Publicado: septiembre 22, 2025, 3:23 pm
Los vecinos de Ámsterdam han llevado este lunes al Ayuntamiento a los tribunales por permitir que las pernoctaciones turísticas superen de forma sistemática el límite de 20 millones anuales, tras años de promesas incumplidas. Los ciudadanos denuncian de que el turismo masivo está transformando la ciudad en un «parque temático» y expulsando a sus residentes.
La iniciativa ciudadana ‘Ámsterdam tiene una elección’ presentó este lunes una demanda contra el Consistorio, respaldada por 50.000 euros recaudados entre los vecinos y por 12 asociaciones locales que comparten la misma preocupación: que la capital neerlandesa pierde a marchas forzadas su carácter original bajo la presión de millones de visitantes.
«Todo empezó en 2020, durante la pandemia, cuando lanzamos una petición para limitar las pernoctaciones turísticas. En pocos días reunimos 30.000 firmas, suficiente para un referéndum. El municipio no lo quiso, así que negociamos y en 2021 se aprobó una ordenanza que fijaba un máximo de 20 millones de pernoctaciones al año«, explica Jasper van Dijk, uno de los impulsores.
Solo en 2023 se registraron 22,9 millones de noches de hotel. La norma también obligaba al Ayuntamiento de Ámsterdam a hacer previsiones y tomar medidas en caso de superar ese umbral. «Las proyecciones dicen que aumentará a 24 hasta 28 millones en 2027, y le decimos al municipio: no has hecho lo suficiente; dijiste que ibas a actuar, y no lo hiciste», recalca.
El malestar de los residentes no es nuevo. En distintos barrios, sobre todo en el centro histórico y en la zona de De Wallen (Barrio Rojo), las tiendas tradicionales de barrio han dado paso a comercios de souvenirs, mientras los apartamentos y hasta los edificios públicos se han reconvertido en hoteles y alojamientos turísticos. En las aceras, las largas colas frente a las atracciones virales en redes sociales impiden incluso caminar al resto de turistas, pero sobre todo a los vecinos de la ciudad, que llevan años denunciando dificultades para realizar tareas del día a día ante las masas.
El Ayuntamiento, bajo presión, introdujo algunas medidas estos últimos años: aumentó la tasa turística -ya es la más alta de Europa, con un 12,5%-, prohibió la construcción de nuevos hoteles y redujo a la mitad el número de cruceros fluviales y marítimos. Pero los vecinos aseguran que estas medidas son insuficientes y no abordan el verdadero problema: «demasiados turistas».
También impuso medidas para reducir las molestias en el centro histórico, lo que incluyó multas por fumar marihuana, prohibición de beber alcohol y campañas destinadas a grupos de jóvenes que acuden de fiesta a la ciudad, como para despedidas de soltero o pub crawls (ruta de bares). «Claro que han tomado medidas, pero no bastan. Tienen que hacer mucho más», sostiene Van Dijk,
El impulsor de la iniciativa señala que la consigna de los demandantes es clara: «Un acuerdo es un acuerdo». Y su exigencia, sencilla: que el Consistorio respete la ordenanza que él mismo aprobó. Entre sus propuestas, subrayan restringir el acceso de los turistas a los coffeeshops, como ocurre en otras ciudades neerlandesas, pero insisten en que lo más urgente es un aumento del impuesto turístico.
El caso ahora está en manos de la Justicia, que deberá evaluar si la ciudad ha incumplido su propia normativa. «El primer paso será demostrar que representamos a suficientes habitantes de Ámsterdam. Eso se decidirá en una audiencia a principios del año que viene, y estamos tranquilos porque tenemos mucho apoyo», apunta Van Dijk.
Para los vecinos, la vía judicial es la última esperanza tras años de peticiones, cartas, artículos en prensa y conversaciones con las autoridades. «Si un ciudadano se salta una norma recibe una multa, pero cuando el propio municipio rompe sus compromisos no pasa nada. Eso no puede existir en un Estado de derecho», subrayan los promotores.
Lo que está en juego, según los vecinos, no es solo la calidad de vida de quienes habitan la ciudad, sino la identidad misma de Ámsterdam, cada vez más eclipsada por el ruido de maletas de ruedas, excursiones en grupo y pisos turísticos multiplicados gracias a plataformas como Airbnb. «Ámsterdam no rechaza el turismo, pero tiene que haber equilibrio. Si uno de cada cinco vecinos evita el centro histórico más bello del mundo porque ya no lo siente suyo, entonces algo va muy mal», concluye Van Dijk.