Alemania y el viraje nuclear: entre la dependencia fósil y la competitividad industrial - Estados Unidos (ES)
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Alemania y el viraje nuclear: entre la dependencia fósil y la competitividad industrial

Publicado: septiembre 24, 2025, 6:05 am

El cierre definitivo de las centrales nucleares en Alemania en 2023 se presentó como un hito simbólico de esa apuesta por el sol y el viento como pilares del suministro eléctrico. Sin embargo, la realidad económica y climática ha colocado a Berlín frente a un dilema que ya no puede ignorar: mientras sus precios de la electricidad se disparan hasta nueve veces más que los de Francia, su industria pierde competitividad y las emisiones de CO₂ aumentan. Aunque Alemania mantiene formalmente el abandono nuclear, los últimos movimientos políticos y regulatorios muestran un viraje pragmático: reconoce que el hidrógeno rosa —producido a partir de energía nuclear francesa— puede alimentar su industria. Una admisión que supone, de facto, aceptar que la nuclear sigue siendo indispensable para sostener el pulso energético europeo, aun cuando el debate interno siga marcado por la desconfianza histórica hacia esta tecnología. El hidrógeno rosa se presenta como vector clave para descarbonizar sectores industriales donde la electrificación directa es difícil. Al importar este combustible bajo en emisiones, Alemania no solo reduciría su huella de carbono, sino que también recuperaría competitividad frente a rivales europeos y globales. Según Bloomberg, en los últimos días el precio mayorista de la electricidad en Alemania ha sido hasta nueve veces superior al registrado en Francia. La explicación radica en la diferente mezcla de generación. Cuando el viento y el sol no producen lo suficiente, Alemania recurre masivamente a centrales de gas y carbón. Estos combustibles importados, sumados al coste de los derechos de emisión de CO₂, encarecen la electricidad y multiplican la volatilidad. Francia, en cambio, se beneficia de una amplia flota de 56 reactores nucleares que aseguran un suministro estable, continuo y prácticamente libre de emisiones. Esa diferencia no solo protege a los consumidores galos de las oscilaciones del mercado, sino que otorga a su industria una ventaja competitiva clave frente a la alemana, especialmente en sectores intensivos en energía como el acero, el químico o el automóvil. El abandono nuclear ha supuesto para Alemania un triple problema. Primero, la pérdida de una fuente autóctona y estable de electricidad. Segundo, una mayor dependencia de combustibles fósiles importados en un contexto de tensiones geopolíticas y precios elevados. Y tercero, el incumplimiento de sus propios compromisos climáticos: el uso intensivo de gas en ciclos combinados está disparando las emisiones de CO₂, alejando al país de sus objetivos de reducción. Las voces críticas alertan de que el idealismo de la Energiewende (la transición energética alemana) ha desembocado en una paradoja: Alemania lidera la instalación de renovables en Europa, pero al mismo tiempo registra los precios de electricidad más altos y las emisiones más abultadas del continente. El contexto europeo también ha cambiado. En su último discurso sobre el Estado de la Unión, Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, defendió con claridad que Europa debe generar más energía renovable autóctona «con las nucleares como centrales de base». Sus palabras reflejan la voluntad política de dar a la energía nuclear un papel protagonista en la autonomía energética y en la lucha contra el cambio climático. En paralelo, el Tribunal de Justicia de la UE acaba de rechazar el recurso presentado por Austria contra la inclusión de la nuclear en la taxonomía verde. La sentencia confirma que la generación nuclear puede considerarse ambientalmente sostenible y subraya que es capaz de proporcionar electricidad de manera «continua y fiable» en un momento en el que las renovables aún no alcanzan suficiente escala. Con este fallo, el poder legislativo y el poder judicial europeos se alinean en una misma dirección: apoyar tanto el mantenimiento de los reactores existentes como la creación de nuevos proyectos, incluyendo los pequeños reactores modulares (SMR), que prometen mayor flexibilidad y seguridad. La combinación de precios desorbitados, pérdida de competitividad industrial y aumento de emisiones ha obligado a Alemania a reconsiderar su estrategia. El país que hace poco proclamaba el adiós definitivo a la nuclear empieza ahora a admitir, aunque de manera indirecta, que no puede prescindir de ella si quiere garantizar un suministro seguro, asequible y limpio. El viraje no implica necesariamente una reapertura de las centrales cerradas, pero sí la aceptación de que el futuro energético europeo pasará por una coexistencia entre renovables y nuclear. Y que la autonomía estratégica frente a los productores de gas y petróleo exige diversificar tecnologías, sin descartar ninguna fuente baja en emisiones. La sentencia del Tribunal de la UE, el respaldo político de la Comisión y la propia decisión alemana de recurrir al hidrógeno nuclear francés señalan un cambio de rumbo en la narrativa energética europea. La nuclear, lejos de desaparecer, se consolida como pieza fundamental en la descarbonización y en la independencia energética del continente. En definitiva, Alemania no ha vuelto oficialmente a la energía nuclear, pero la realidad la está obligando a reconciliarse con ella. Y ese giro, aunque parcial y pragmático, puede marcar un punto de inflexión en la política energética de toda Europa.

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