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Así se fraguó el robo del siglo: el asalto al tren millonario

Publicado: agosto 10, 2025, 1:23 pm



ITER CRIMINIS
por Carmen Corazzini



¿Cómo se roban 60 millones de euros? Pensemos en un tren. En los años 60 muchos funcionaban gracias a un motor diésel central. No movía directamente las ruedas, pero generaba electricidad para alimentar varios motores situados sobre los ejes. Esos motores hacían girar las ruedas y desplazaban la locomotora. Todo el sistema descansaba sobre los bogies, que eran estructuras con ruedas, suspensión y frenos, que soportaban el peso y permitían la marcha. Un engranaje perfecto. Y eso es precisamente lo que hace falta para cometer el robo del siglo: una maquinaria humana tan precisa como la de una locomotora inglesa.

En plena época de contrastes, cuando en la sociedad inglesa aún regurgitaban ecos de posguerra y emergían las minifaldas al tempo de los Beatles, un tal Bruce Reynolds acaparaba informes en despachos policiales. Entre los callejones oscuros y los clubes de alto standing, este ladrón de guante blanco y gafas de pasta fue tejiendo su gran golpe. El tipo había escuchado a un par de delincuentes hablar de la falta de seguridad en las líneas ferroviarias, y si había algo que amaba más que el whisky y las mujeres, eran los retos y el dinero.

El tren postal nocturno transportaba sacas de cartas y paquetes entre oficinas centrales de correos y bancos del Reino Unido. Entre esa correspondencia había remesas bancarias, mucho dinero en efectivo enviado desde bancos locales en Escocia hacia sus sedes principales en Londres. Reynolds contactó con viejos conocidos y montó una banda formada por el ex boxeador Ronald Buster Edwards, un experto electricista llamado Roger Cordery, su mano derecha Gordon Goody, un piloto de carreras, Roy James, algunos tipos fuertes y violentos, y una sucesión de perfiles variopintos hasta alcanzar una quincena de hombres. Cada uno tendría un objetivo preciso. El objetivo era el tren de correos nocturno de Royal Mail que viajaba de Glasgow a Londres.

Un informador, al que llamaron “Ulsterman” y que jamás fue identificado, le había revelado el día exacto en el que el tren llevaría la carga de dinero, la posición del vagón que contenía los paquetes de alto valor, y el horario en el que pasaría por el punto establecido. Reynolds acababa de reunir todas las piezas de una maquinaria del crimen perfecta. Y a partir de aquí, el engranaje comenzó a girar. Reynolds ejerció de motor del plan y puso en marcha la operación. En la madrugada del 8 de agosto de 1963, alrededor de las 3 de la mañana, el tren de la Royal Mail fue detenido por una señal ferroviaria falsa, colocada por la banda, a la altura del puente Bridego, cerca de Leighton Buzzard. La señal había sido manipulada por Roger Cordrey y John Daly, expertos electricistas. Usaron una batería portátil para simular una luz roja y obligaron al tren a parar. Esa era su única misión.

A continuación, entraron en juego los demás. Una vez detenido, el maquinista Jack Mills salió de la cabina para investigar la señal y fue golpeado con una barra de hierro. La banda desacopló la locomotora y los dos primeros vagones, uno de los cuales transportaba el dinero, y le obligaron a mover el tren hasta el punto de descarga. En ese momento, otros miembros del equipo, en cadena humana, rodaron el botín de mano en mano, desplazándolo hasta la salida. En menos de una hora, cargaron 120 sacas con más de 2,6 millones de libras en efectivo (que por la inflación hoy equivaldría a más de 60 millones de euros) en varios camiones, y huyeron sin un solo disparo. Un convoy delictivo perfectamente sincronizado.

Tras el robo, se refugiaron en una granja llamada Leatherslade Farm, donde contaron el dinero y celebraron el golpe. En el frenesí de la ilusión y de la borrachera se dejaron muchas pruebas y una decena de huellas dactilares en un tablero del Monopoly en el que usaron billetes reales porque, total, tenían de sobra. Pero ese error los llevaría a prisión. El robo empezó a investigarse con el peso de la prensa internacional. No hubo tabloide en esas fechas que no hablase del famoso “robo del siglo”. Parecía imposible que un grupo de ladrones fuesen capaces de apropiarse de semejante botín.

Pocos días más tardes, la denuncia de un vehículo sospechoso llevó a la policía hasta esa granja. La base de datos de los investigadores contaba con varios varios perfiles criminales y allí tenían bastantes y algunos coincidieron. Identificaron rápidamente a Roger Cordrey, Ronnie Biggs, Gordon Goody o Tommy Wisbey, pero el cabeza de cartel consiguió huir durante varios años. En enero de 1964, en el Tribunal de Aylesbury, se celebró uno de los juicios más mediáticos y largos del Reino Unido. Participaron más de 200 testigos y se presentaron hasta 600 pruebas. Los miembros condenados recibieron penas de entre 25 y 30 años. La justicia quiso castigarlos por la humillación nacional que habían provocado.

Raynolds fue capturado en 1968 mientras disfrutaba de los millones en Torquay. Su historia dio la vuelta al mundo, al cine y a la música. Como el tren que asaltaron, su plan solo funcionó porque cada pieza, cada hombre, encajaba en el lugar exacto. Uno generaba energía, otro la traducía en acción, otro controlaba la presión y todos marchaban unidos, como vagones atados por un mismo destino. El dinero.

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