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Billullo, marmaja y morlacos, cuando viajan por internet se llaman pagos digitales

Publicado: octubre 10, 2025, 1:19 pm

“El dinero no es nada, pero mucho dinero, eso ya es otra cosa” George Bernard Shaw

El Billullo, la Marmaja, los Morlacos, la Plata, la Feria, la Pasta y el Cachete (éste último parece ser pariente de un gringo latoso y también checado por los güeros que apodan el Cash) todos ellos bien conocidos en el barrio como parte del famoso grupo denominado como “El F”. Cada uno su cuento, pero los del pueblo dicen que varios de ellos prefieren pasar inadvertidos, ya sea porque traen historia y los busca la Ley, porque no se llevan bien con los patrones de la Hacienda, o simplemente por ignorancia. Sin embargo, reza la leyenda que, en los temas migratorios, aunque hay miedo, siempre prevalece la curiosidad de saber cómo serán las cosas al pasar del otro lado; el punto es brincar la línea, ¿habrá más servicios?, ¿más vigilancia?, ¿pierdes tu libertad?, eso es seguramente lo que piensan antes de subirse al tren que los cruzará para obtener el distinguido y moderno nombramiento de Pagos Digitales. Aquí la continuación del artículo previamente publicado “En México, “papelito habla” o la preponderancia del dinero en efectivo”.

Curioso, incluso lo anterior pareciera sólo un comentario chusco, pero en realidad hasta en la conocida como Ley Fintech vemos este tipo de cambio de categoría y renombre del dinero, ya que un depósito que pasa por las garitas de una IFPE autorizada se convierte en Fondos de Pago Electrónico, se administra, transacciona e incluso puede volver a recobrar su naturaleza de moneda; así es, puedes ir a un cajero automático y obtener de nueva cuenta el tradicional F. Ya lo veíamos en las clásicas series de ciencia ficción, para que pueda haber teletransportación, primero se desmaterializa el objeto, se transfiere y se vuelve a materializar en el lugar de destino. Lo cierto es que como decíamos en la entrega anterior, en nuestro país la prevalencia de uso de dinero en efectivo sigue siendo substancial. Estudios e investigaciones al respecto, hay varios aunque tal vez en México, los dos más relevantes y con comparativos históricos, serían los publicados por el Banco de México y la Encuesta Nacional de Inclusión Financiera (INEGI-CNBV), que al no estar realizados con la misma metodología, basarse en grupos de análisis diferentes y no compartir el mismo objetivo, presentan resultados distintos pero coincidentes en la dominancia del dinero en efectivo como medio de pago. Por considerar que la información que se desprende de la ENIF (2024) es más apropiada para esta nota, continuaremos basándonos en sus resultados sin soslayar que algunos supuestos de medición del Banxico, llevan a estimar el uso de dinero en efectivo en cierto segmento de transacciones hasta en un 95%.

Como decíamos, las circunstancias económicas, culturales, geográficas e incluso de edad y género, influyen en la determinación de los hábitos tecno-financieros de las personas y en el caso que nos ocupa, esto se confirma. La ENIF nos muestra que por ejemplo tratándose de compras de más de $500 la frecuencia en el uso de medios de pago es la siguiente: En el Sur del país 82% pago en F; 11.7% Tarjeta de Débito/Crédito y 6.3% Transferencia/aplicación celular; Centro Sur/Oriente: 78.2% F, 13.8% TC/TD y 7.9% T/A; Noreste: 65.5% F, 25% TC/TD y 9.5% T/A; Noroeste: 67.4% F; 25.6% TC/TD y 7% T/A; y en la Ciudad de México: 55.2% en F, 35.5% TC/TD y 9.4% T/A. Mismo país, con 5 realidades perceptiblemente distintas, sobre todo al comparar los datos de la CDMX con los reportados por la parte Sur de México.

Por otra parte, la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares (ENDUTIH 2023) elaborada por el INEGI e IFT, nos evidencia el crecimiento que ha tenido en los últimos años reportados (2020-2023) de personas usuarias de internet pasando de 83 a 97 millones de personas, crecimiento que impacta casi por igual a los ámbitos urbanos y rurales del país. Cabe enfatizar que, de este universo de usuarios de internet, el 97.1% lo pueden hacer a través de su dispositivo móvil, pero sólo el 29.7% de los usuarios de internet lo utiliza para hacer pagos y 27.3% para hacer operaciones bancarias, mientras que en su uso para otras actividades como acceder a redes sociales (91.5%) o entretenimiento (88.1%), el indicador es substancialmente mayor. Existen importantes brechas digitales que obstaculizan la realización de pagos por internet, sobre todo en poblaciones rurales pequeñas y alejadas, pero por las cifras expuestas, parece que no es el problema toral para disminuir el uso del F como medio de pago.

También en la nota anterior, comentábamos el caso de Bolivia que siendo el país de la región con el mayor nivel de economía informal (80%) ha logrado incrementar notoriamente el uso de transacciones interbancarias de bajo valor, situación que, aunque siempre será relevante, parece que tampoco es causal directamente proporcional de la preponderancia del uso de dinero en F. Adicionalmente, me permito citar algunos datos obtenidos del documento “Ecosistemas de Pagos Digitales en América Latina y el Caribe, Fichas de Países”, elaborado en 2024 por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), y bajo las metodologías que ahí se detallan, entre otros, resultan los siguientes datos de estos países: Argentina con un 52% de adultos que realizan pagos digitales y un 4% que desearía hacerlos pero no puede; Bolivia 22% lo hacen y 41% quisieran pero no pueden; Brasil 61% lo hacen y 6% quisieran pero no pueden; Chile 70% lo hacen y 4% quisieran pero no pueden; y México 32% lo hacen y 19% quisieran pero no pueden. Si nos vemos en comparación con Argentina, Brasil y Chile, estamos muy por debajo en el indicador de personas que realizan pagos digitales y muy por arriba, en el indicador de personas que quisieran hacerlo, pero no pueden.

En suma, como suele suceder con los fenómenos sociales, estas conductas tienen una multicausalidad y pensar en una solución, necesariamente implica que las acciones que se implementen se diseñen desde las diversas ópticas, pero en forma integral y sistémica. En otras palabras, se reconoce que hay una brecha de infraestructura tecnológica, se sabe que desafortunadamente nuestra economía tiene una creciente participación de actores en la informalidad, contamos en Banxico con un eficiente y exitoso SPEI pero con un DiMO y un CoDI que no han logrado despegar, tenemos un marco regulatorio complejo que amerita actualizaciones y autoridades financieras que requieren apoyo y refuerzo de sus estructuras humanas y tecnológicas, la inoperatividad por ausencia del open finance transaccional previsto en la Ley Fintech no contribuye a equilibrar la preponderancia que a la fecha subsiste entre los subsectores financieros llamados tradicionales y los nuevos, y por supuesto, el ámbito cultural que a base de costumbres, hábitos e incluso temores, desincentiva materialmente a la adopción de estas nuevas tecnologías para tareas tan ordinarias como hacer pagos en el mercado, la miscelánea o a los estimados boleros y lavacoches.

Finalmente, todo cambio conlleva ventajas y desventajas, da pie a nuevas visiones y deja fuera a las que ya se consideran como obsoletas o caducas; como tal vez pudiera ser el caso de aquel típico folclorismo que atestiguan algunas películas populares del cine mexicano en el que se ve a una Doña, recibiendo un billete, doblándolo sin dejar de sostener la mirada con su interlocutor y guardándolo muy cerquita de su corazón.

X: @LBartoliniE

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