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Dulce, seis años después: la mirada que se convirtió en voz y guía

Publicado: noviembre 9, 2025, 9:23 am

Dulce, seis años después: la mirada que se convirtió en voz y guía

En 2019 publicamos un documental de 37 minutos sobre Dulce, una niña con parálisis motora que aprendía a comunicarse usando únicamente sus ojos y un sistema de eye-tracking de Irisbond. Cuando empezó con él, tenía seis años. El proceso de aprendizaje acababa de comenzar.

Los dieciocho meses de grabación culminaron con un momento que resumía todo el esfuerzo: ante sus compañeros de clase, usando su comunicador, Dulce anunció «mi madre tiene un bebé». Pura manifestación de deseos, voluntad de compartir. Quizás la primera vez que no solo nombraba al mundo sino que lo moldeaba.

Seis años después, hemos vuelto a hablar con Raúl, su padre. Hoy Dulce tiene trece años, su hermano Max ya tiene diez, y Dante, aquel bebé que empezaba a asomar en Raquel, ya tiene cinco años.

El comunicador sigue siendo su voz, pero lo que ha cambiado es lo que dice con él y para qué lo usa.

De espectadora a profesora

Cuando la conocimos, Dulce aprendía a usar el dispositivo con la paciencia de Celia primero y Mariano después, sus educadores. Reventaba globos virtuales en la pantalla, relacionaba pictogramas con conceptos, construía frases básicas.

El proceso era metódico y agotador: cada sesión requería calibración previa, concentración sostenida, y la promesa difusa de que aquello, algún día, le daría independencia comunicativa, algo entonces muy remoto.

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Dulce presentándose en una de sus charlas. Imagen cedida.

Ahora Dulce está al otro lado. Ya no solo domina el sistema, sino que se ha convertido en formadora de otros usuarios de comunicadores mediante la Fundación Gema Canales. «Está como profesora, enseñando a otros niños a usar comunicadores porque se le da muy bien y tiene mucha paciencia», explica Raúl. «Ha enseñado a usar el sistema a tres o cuatro niños ya.»

No es una actividad puntual. Según su padre, es algo que le gustaría continuar en el futuro, cuando sea adulta. El comunicador ya no es solo su herramienta de expresión, sino aquello en lo que capacita a otros. La transformación es completa: de alumna esforzándose por articular ideas simples a mentora capaz de transmitir técnica y paciencia a otros.

Conversaciones de adolescente

Lo más notable no son los saltos tecnológicos —que los ha habido, aunque moderados— sino los saltos comunicativos. En 2018, Dulce pronunciaba palabras sueltas, construía frases cortas y expresaba deseos básicos. Seis años después mantiene conversaciones más complejas. «Tiene conversaciones normales de una adolescente de 13 años., dice Raúl.

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Imagen cedida.

El cambio más notable llegó con el móvil. Dulce ya tiene el suyo propio, no como dispositivo principal de comunicación —para eso sigue usando el sistema Irisbond conectado a una tablet— sino como pasarela hacia la socialización digital propia de su edad. El móvil le permite acceder a WhatsApp y mantener conversaciones con amigos, un rito de paso adolescente. Aunque accede mediante WhatsApp Web por fluidez y comodidad, también le gusta usar el móvil con la movilidad que le permite su mano izquierda.

Esa autonomía comunicativa ha cambiado también sus dinámicas sociales. Raúl recuerda momentos en los que Dulce, en entornos nuevos con desconocidos, inicia conversaciones usando su comunicador. Los otros chavales naturalizan el sistema con rapidez: «Ah, vale, hablo y ella me responde así.» No hay incomodidad, solo una ligera adaptación al ritmo de la conversación, que es más pausado que el habla natural pero fluido para mantener diálogos completos.

La voz que no quiere cambiar

Tecnológicamente, el sistema no ha evolucionado una barbaridad en estos seis años. Las mejoras más importantes se produjeron en los años anteriores al documental, cuando el eye-tracking pasó de ser tosco a funcional. Desde entonces, los avances han sido incrementales. La velocidad de respuesta ha mejorado ligeramente, el software es algo más predictivo, pero nada transformador.

Lo más interesante es que Dulce se ha resistido a cambiar la voz del comunicador. El sistema ha ido actualizándose con más voces, incluso de niños, no solo de adultos, tal como algunos padres venían reclamando.

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Imagen cedida.

Cuando la herramienta añadió las primeras voces infantiles, Raúl fue «con toda su ilusión» a configurarla en la tablet de Dulce, pero se encontró con algo inesperado: su negativa. Ella prefería mantener la que lleva usando años, de timbre adulto. «Ya se ha acostumbrado a que ese es su sonido. Es como si a ti te cambian tu voz de la noche a la mañana, te sientes extraño, no te reconoces en ella».

Su padre especula con algo obvio pero fácil de olvidar: cuando llevas casi toda tu vida escuchándote hablar de una forma, cambiar de voz no es una mejora, es perder tu identidad sonora.

El límite sigue siendo físico

Dulce terminó la educación primaria con notas excelentes, con la única adaptación curricular en Educación Física. Ahora está en 1º de ESO y las limitaciones empiezan a aparecer, no por capacidad cognitiva sino por exigencia motora. Las matemáticas, que en Primaria eran números, ahora introducen la álgebra. «Ahí ya se puede complicar más para ella», admite Raúl.

La solución pasa por un auxiliar que transcribe lo que Dulce indica con su comunicador, un apoyo necesario no porque no entienda la materia sino porque escribir ecuaciones con la mirada es infinitamente más lento que con a mano. Es una limitación técnica, no intelectual, pero marca el ritmo de su progreso académico.

La repercusión del documental

El reportaje de 2019 no cambió la vida de Dulce ni la de su familia. No hubo transformación mediática ni avalancha de atención. Pero Raúl recuerda un efecto muy concreto: cuando tenían reuniones con la Consejería de Educación de Madrid o hacían peticiones de recursos de apoyo académico, alguien mencionaba «ah, sí, sois la familia de Dulce, la del documental.»

«Ya tenía una cara, unos ojos, una expresividad, una historia», explica. «No solo era un nombre en un dossier.» En la negociación burocrática por recursos y apoyos, esa mínima humanización del expediente jugó a su favor. No fue algo determinante, pero ayudó.

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Imagen cedida.

Para la familia, el documental cumple otra función: es el registro permanente de unos momentos únicos. Dante, el hermano que Dulce anunció a sus compañeros en aquel junio de 2019, ya ha visto cómo su hermana mayor comunicó su llegada al mundo. «Es un recuerdo bonito tenerlo ahí, fijo; de vez en cuando lo volvemos a ver y nos gusta», resume Raúl.

En 18 meses, Dulce aprendió a hablar con su mirada. En los seis años siguientes, ha madurado desde la infancia hacia la preadolescencia. Conversando, enseñando, quemando etapas. El comunicador dejó de ser su limitación para convertirse en su voz. Y ahora, en su herramienta de trabajo para ayudar a otros a encontrar la suya.

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La noticia

Dulce, seis años después: la mirada que se convirtió en voz y guía

fue publicada originalmente en

Xataka

por
Javier Lacort

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