Arca de la Alianza, Santo Grial, los gigantes del Tíbet... los tesoros e iconos ocultistas que Hitler deseó para asegurar el dominio nazi - Estados Unidos (ES)
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Arca de la Alianza, Santo Grial, los gigantes del Tíbet… los tesoros e iconos ocultistas que Hitler deseó para asegurar el dominio nazi

Publicado: abril 25, 2025, 3:23 am

Cuentan que Adolf Hitler leía mucho, constantemente, deprisa y desordenadamente. El dictador alemán, que sufría de insomnio crónico, se leía dos libros cada día. Lector ávido, leía todo tipo de libros, pero tenía sus preferencias. Una de ellas era el ocultismo. Hitler y toda la ideología nazi bebieron de ese ismo ambiguo y acientífico, y buscaron en él justificaciones, armas y argumentos. El Arca de la Alianza, el Santo Grial o los gigantes del Tíbet son solo algunos ejemplos de tesoros y monstruos que su régimen buscó activamente.

Los historiadores calculan que la biblioteca de Hitler —el día 30 de abril se cumplen 80 años de su suicidio— estaba formada por más de 15.000 títulos, repartidos entre sus tres residencias habituales. Frederick Cable Oechsner estimó la colección en 16.300 volúmenes. No registros exactos, ya que varios libros fueron destruidos por los Aliados, pero era una enorme biblioteca.

En 1945, el Ejército de Estados Unidos confiscó buena parte de ella. Muchos de esos libros quedaron depositados en la sección de ‘libros raros y colecciones especiales’ de la Biblioteca del Congreso de Washington. Otros se conservan en la Biblioteca John Hay de la Universidad de Brown, en Providence, Rhode Island.

Biblioteca nazi

El historiador Timothy Wernig Ryback ha dedicado mucho tiempo al análisis de la biblioteca del líder nazi. «Se puede saber mucho de una persona por lo que lee. Los restos de la biblioteca personal de Adolf Hitler, que se han conservado y en gran medida ignorado, revelan un profundo pero errático interés por la religión y la teología«, escribió en 2003 en The Atlantic.

Ryback ha podido comprobar que entre ese enorme conjunto de volúmenes hay más de un centenar dedicados al esoterismo, ocultismo y lo espiritual. «Hay más de 130 libros sobre temas religiosos y espirituales, que van desde el ocultismo occidental hasta el misticismo oriental y las enseñanzas de Jesucristo», resume.

En la biblioteca de Hitler había libros pseudohistóricos sobre simbología oculta, astrología, espiritismo, orientalismo, ariosofía o runas, entre otras cosas. Y de Nostradamus, que interesó mucho al dictador nazi. «Las predicciones de Nostradamus pertenece a un paquete de libros de ocultismo que Hitler adquirió a principios de la década de 1920 y que fueron descubiertos en las dependencias privadas de su búnker de Berlín por el coronel Albert Aronson en mayo de 1945″, precisa Ryback.

Muchos interpretan que Nostradamus habló de Hitler. Así lo creen tras leer la cuarteta número LVIII de la centuria III de la obra del francés. Allí se lee esto:

«Cerca del Rín de los montañas Nórdicas

Nacerá un grande de gentes demasiado tarde venido,

Que defenderá Sarmacia y Panonia,

Que no se sabrá lo que sucederá».

Compromiso intelectual con el ocultismo

La atracción por el ocultismo no era exclusiva de Hitler. Como ha escrito el historiador Juan Baráibar en Libros para el Führer (Inédita Editores, 2010), «en general, en Alemania y Austria la atracción por el esoterismo se convirtió en uno de los rasgos definidores de cierta cultura política ultraconservadora».

Queda claro que Hitler leía bastantes libros sobre ocultismo, espiritismo y otros ismos pseudocientíficos, pero ¿se creía lo que leía? «La mayoría de los estudiosos descartan la idea de que Hitler se tomara en serio las ideas de estos cultos, pero los márgenes de varios de sus libros confirman al menos un compromiso intelectual con la esencia del ocultismo de la era de Weimar», escribe Ryback.

La realidad se fue imponiendo. Cuanto más se centró Hitler en su invasión de Europa y en el exterminio de judios, gitanos, homosexuales y comunistas, menos tiempo tuvo para leer sobre temáticas heterodoxas. Según Baráibar, un primer examen de los libros de la Biblioteca de Hitler «pone de manifiesto que su densidad es mayor en la primera mitad de los años veinte».

Himmler, el gran iluminado

A buen seguro que Hitler hablaba mucho de estos temas con Heinrich Himmler, uno de los principales líderes del Partido Nacionalsocialista Alemán de los Trabajadores (NSDAP). Éste quería que el centro espiritual del Nuevo Orden nazi fuese el castillo de Wewelsburg, donde se reunían jerarcas de las SS, y en cuya torre norte se conjugaban la cruz gamada y el sol negro.

Himmler, una de las personas más poderosas en la Alemania nazi, veía a las SS como una «orden» al estilo de los Caballeros Teutónicos de la época medieval. Las teorías sobre el origen de los arios y la naturaleza del Grial, así como la mitología nórdica y celta, influyeron enormemente en él. Vinculó este interés con su filosofía racista, buscando pruebas de la superioridad racial aria y de los países nórdicos desde la Antigüedad.

La creencia en la superioridad racial de los alemanes surgió a base de manipular el significado de parte de la herencia cultural y con afirmaciones pseudocientíficas. En 1935, Himmler fundó la Ahnenerbe, una asociación para apoyar y financiar las actividades de investigación sobre la existencia y el pasado de la raza aria. Los resultados, exagerados y tergiversados, era usados para justificar la guerra y el exterminio de los distintos enemigos: judíos, comunistas, homosexuales, gitanos, etc.

Al Tíbet, buscando gigantes

Precisamente, la Ahnenerbe encargó al naturalista alemán Ernst Schäfer la expedición al Tíbet que tuvo lugar entre abril de 1938 y mayo de 1939. El objetivo era realizar investigaciones diversas sobre la geografía, etnografía y fauna y flora del Himalaya, pero también otras de tipo pseudocientífico: buscaban gigantes.

Los expedicionarios buscaron indicios que confirmasen las teorías impulsadas por la doctrina racista nazi y otras relacionadas con la afición por el ocultismo y el esoterismo de las autoridades del Tercer Reich. El antropólogo de la RuSHA, una de las secciones SS, Bruno Beger, fue el encargado de supervisar las investigaciones en su vertiente racial y ocultista. Cuando regresó a Berlín, había recopilado datos antropométricos de cerca de 400 personas.

Buscando el Arca y el Santo Grial

El concepto del Grial estaba presente en el ocultismo alemán anterior al III Reich. Existía ya una sociedad secreta ocultista llamada Hermandad del Santo Grial, también llamada Orden del Grial, que luego se reorganizó como Nueva Orden del Grial.

Himmler se interesó especialmente por el Grial. Lo persiguió. Prueba de ello es la visita que hizo a España en 1940. Estuvo en la abadía de Montserrat y allí, al parecer, preguntó por todos los documentos relacionados con el Grial. Que se sepa, marchó con las manos vacías.

De igual modo, buscaron el Arca de la Alianza. Según las Sagradas Escrituras, era un arma poderosa: tocarla provocaba la muerte y poseerla otorgaba la victoria. En su búsqueda, la sección arqueológica de las SS viajó incluso a España. Tras la pista llegaron a Toledo, a su comunidad judía, y a Madrid, al Museo Arqueológico Nacional. Creían que el Arca podría formar parte de una colección de piezas del Antiguo Egipto. Pero no.

Los nazis también quisieron hacerse con la Piedra de Scone, esa sobre la que se coronan los reyes de Inglaterra. La Ahnenerbe pretendía que una osada expedición llegara a la abadía de Westminster y robara la piedra. Lo raro es que no haya película. Pero, ¿por qué los hombres de Himmler querían poseerla? Decían que la Piedra de Scone fue sobre la que Jacob se recostó antes de soñar con la escalera que llevaba a Dios.

De la antigüedad al racismo

Otro ejemplo de este empeño por «argumentar» la supuesta superiodad nazi y aria a través de la antiguedad fue la Sociedad Thule. Creada por Rudolf von Sebottendorff, era en origen una asociación de estudio de la antigüedad alemana, pero en realidad era un grupo ocultista y racista. Fue de hecho la organización que patrocinó al Partido Obrero Alemán (DAP), más tarde transformado por Hitler en el partido nazi.

La Sociedad Thule exigía que todos los posibles miembros jurasen que por sus venas o las de sus esposas no corría sangre judía. Von Sebottendorf afirmó que Hitler y Himmler, pero también Dietrich Eckart, Rudolf Hess y Alfred Rosenberg, fueron miembros de dicha sociedad, desaparecida hacia 1925.

Eckart, director del semanario antisemita El buen alemán, fue consejero y tutor de Hitler hasta que murió en 1923. En Mein Kampf (‘Mi lucha’) mostró su reconocimiento: «Fue uno de los mejores. Dedicó su vida al despertar de nuestro pueblo con su pluma, sus pensamientos y, finalmente, con sus actos».

Contra la masonería, «instrumento» del judaísmo

Otra presunta herramienta de «autoridad» fue Los protocolos de los sabios de Sion. El objetivo de este libro fue justificar ideológicamente los pogromos que sufrían los judíos en la Rusia zarista. Pero en realidad era una farsa de alegato antisemita.

Basándose en ese libro publicado por primera vez en 1902, los nazis consideraban que el judaísmo se servía de la masonería. En 1934 se prohibió a los masones pertenecer al Partido Nazi y que fuesen militares o empleados públicos en Alemania. Ese año se empezaron a cerrar logias alemanas y en 1935 ya se encontraban todas clausuradas.

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