Publicado: octubre 8, 2025, 5:19 pm
El retail es, por definición, una industria de unidades y centavos. Cada peso cuenta, cada movimiento importa. Es tan meticulosa que incluso su nombre en inglés, retail, proviene de la idea del “detalle”. No es casualidad. En esta industria se miden los resultados con lupa, y esa obsesión por el detalle ha hecho que se convierta en una de las más avanzadas en entender al consumidor.
Durante décadas, el retail —junto con el consumo masivo— ha liderado la inversión en conocimiento del cliente. No por moda, sino por instinto de supervivencia. Si no conoces lo que tu cliente quiere, cómo lo quiere y cuándo lo quiere, simplemente desapareces. La competencia es tan feroz que no hay espacio para la indiferencia. Por eso el retail ha desarrollado una sensibilidad única para observar, medir, escuchar y adaptarse al comportamiento del consumidor.
Sin embargo, vale la pena preguntarse: ¿por qué otras industrias no han hecho lo mismo? ¿Por qué muchos sectores siguen operando como si el cliente fuera un trámite más?
Tomemos algunos ejemplos. La industria de la salud, la bancaria o la de servicios públicos. Todas tienen un impacto directo en nuestra vida diaria. Pero, a diferencia del retail, no se han visto obligadas a pelear por cada cliente todos los días. La mayoría de las veces, el consumidor no tiene opciones. No puede cambiar fácilmente de hospital público, ni evitar ir al banco si necesita un trámite urgente. Tampoco puede elegir si paga o no su recibo de luz.
El resultado: una experiencia que rara vez pone al cliente al centro. Un paciente que espera horas para una cita médica. Un usuario que pierde la mitad del día haciendo fila para renovar su licencia. Un cliente bancario que tiene que firmar tres veces el mismo documento porque el sistema “se cayó”.
Si el consumidor pudiera elegir, ¿lo haría? Difícilmente.
En cambio, en el retail, el cliente puede y sí elige. Hace años era común pasar una hora en la fila del supermercado para pagar. Hoy, si el consumidor ve más de tres personas delante de él, simplemente deja el carrito y se va. El poder de decisión del cliente transformó toda la industria. Las empresas tuvieron que volverse más rápidas, más eficientes y más convenientes. Nacieron las cajas de autoservicio, las compras en línea, el pickup, las apps de lealtad y las entregas a domicilio. Todo porque el cliente lo pidió —o más bien, porque lo exigió.
Esa presión competitiva es la gran maestra del retail. Obliga a moverse, a innovar, a escuchar y a actuar. Y ahí es donde muchas industrias tienen la mayor oportunidad: aprender del mindset detallista.
El primer paso no es tecnológico. Es cultural.
En muchas empresas, el cliente sigue siendo una estadística, no una persona. Cambiar eso requiere humildad. Requiere aceptar que los procesos se diseñaron para la empresa, no para el usuario. Que a veces hacemos que el cliente se adapte a nosotros, cuando debería ser al revés.
Pregúntate: ¿en tu sector, el cliente se lleva la mejor experiencia posible? ¿Le facilitas la vida o se la complicas? ¿Mides su satisfacción con la misma obsesión con la que mides tus resultados financieros?
En salud, por ejemplo, las clínicas y hospitales podrían inspirarse del retail en entender a su “paciente-consumidor”: cómo se siente, qué le preocupa, qué tan fluida es su visita, qué nivel de empatía recibe. En transporte, los pasajeros podrían dejar de verse como usuarios cautivos y empezar a tratarse como clientes con opciones. En banca, la digitalización debe ir más allá de la app: tiene que traducirse en experiencias sin fricción y con sentido humano.
Y del otro lado, el retail también puede aprender de otras industrias. Del sector salud, la ética y la responsabilidad social. De la banca, la seguridad y la gestión del riesgo. De los servicios públicos, la vocación de cobertura y la capacidad operativa. Porque al final, cada industria tiene fortalezas únicas que pueden compartirse.
Lo importante es mantener viva la obsesión por el cliente. Esa que en el retail se volvió instinto, pero que debería ser universal. No importa si vendes zapatos, servicios financieros o diagnósticos clínicos: si no entiendes al cliente, lo perderás.
Las empresas que sobreviven no son las más grandes, sino las que más rápido aprenden. Y hoy, aprender del retail es una gran escuela.
Así que la próxima vez que estés en tu empresa, pregúntate: ¿estamos diseñando para el cliente o para nosotros mismos? Porque en esta era, la lealtad no se gana con productos o precios, sino con experiencias que simplifican, sorprenden y conectan.
Esto fue Más Allá del Éxito. Nos leemos pronto.