Publicado: noviembre 2, 2025, 7:26 am
Aunque resulte sorprendente, Thora Birch, nacida en marzo de 1982 en Los Ángeles, es hija de Jack Birch y Carol Connors, ambos con un pasado en la industria del cine para adultos.
Sus padres, que siempre cuentan que la llamaron Thora inspirados en el dios nórdico Thor, la introdujeron en el mundo de la interpretación a la temprana edad de cuatro años, y con seis ya había hecho su debut cinematográfico.
En los noventa, y con apenas diez años recién cumplidos, protagonizó Hocus Pocus (El retorno de las brujas, en España), un taquillazo de Disney para Halloween, y su fama se disparó. Dio un gran salto y en los años siguientes hizo auténticos títulos de culto como American Beauty o Ghost World, que le valió una nominación al Globo de Oro.
Sin embargo, después de un prometedor inicio y en medio de lo que parecía un ascenso imparable para convertirse en una actriz consagrada de Hollywood, Birch decidió ir por otros caminos.
Giró hacia películas menos comerciales y se involucró en cine independiente y en géneros más experimentales. Algunos rumores apuntaron, entonces, a que algunos desacuerdos profesionales mientras participaba en un montaje de Drácula en Broadway frenaron su impulso en un momento clave. Y, aunque en los últimos años ha tenido presencia en la televisión, en algunas películas y, especialmente, en The Walking Dead, parece que la actriz se siente cómoda manteniéndose en la segunda línea del foco.
En una entrevista con la revista People a principios de este año, decía preferir «jugar en todos los espacios«, en lugar de centrarse en un único tipo de rol o película.
Tal vez por eso, en los últimos años, ha decidido también probar con la dirección y, aunque ni siquiera tiene redes sociales en su afán por llevar un perfil intimista, se convirtió en una de las estrellas de la pasarela en Cannes por ser una de las protagonistas de La cronología del agua, el debut como directora de Kristen Stewart.
En definitiva, aunque su visibilidad es mucho menor que en los ’90 y su presencia pública se reduce a los mínimos, su ocupación exclusiva sigue siendo el cine y la televisión, en todas sus formas, y su carrera parece muy lejos de haberse apagado.
