Publicado: noviembre 20, 2025, 7:23 am
En los últimos años no dejamos de ver una sucesión de avances en el campo de la oncología que están revolucionando el área. Hitos como el desarrollo de las inmunoterapias y las terapias dirigidas o el descubrimiento de biomarcadores que permiten una detección mucho más precoz han ido poco a poco transformando el significado de un diagnóstico de cáncer; pero todavía hay un tipo de tumor frente al que la medicina no gana terreno al mismo ritmo.
El de páncreas no es uno de los más comunes en nuestro país (La Sociedad Española de Oncología Médica estimaba 10.338 nuevos casos, siendo el séptimo tipo cancerígeno con más diagnósticos pero a mucha distancia de otros como los de colon, mama o próstata) pero sí uno de los más letales (ocupaba el cuarto lugar en la lista). Además, su incidencia está aumentando, ligada en parte al envejecimiento poblacional, lo que en conjunto con una tasa de supervivencia a los 5 años inferior al 10% y que apenas ha mejorado en décadas, explica que los científicos prevean que se convierta en la segunda causa de muerte por cáncer en 2030.
Para entender los retos únicos que este cáncer plantea, 20minutos ha podido conversar con Bruno Sainz, investigador científico del Instituto Ramón y Cajal de Investigaciones Sanitarias (IRYCIS) y del Instituto de Investigaciones Biomédicas Sols-Morreale (IIBM), y con José Ignacio Martín, jefe de la Sección de Tumores Digestivos y la Unidad Multidisciplinar de Tumores Digestivos del centro MD Anderson Cancer Center Hospiten en Madrid.
Un cáncer silencioso y un diagnóstico que llega tarde
El primer y mayor escollo es el diagnóstico tardío. «La norma del cáncer de páncreas es que la cirugía solo se realiza cuando el tumor es muy pequeño, no hay infiltración de arterias y no hay metástasis. Pocos casos tienen esta opción», explica el investigador. La razón fundamental es la falta de síntomas específicos. Es un cáncer «silencioso» que, en la mayoría de los casos, no da la cara hasta que ya está avanzado.
«Si tienes la suerte de que el tumor se ha desarrollado en una parte del páncreas que obstruye el ducto biliar, a lo mejor un día te levantas amarillo [con ictericia]. Y eso es la primera indicación para ir al médico», comenta. Es una «suerte» relativa, advierte, que sólo se da en un pequeño porcentaje de los casos. Para la gran mayoría, por el contrario, los síntomas son engañosos e inespecíficos: «Dolores de espalda, pérdida de peso… síntomas que se pueden confundir con otras enfermedades».
Esta cualidad esquiva y discreta es la que explica que, para cuando se logra diagnosticar, «aproximadamente la mitad de los pacientes presentan ya metástasis; un 30% presenta una enfermedad avanzada localmente y sólo aproximadamente un 20% lo tienen como enfermedad localizada susceptible de tratamiento quirúrgico», en palabras de Martín.
La base del diagnóstico, continúa este doctor, siguen siendo «las pruebas radiológicas/endoscópicas: TAC, resonancia magnética, PET y ecoendoscopia». La tecnología de estas técnicas avanza, lo que unido a mejoras en las estrategias de prevención puede lograr adelantar algunos diagnósticos, pero un número elevado de casos sigue pasando desapercibido con estas pruebas.
Por eso, desarrolla el Sainz, las líneas de investigación enfocadas en mejorar detección precoz a través de la identificación de biomarcadores (señales químicas en el cuerpo que se asocian al avance del proceso cancerígeno) cobran especial importancia en el momento actual.
La labor no es sencilla: «¿Cómo detectas esos biomarcadores? Ya cuando el paciente está diagnosticado, a lo mejor los biomarcadores que tiene no son los que hubiese tenido hace cinco años, cuando estaba desarrollando el tumor. No tenemos muestras longitudinales para hacer ese tipo de análisis», expone.
Este es precisamente uno de los enigmas que el laboratorio de este investigador, en colaboración con otros equipos, está abordando. Para salvar el obstáculo, han optado por centrarse en pacientes de alto riesgo, como aquellos con antecedentes familiares: «Tenemos unos 400 pacientes de alto riesgo en un ensayo longitudinal para encontrar biomarcadores. Lo que necesitamos es poder detectar este tumor antes para, por lo menos, darle al paciente la opción de cirugía».
Un reto para las nuevas tecnologías terapéuticas
Hasta hace relativamente poco, el arsenal terapéutico contra el cáncer de páncreas se ha reducía a dos herramientas: la cirugía, cuando se daban as condiciones para ella, y la quimioterapia agresiva y no específica. «Los tratamientos son quimioterapia que alarga la vida seis a doce meses», apunta Sainz con crudeza.
Martín concreta que en la actualidad, la estrategia depende en buena medida del momento en el que se diagnostica la enfermedad. «En tumores localizados la base es la cirugía, en la que la cirugía robótica supone un beneficio para los pacientes en cuanto a disminución de riesgo de complicaciones. Si están localmente avanzados, se combinan quimioterapia y cirugías complejas, que incluyen reconstrucciones vasculares».
«Y en tumores con metástasis en otros órganos», prosigue, «aunque lo fundamental sigue siendo la quimioterapia, el conocimiento de ciertas mutaciones de los tumores está permitiendo el desarrollo de fármacos dirigidos«: es decir, estrategias por lo general basadas en actuar directamente sobre los efectos de dichas mutaciones, que cumplen funciones importantes para el crecimiento o la expansión del cáncer.
Precisamente, Sainz subraya los inhibidores de la proteína KRAS, una de estas mutaciones que hoy sabemos que está presentes en casi el 90% de los tumores de páncreas, como una opción particularmente prometedora.
Aún así, hay que ponerlo en perspectiva. «Los ensayos clínicos de fase uno, dos y tres indican que pueden mejorar un poco la supervivencia, pero tampoco estamos nada cerca de curar el cáncer de páncreas», matiza. Estos fármacos representan un avance crucial, pero no son una solución milagrosa.
Por otro lado la inmunoterapia, una herramienta basada en emplear las propias defensas de nuestro organismo para atacar las células malignas y que ha revolucionado el tratamiento de otros cánceres encuentra dificultades en su aplicación frente a tumores pancreáticos.
«El cáncer de páncreas es un tumor frío», dice el experto, «es decir, que no tiene ese componente de células inmunes que podría favorecer una inmunoterapia. En muchos casos, el sistema inmune está excluido del tumor o las células inmunes que se encuentran en él son protumorales y no antitumorales».
Martín profundiza en este punto: «Las especiales características de los cánceres de páncreas», dice, «lo convierten en un tumor no sólo resistente a la quimioterapia, sino también a la inmunoterapia».
En parte, expone, esto se explica por «la interacción entre un microambiente tumoral [concepto que se refiere al ecosistema de tipos celulares, vasos sanguíneos y moléculas que rodean a los tumores, interactuando con ellos y modelando su crecimiento y propagación] fuertemente inmunosupresor y varios mecanismos de escape antigénicos [características de las propias células tumorales que las hacen ‘invisibles’ al sistema inmune] con alteraciones en la función células T [uno de los principales tipos de célula inmune]».
El microambiente tumoral, posible diana terapéutica
Convertir estos tumores «fríos» en «calientes» y hacerlos así susceptibles a los mecanismos inmunológicos es una de las grandes batallas de la investigación actual, y muchas investigaciones tratan de hacerlo por la vía de ese microambiente tumoral que menciona Martín.
Sainz ilustra estas iniciativas con una línea de trabajo que desarrolla desde el IRYCIS y financiada por la Asociación española contra el cáncer (AECC) y el Instituto Carlos III. «Tenemos dentro del tumor unas células que creemos que son las más malas: las células madre de cáncer«, arranca.
Estas células, clarifica, no son células madre normales, pero comparten con ellas capacidad de regeneración y resistencia: «Son las más quimiorresistentes, las que sobreviven a los tratamientos y las responsables de la recaída». Son escasas, pero su papel en el cáncer es clave.
«Vemos que los ‘mensajeros’ químicos del interior de estas células [su transcriptómica, las ‘instrucciones químicas’ que traducen las instrucciones codificadas en el ADN a proteínas] tienen unos marcajes muy concretos. Y tenemos fármacos que pueden cambiar esos marcajes. La idea es poner el fármaco dentro de una nanopartícula, vestirla con proteínas que la dirijan al tumor y, al cambiar este perfil, hacer que las células madre se vuelvan susceptibles a la quimioterapia» desarrolla.
Un enfoque multidisciplinar, clave para abordarlo
Este proyecto es un ejemplo de la colaboración multidisciplinar esencial para abordar este cáncer. «Somos dos grupos en España, uno en Letonia, otro en Eslovaquia y otro en Alemania», destaca, subrayando que la investigación frente al cáncer de páncreas «un punto muy fuerte a nivel nacional».
En consonancia, Martín también pone de relieve la importancia de esta forma de aproximarse al cáncer. «El enfoque multidisciplinar es crucial para el tratamiento de todos los tumores con el objetivo de ofrecer al paciente la mejor perspectiva de futuro», afirma, y enumera la gran cantidad de especialistas que intervienen en el tratamiento de estos pacientes: «aparato digestivo, radiólogos, anatomopatólogos, cirujanos, oncólogos médicos, oncólogos radioterápicos, enfermeras, nutricionistas, especialistas en cuidados paliativos…».
Este enfoque integral es vital no sólo para atacar el tumor, sino para mantener la calidad de vida «El tratamiento debe contemplar no solo el tratamiento oncológico, sino que debe estar complementado por tratamientos para paliar el dolor, que aporten soporte nutricional y manejen complicaciones como una trombosis, todo orientado a conseguir una mejor calidad de vida«, destaca este experto.
Mirando al futuro
A pesar de que hay iniciativas prometedoras, y mirando al futuro, Sainz pide realismo. El desarrollo de un fármaco lleva «10 años mínimo desde el comienzo hasta el primer ensayo», recuerda, por lo que muchos de estos avances pueden tardar en llegar a la realidad clínica.
En el futuro inmediato (2 a 4 años), defiende que serán los inhibidores de KRAS los que marquen la diferencia. «Pueden cambiar mucho el escenario», especialmente para aquellos pacientes que pueden ser operados, ya que podrían administrase antes o después de la cirugía para prevenir la recaída.
A más largo plazo, la nanotecnología y la inmunoterapia más avanzada (como las vacunas terapéuticas) podrían provocar cambios determinantes. Pero, hasta entonces, sentencia que «donde deberíamos invertir tiempo, dinero y esfuerzos es en la detección precoz. Identificar el tumor antes en estadios muy tempranos para ofrecer al paciente salidas que son mejores».
Martín, similarmente, pone la vista en el desarrollo y ensayo de nuevos fármacos dirigidos contra alteraciones moleculares» y en las nuevas estrategias de inmunoterapia que superen el microambiente inmunosupresor.
Sainz finalmente reivindica el papel que desempeñan entidades como Acanpan, la única asociación española de cáncer de páncreas, y su Carrera de las ciudades contra el cáncer de páncreas que se celebra este domingo en Madrid; el 100% de lo recaudado en este evento se destinará a la investigación contra el cáncer de páncreas.
El cáncer de páncreas plantea un desafío complejo para la ciencia que combina dificultades para diagnosticarlo tempranamente y una falta de terapias eficaces. Sin embargo, se están dando pasos a un ritmo lento pero seguro como los avances en terapias dirigidas, inmunoterapia o nanotecnología que poco a poco van cambiando las cosas. La cura definitiva, como suele suceder, está lejos y es una realidad más bien quimérica y simplificadora; pero cada pequeño hito va poco a poco mejorando los pronósticos, la supervivencia y la calidad de vida de los pacientes.
Referencias
SEOM (2025). Las Cifras del Cáncer en España 2025. Consultado online en https://seom.org/prensa/el-cancer-en-cifras el 19 de noviembre de 2025.
