Publicado: mayo 6, 2025, 4:23 am
España ha sido uno de los grandes países del catolicismo. De hecho, uno de los basamentos del Imperio español fue la religión católica, especialmente con Carlos V y su hijo Felipe II. Y sin embargo, el Vaticano no ha agradecido mucho todo ese esfuerzo. España ha mandado poco en la Iglesia de Roma; como que sólo ha habido dos papas españoles (o dos y medio). La Santa Sede ha sido durante siglos un asunto muy italiano.
En la silla de San Pedro del Vaticano sólo se han sentado dos papas españoles: Calixto III y Alejandro VI. Y hace mucho, en los convulsos tiempos del Renacimiento. El «medio» papa español sería Dámaso I, que nació no se sabe a ciencia cierta si en la provincia romana de Gallaecia o en la de Lusitania.
Calixto III
El primer papa español se llamaba Alfonso de Borja y nació en 1378 en Xàtiva (Valencia). En 1455 se convirtió en el papa Calixto III. Para entonces la Iglesia de Roma ya había tenido 208 pontífices. Alfonso era un Borja, o sea, un Borgia.
Puede que el apellido sea aragonés y provenga de la localidad zaragozana de Borja. Pero cuando los de aquella noble familia valenciana cruzaron el Mediterráneo para asentarse en Roma, el apellido, con el tiempo, se acabó italianizando hasta quedar en el ya famoso Borgia.
Cuando acabó sus estudios, se inició en la Corona de Aragón en la que destacó como jurista y diplomático. Eran tiempos convulsos para la Iglesia católica, que vivía en pleno cisma. En ese contexto, Alfonso tuvo un papel muy importante.
Abrazó la causa de Benedicto XIII, antipapa, del que recibió el título de canónigo. Cuando Alfonso V de Aragón resolvió retirarse del Cisma y ponerse con su reino bajo la jurisdicción de Martín V, Alfonso Borja actuó como mediador con el sucesor de Benedicto, Clemente VIII y le indujo a someterse al papa legal.
Martín V nombró a Borja obispo de Valencia en 1429 y en 1444 Eugenio IV le hizo cardenal. «En ambos cargos fue notable por su vida morigerada, la firmeza de sus propósitos y su prudencia ante las dificultades serias. La opinión popular lo había señalado para el papado», explica la Enciclopedia Católica (EC). El 25 de marzo de 1455, murió el papa Nicolás V y Alfonso fue elegido con el nombre de Calixto III.
Como papa estuvo principalmente preocupado con la organización de la Europa cristiana contra la invasión de los turcos. Constantinopla había sido capturada por Mohamed II y Calixto puso todo su empeño en recuperarla. Envió nuncios a todos los países de Europa para que los príncipes se unieran en un esfuerzo final para terminar con la invasión turca.
Se predicó la Cruzada, se reclutaron voluntarios y se recogieron impuestos para pagar ese dispendio militar. Calixto III ordenó que las campanas tocaran a medio día para recordar a los fieles que debían orar por el bienestar de los cruzados. Pero los príncipes europeos tardaron en responder (podían más las guerras y enfrentamientos entre unos y otros) y el papa español no logró reunir suficientes apoyos.
Al margen de esta cuestión, el papa fue acusado de nepotismo. Había elevado ya al cardenalato a dos de sus sobrinos, uno cuales, el joven Rodrigo, llegaría a ser más tarde papa como Alejandro VI. Nombró a un tercero gobernador del Castillo de Sant’Angelo y le dio el título de duque de Espoleto.
Durante su papado, se rehabilitó a Juana de Arco. Se revisó su juicio, se anuló la sentencia y se proclamó la inocencia de la Doncella de Orleáns.
Alejandro VI
Rodrigo de Borja fue el segundo; el segundo y el último. Nació también en Xativa, el 1 de enero de 1431. Ya se ha dicho, era sobrino (sobrinísimo) del papa Calixto III.
El joven Rodrigo «no había aún hecho una elección definitiva de profesión cuando la elevación de su tío al papado le abrió nuevas perspectivas a su ambición. Fue recibido en el seno de la familia cercana de Calixto y desde entonces los italianos lo conocieron como Rodrigo Borgia», dice la EC. Su tío fue quien lo envió a estudiar leyes a la Universidad de Bolonia. En 1456, con 25 años, fue nombrado cardenal diácono de San Nicolo in Carcere. En 1471 se convirtió en cardenal obispo de Albano.
Acumuló cargos y poder. La lista de arzobispados, obispados, abadías y otras dignidades que poseía Rodrigo lo convirtió en uno de los hombres más ricos de su época. «En él se combinaban una rara prudencia y vigilancia, una reflexión madura, un maravilloso poder de persuasión, una habilidad y capacidad de conducir los asuntos más complicados», escribió su contemporáneo Francesco Guicciardini, uno de los principales intelectuales del Renacimiento italiano. Tantas eran sus virtudes para las cosas terrenales que fue reprobado por el Papa Pío II al cumplir los 29 años.
Por escaso margen de votos, fue proclamado papa en la mañana del 11 de agosto de 1492. Se requería una mayoría de dos tercios, y se la aseguró con su propio voto (se le llegó a acusar de sobornar voluntades para la compra de votos, cosa que nunca ha podido demostrarse). Adoptó el nombre de Alejandro VI.
Se ocupó de embellecer la Ciudad Eterna. Merece ser llamado el fundador de la Ciudad Leonina, dice la EC, que él transformó en el barrio más de moda en Roma. Via Alessandrina, hoy en día Borgo Nuovo, continúa siendo hasta hoy la magna llegada a San Pedro.
Siempre apoyó las artes y la ciencia. Alejandro reconstruyó la Universidad Romana y fomentó el desarrollo del teatro. Le debemos también los hermosos techos de Santa Maria Maggiore, el templo en el que reposan ya los restos mortales del papa Francisco. En su decoración se utilizó, según la tradición, el primer oro llevado de América por Cristóbal Colón.
De su tío Calixto heredó la política de mantener la paz entre los cristianos y de formar una coalición entre la potencias europeas en contra de los turcos. Para evitar un choque entre España y Portugal acerca de los territorios recién descubiertos, publicó la Bula Inter Caetera, que repartía el nuevo continente entre ambas naciones.
Pero ante todo utilizó sus virtudes como estratega en propio beneficio, en convertir a su familia en un poderoso clan. A su hijo César le puso al frente de los ejércitos y a su hija Lucrecia la utilizó para hacer alianzas políticas.
El 6 de agosto de 1503, Alejandro VI y su hijo César celebraron un banquete en la residencia campestre del cardenal Adriano da Corneto. Varios días después todos los comensales cayeron gravemente enfermos. El papa Alejandro falleció el 18 de agosto a los 72 años. Se dijo que queriendo envenenar a sus invitados, César acabó matando a su padre. Pero tal vez sólo fue la malaria, que en aquellas fechas causaba estragos en la campiña italiana.
El último papa español fue enterrado, junto a Calixto III, en la basílica de San Pedro. Cuando el obelisco de Nerón fue trasladado al centro de la plaza, se destruyó el monumento funerario y se recogieron los restos en una urna que años después se llevó a la iglesia de Santa María de Montserrat de los Españoles.