Publicado: octubre 9, 2025, 4:23 am
El cuarto en poco más de un año y el que menos ha durado en el cargo: Sebastien Lecornu ‘el breve’ en la era del caos en Francia. El que fuera ministro de Defensa y uno de los hombres fuertes de Emmanuel Macron ha durado menos de un mes en un cargo que, en realidad, no ha llegado a estrenar como tal. El 10 de septiembre fue nombrado por el presidente para Matignon en sustitución de François Bayrou, que a su vez llegó al mando para reemplazar a Michel Barnier. Todo va mal ahora mismo en el país galo y la cronología con Lecornu es de película.
Por partes, el domingo 5 de octubre anunció la formación de su Gobierno y tardó muy pocas horas en renunciar al cargo. El lunes 6 de octubre el propio Lecornu justificó su decisión en una comparecencia. «Ser primer ministro es una tarea difícil. Probablemente aún más difícil en este momento. Pero no se puede ser primer ministro cuando se dan las condiciones«, expuso. «Sin embargo, durante tres semanas he luchado por intentar crear las condiciones que nos permitieran aprobar un presupuesto para Francia», a pesar de los bloqueos, dijo, que han existido. Así, añadió que fue durante las conversaciones con los grupos parlamentarios cuando decidió dar el paso de renunciar. «Tenía la sensación de que retrocedíamos en vez de avanzar», sentenció en su mensaje.
«Los partidos políticos siguen comportándose como si todos tuviesen mayoría absoluta en la Asamblea Nacional», sostuvo el también exministro, subrayando que ningún grupo puede aspirar a imponer su programa político «íntegro» sin realizar al menos una concesión a las demás fuerzas. En esa línea, ha reconocido que incluso la conformación de su gabinete «no fue fluido» y ha aludido, sin mencionar nombres, a «ambiciones partidistas» que, según ha dicho, están ligadas a la «futura» elección presidencial. «Siempre hay que anteponer el país frente al partido», reclamó durante su alocución, en la que, sin embargo, no ha ofrecido ninguna propuesta concreta para afrontar la crisis política que se abre tras su salida.
Pero la tarde de ese mismo día aceptó un nuevo órdago de Macron: quedarse en funciones para intentar, por segunda vez, la formación de un Ejecutivo amplio, una «plataforma», que condujera a Francia a tener Presupuestos antes de finales de año. Lecornu aceptó y el presidente le dio hasta este miércoles de margen para lograr lo que sonaba a quimera. Eso sí, él negó que fuese a liderar lo que cuando menos es un gabinete de emergencia en París. Y así llegamos al 8 de octubre, el día D en plena jauría política francesa. Lecornu ha sido el mensajero. Se reunió con todas las formaciones políticas que quisieron escucharle (no acudieron ni la Agrupación Nacional de Le Pen ni la Francia Insumisa de Melenchon) y después le expuso al propio Macron que «hay un camino» para nombrar un nuevo primer ministro y no adelantar las elecciones legislativas. Y hasta ahí: «Mi trabajo ha terminado».
Sebastien Lecornu, en realidad, mezcla dos personalidades, una ambición silenciosa con la sensación de ir escaso de carisma pero que a la vez funciona bien como ‘fontanero’ en este caso de Macron. Ha sido uno de los hombres de su máxima confianza. En Baron Noir, la serie por excelencia que enseña la política francesa, los perfiles como Lecornu son los que más alto llegan porque son los que menos ruido hacen; ha crecido en el Ministerio de Defensa, el último escalón antes del disparo fallido de ser primer ministro en un momento en el que, en realidad, nadie quiere serlo. Es un salto al vacío.
Su carrera política es la que mandan los cánones. De lo local a lo nacional. En 2014 fue elegido alcalde de Vernon, una pequeña ciudad de Normandía, donde aplicó políticas centradas en la revitalización urbana y la gestión rigurosa de los recursos municipales. Poco después, en 2015, se convirtió en presidente del Consejo Departamental de Eure, consolidando su influencia regional. Su gestión fue reconocida por el impulso a proyectos de infraestructura y por su enfoque en la descentralización administrativa. Este periodo le permitió construir una reputación de gestor eficaz y político moderado, capaz de tender puentes entre sensibilidades distintas dentro de la derecha republicana.
Lecornu dio el salto al gobierno nacional en 2017, cuando Emmanuel Macron lo nombró secretario de Estado para la Transición Ecológica y Solidaria, pese a su procedencia de la derecha tradicional. Más adelante, ocupó cargos clave como ministro de las Colectividades Territoriales y luego como ministro de Ultramar, donde se enfrentó a crisis sociales en territorios como Guadalupe y Martinica. Su capacidad para gestionar conflictos complejos y su perfil dialogante reforzaron su imagen de político de confianza dentro del círculo presidencial.
Ya en 2022 se convirtió en Ministro de las Fuerzas Armadas, o lo que es lo mismo, titular de Defensa. Ha sido su gran ‘vale’ para que se le considere ya un político de primera línea que va de tecnócrata y no lo es tanto: macronista convencido, Lecornu quiso tender puentes en una realidad política inundada y su reciente cercanía con la OTAN, las relaciones exteriores del país o temas clave como la ayuda a Ucrania o el rearme parecían darle, metafóricamente hablando, el escudo necesario para sobrellevar a un país sumido en una ‘tetracrisis’ sin precedentes: económica, social, política y de valores. Llegó con una libreta conciliadora bajo el brazo pero ni siquiera ha podido abrirla.
Su elección -ahora ya fallida- para Matignon podía tener una doble lectura: la primera, un premio a la lealtad y un galardón a la juventud; Macron vio en él a un centrista pero no a un desfasado, como sí lo pudieron ser sus predecesores. Pero al mismo tiempo algunas voces en Francia reconocen que el presidente no quiere a nadie que le haga sombra. Y eso carece de sentido: Macron no puede volver a presentarse en 2027 y necesita un reemplazo; pero de momento no lo busca. ¿Podría haberlo sido Lecornu? Sí. Conoce ese espacio político, ha sido un ministro bien calificado y tiene todavía mucho que decir, pero si algo es ahora mismo el país galo es una trituradora política… y el único que se va salvando de momento es quien se sienta en el Elíseo.