Publicado: abril 28, 2025, 5:24 am
La elección de un nuevo papa es un evento extraordinario que trasciende lo religioso y alcanza lo histórico.
Millones de personas en todo el mundo estarán pendientes de lo que suceda en el Vaticano durante los próximos días, cuando los cardenales se reúnan para votar en secreto al sucesor del papa Francisco. Pero en esta ocasión, más allá del simbolismo y la solemnidad del momento, hay otro factor que marca la diferencia: la tecnología.
En pleno siglo XXI, donde una simple imagen tomada con un móvil puede dar la vuelta al mundo en segundos, proteger el secreto del cónclave se ha convertido en una misión de alta seguridad. Y el Vaticano lo sabe. Por eso ha desplegado un impresionante escudo digital con cámaras, inteligencia artificial, inhibidores de señal y vidrios opacos para evitar cualquier filtración, por mínima que sea.
No se trata solo de impedir que se cuele un dron o que un periodista con buen zoom capte algo desde fuera. Es mucho más que eso. Es una batalla preventiva contra las amenazas modernas: el espionaje, los ataques cibernéticos, las redes sociales y, sobre todo, la desinformación. Porque en estos tiempos, una filtración malintencionada —o incluso falsa— puede sembrar dudas, desatar teorías de la conspiración o incluso generar tensiones dentro y fuera de la Iglesia.
Por eso y por los tiempos en los que vivimos —y el alcance tecnológico que tienen— este cónclave va a ser, con diferencia, el más vigilado de la historia.
Inhibidores, ventanas opacas y vigilancia 24/7
Con los posibles riesgos en mente, el Vaticano ha desplegado un arsenal de medidas de seguridad. Una de las más llamativas es el uso de inhibidores de señal, que bloquean cualquier tipo de comunicación inalámbrica dentro de las áreas clave del cónclave. Es decir, ningún dispositivo puede emitir o recibir señales. Móviles, micrófonos ocultos, transmisores: todo queda silenciado.
También se han cubierto las ventanas con películas opacas para impedir que drones o satélites puedan capturar imágenes desde el exterior. Además, se van a realizar inspecciones minuciosas antes y durante el proceso para detectar cualquier dispositivo espía. Y, asimismo, se vigilan continuamente los espacios con más de 650 cámaras conectadas a un centro de control subterráneo.
El objetivo es uno: preservar el silencio, la confidencialidad y la integridad del proceso. Que el nombre del nuevo pontífice no se filtre antes de tiempo y que el ritual de la fumata blanca conserve todo su simbolismo.
Inteligencia artificial al servicio del silencio
Que el Vaticano recurra a inteligencia artificial para proteger un proceso tan tradicional como el cónclave puede sonar poco ortodoxo, pero tiene todo el sentido del mundo. Este tipo de tecnología ya no es solo cosa de grandes empresas o laboratorios científicos: se ha convertido en una herramienta clave para descubrir amenazas en tiempo real.
Según señala el medio internacional Wired, este tipo de tecnología se está implementando en el proceso de elección del nuevo papa, aunque no se especifica exactamente cómo. Una posibilidad sería que las propias cámaras de videovigilancia tuvieran implementado un sistema de IA capaz de ‘entender’ lo que ven y advertir anomalías gracias a algoritmos entrenados, como por ejemplo reconocer patrones de movimiento, identificar comportamientos inusuales o detectar la presencia de objetos que no deberían estar ahí.
Es curioso que el Vaticano recurra a esta tecnología sobre la que el propio papa Francisco advirtió hace no tanto tiempo.
Un ritual milenario frente a los retos del siglo XXI
Aunque estas medidas pueden parecer propias de una película de espías, son hoy necesarias para mantener a salvo uno de los secretos mejor guardados del mundo moderno. La Iglesia, con más de dos mil años de historia, es consciente de que incluso sus tradiciones más antiguas deben adaptarse a los desafíos del presente.
El cónclave es, por definición, un proceso de puertas cerradas, alejado del bullicio del mundo exterior. Pero actualmente ese mundo exterior es más ruidoso, más impredecible y más intrusivo que nunca. En una era marcada por la sobreexposición, el rastreo constante y la desinformación viral, incluso un evento tan cuidadosamente diseñado para el silencio necesita protegerse con herramientas del presente.
Lo que ocurre en el Vaticano estos días no solo habla del futuro de la Iglesia, también nos dice mucho sobre el tipo de sociedad en la que vivimos. Una en la que la confianza se gana protegiendo la privacidad. Una en la que la tradición puede y debe convivir con la innovación tecnológica. Y una en la que instituciones milenarias como el Vaticano se ven obligadas a adaptarse a los mismos desafíos digitales que enfrentan gobiernos, empresas y ciudadanos.
Así, mientras los cardenales votan en secreto al nuevo pontífice, será la tecnología —paradójicamente— la encargada de garantizar que ese secreto permanezca intacto. Porque hoy, más que nunca, proteger el silencio también es una cuestión de inteligencia. Puede que artificial, sí. Pero inteligencia, al fin y al cabo.