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¿Qué busca Donald Trump en Budapest?

Publicado: octubre 21, 2025, 3:23 am

Vaya por delante que a todas las naciones de la tierra les conviene el fin de las guerras de Gaza y de Ucrania. Sin embargo, los esfuerzos de Trump para poner fin a ambos conflictos han merecido una acogida muy diferente de la comunidad internacional.

Así, el plan de Trump para Gaza, cuyo cumplimiento exigirá toda la presión que quizá solo el magnate republicano es capaz de aplicar sobre ambos bandos, ha sido aplaudido por el este y el oeste, el norte y el sur, países cristianos y musulmanes, democracias y tiranías. La única excepción es la de la izquierda radical que, en España, denuncia el plan como una imposición… y, a la vez, se pone una medalla por haber obligado a Israel a aceptarlo con las manifestaciones que organizó en muchas de nuestras ciudades.

Frente al aplauso casi unánime cosechado en Gaza, el plan de Trump para Ucrania no ha recibido el apoyo de nadie. ¿Será eso una demostración de la rusofobia que denuncia Putin? No puede ser, porque ni siquiera el Kremlin ha dicho una sola palabra en su favor. Al contrario, en la prensa doméstica se sigue defendiendo la rendición incondicional de Ucrania, que ellos llaman «solución de las causas profundas de la guerra».

Empecemos por reconocer que, al contrario de lo que ocurrió en Gaza, no se sabe exactamente qué es lo que contiene ese hipotético plan de Trump, que, en realidad, nadie ha puesto sobre la mesa. Lo que el magnate ha dicho públicamente es, en pocas palabras, que cada uno se quede con lo que tiene; y si esa es su propuesta —en esencia, un armisticio a la coreana avalado por la ley del más fuerte— me parece la mejor de las posibles, al menos a corto plazo. Zelenski, desde luego, la aceptaría gustoso siempre que no supusiera una renuncia formal al territorio ocupado por Rusia. Pero Putin ni siquiera querrá considerarla porque, 200.000 muertos después, su Ejército no habría alcanzado ninguno de los objetivos de su operación especial.

De manera informal, en Washington —pero no en Moscú— se ha filtrado un posible cambio de postura del dictador ruso. Si fuera cierto —que no lo es— se abriría la posibilidad de intercambiar partes de Zaporiyia y Jersón por el cinturón de grandes ciudades que no ha podido conquistar en el Donbás. Zelenski, desde luego, no puede aceptar este acuerdo, ni siquiera de facto, porque supondría entregar el muro del castillo que defiende Ucrania a cambio de un pradito fuera de las murallas. Pero Putin tampoco, porque se vería obligado a la humillación de ceder tierra que él mismo ha incluido en la constitución de la Federación Rusa como propia; y porque, aunque así habría alcanzado uno de los tres objetivos de la guerra —la «liberación» del Donbás— le quedarían los otros dos: el cambio de régimen en Kiev y el desarme de su enemigo.

Entonces, ¿qué es lo que está en juego en las conversaciones que mantendrá Putin con Trump en Budapest? Desde la perspectiva del dictador del Kremlin, la cosa parece bastante clara. Él no ha cambiado la estrategia bélica, ni tampoco la táctica negociadora. Sabe que no podrá con Ucrania mientras Occidente la apoye. Por eso sigue tratando de apartar a los EEUU de la guerra, con mayor urgencia que nunca ahora que el magnate ha conseguido lo que Biden no logró: que la India renuncie al petróleo ruso. Por la misma razón, intensifica la guerra híbrida contra Europa, para tratar de conseguir un objetivo que niegan los prorrusos pero que conocemos por las palabras de Medvedev, el payaso tonto del Kremlin: «Lo principal es que los europeos cortos de vista sientan el peligro en carne propia. Que teman y tiemblen como animales tontos en un rebaño llevado al matadero».

Todo esto, que me parece bastante evidente, deja en el aire una pregunta sin responder: ¿qué es lo que espera Trump de su reunión con Putin en Budapest? El lugar es simbólico para el dictador del Kremlin. Fue en esa ciudad donde, hace ya más de 30 años, Rusia engañó a Ucrania para que cediera sus armas nucleares a cambio de garantías sobre su integridad territorial. Le encantaría volver a hacer lo mismo, aunque esta vez la víctima del engaño sea Washington y no Kiev. Por el bien de todos, esperemos que no lo consiga.

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