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Cómo este halcón de ciudad aprendió los cambios del semáforo y sacó provecho del tráfico

Publicado: mayo 24, 2025, 12:24 am

A las aves urbanas no les queda más remedio que adaptarse al desafiante y peligroso entorno de las ciudades. Es muy común que muchas acaben atropelladas por los automóviles que pasan a toda velocidad, pero algunas saben cómo sacar ventaja del tráfico. Los cuervos dejan caer nueces, pequeños vertebrados o moluscos con cáscara en carreteras concurridas para que los coches los aplasten o los abran. Las aves carroñeras patrullan las vías atestadas para atrapar inmediatamente a los animales atropellados. Muchas carreteras estadounidenses están divididas por familias de cuervos que las vigilan desde el amanecer hasta el anochecer, esperando su comida bajo las ruedas. Y los pájaros cantores recogen insectos muertos que han chocado contra las lunas. A veces, incluso anidan en autos en movimiento. O los utilizan como refugios móviles contra las rapaces que los persiguen. En una ciudad ucraniana se sabe desde hace tiempo que los halcones se aprovechan de coches y tranvías en movimiento como cobertura para acercarse sigilosamente a sus presas. Pero este inteligente halcón ha aprendido cómo funcionan los semáforos. El zoólogo Vladimir Dinets, profesor en la Universidad de Tennessee, se percató de la habilidad del ave en una intersección cerca de su casa en Nueva Jersey (EE.UU.). El joven ejemplar se dio cuenta de que cuando había una señal sonora, la fase en rojo del semáforo duraba más de lo habitual, lo que favorecía que se formara una fila de coches, una circunstancia idónea para su estrategia de caza. Dinets cuenta que la intersección no estaba especialmente concurrida, e incluso en hora punta de la mañana, cuando llevaba a su hija al colegio, solía haber pocos coches esperando la luz verde. Pero a veces, un peatón pulsaba un botón, y eso hacía que la luz roja se alargara mucho más, así que la cola de coches también se hacía más larga, llegando hasta un pequeño árbol con una copa especialmente densa. Cuando eso ocurría, la farola emitía una señal sonora, avisando a las personas ciegas de que podían cruzar sin peligro. Una mañana de invierno el investigador estaba en su coche esperando que cambiara el semáforo cuando, de repente, el gavilán de Cooper surgió de aquel pequeño árbol, voló muy bajo sobre la acera a lo largo de la hilera de coches, hizo un giro brusco, cruzó la calle entre los coches y se lanzó sobre algo cerca de una de las casas. Unos días después, volvió a ver lo mismo y decidió investigar. Resultó que la casa atacada por el halcón estaba habitada por una familia numerosa que cenaba en el jardín delantero. Por las mañanas, sus migas de pan y otras sobras atraían a gorriones, palomas y, a veces, estorninos. Eso era lo que buscaba el halcón. Pero lo que impresionó al zoólogo era que el halcón siempre atacaba cuando la fila de coches era lo suficientemente larga como para cubrirlo hasta el arbolito, y eso solo ocurría después de que alguien pulsara el botón de cruce peatonal. Según narra en la revista ‘Frontiers of Ethology’, En cuanto se activaba la señal sonora, el ave rapaz volaba desde algún lugar hacia el arbolito, esperaba a que los coches se alinearan y entonces se les echaba encima. A juicio del investigador, el halcón comprendía la conexión entre el sonido y la longitud final de la fila de coches. Además, también debía tener un buen mapa mental del lugar, porque cuando la fila llegaba a su árbol, ya no podía ver dónde estaba su presa y tenía que llegar de memoria. Como los gavilanes de Cooper son visitantes comunes en invierno en esa zona, Dinets cree que el ave se había mudado a la ciudad apenas unas semanas antes. En tan poco tiempo ya había aprendido a usar las señales y patrones de tráfico. «Me pareció muy impresionante», reconoce. El invierno siguiente, el investigador vio un halcón con plumaje adulto cazando exactamente de la misma manera. Cree que era el mismo. Pero cuando llegó el verano la señal acústica del alumbrado público dejó de funcionar y los vecinos de la casa se mudaron, así que no hubo más bandadas de aves. «Desde entonces, no he vuelto a ver ningún halcón de Cooper por aquí», dice. «El gavilán de Cooper forma parte de una lista bastante corta de especies de aves rapaces que se han adaptado con éxito a la vida urbana. Una ciudad es un hábitat difícil y muy peligroso para cualquier ave, pero especialmente para una gran rapaz especializada en presas vivas -señala Dinets-: hay que evitar ventanas, coches, cables de electricidad e innumerables otros peligros mientras se busca alimento a diario. Creo que mis observaciones demuestran que los gavilanes de Cooper logran sobrevivir y prosperar allí, al menos en parte, gracias a su gran inteligencia».

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