm
El VIH es una de las enfermedades que más prejuicios y desinformación enfrenta. Las personas que la padecen no solo deben lidiar con las afecciones que genera en en su salud, sino también con el estigma que les rodea. Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), a finales de 2020 cerca de 37,7 millones de personas en todo el mundo vivían con el VIH, en España la cifra se reduce a 150.000, aunque se estima que una quinta parte lo desconoce.
Ante tantos mitos, solo queda una cosa: concienciar a las personas respecto a lo que contraer el virus representa. El VIH ataca y destruye las células CD4 (glóbulos blancos) del sistema inmunitario, debilitando las defensas del cuerpo y haciéndolo vulnerable a infecciones graves y cáncer. Sin embargo, el VIH por si solo no es lo mismo que el SIDA (Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida), la fase más avanzada de la infección.
La diferencia entre el VIH y el SIDA
El virus de la inmunodeficiencia humana es un retrovirus que para reproducirse «necesita convertir su material genético (ARN) en ADN«, explican desde la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU). Esto se lleva a acabo parasitando un tipo de linfocito (CD4 o T4). Desafortunadamente, este tipo de célula tiene el papel de reconocer los patógenos (virus, bacterias, hongos, etc) y activar las defensas del cuerpo.
Sin ayuda de medicamentos externos como los antirretrovirales, el ritmo de infección sobre los linfocitos puede superar la velocidad con la que el cuerpo humano produce nuevos. ¿La consecuencia? El deterioro del sistema inmunológico conocido como SIDA (Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida). Si bien es correcto afirmar la relación entre ambas afecciones, el SIDA se presenta como la última fase, «la más avanzada» del VIH.
Las cuatro fases del VIH
El VIH puede transmitirse de una persona a otra por tres vías: sexual, sanguínea y de madre a hijo/a. La condición es clara: «debe penetrar el organismo y entrar en contacto con la sangre o las mucosas». La penetración anal es la práctica de mayor riesgo, seguida de la vaginal, pero también se puede transmitir al «compartir jeringas, agujas u otro material cortante que haya estado en contacto con sangre infectada».
- Infección aguda: la etapa inicial del VIH aparece entre dos y cuatro semanas después del contagio. En este periodo, el virus se multiplica rápidamente en el organismo y la carga viral es muy alta, lo que aumenta el riesgo de transmisión. Muchas personas presentan síntomas parecidos a los de una gripe aunque en algunos casos pasan desapercibidos
- Fase crónica o latente: tras la fase aguda, el VIH entra en un periodo más prolongado conocido como de latencia clínica. Durante esta etapa, que puede durar varios años, el virus sigue activo pero se reproduce a un ritmo más lento. La mayoría de las personas no presentan síntomas, pero el VIH continúa dañando el sistema inmunitario de forma progresiva.
- Fase sintomática: a medida que el sistema inmunitario se debilita, comienzan a aparecer síntomas más persistentes y frecuentes. Entre los más comunes se encuentran la pérdida de peso, la fiebre recurrente, la diarrea crónica, el cansancio extremo o las infecciones repetidas.
- SIDA (síndrome de inmunodeficiencia adquirida): el cuerpo queda expuesto a infecciones oportunistas y a ciertos tipos de cáncer que pueden poner en peligro la vida. Sin embargo, gracias a los tratamientos antirretrovirales actuales, muchas personas con VIH pueden evitar llegar a esta fase y llevar una vida larga y saludable.
