Publicado: octubre 7, 2025, 10:23 am
Dos sucesos ocurridos en Estados Unidos, separados por pocos días y apenas unos cientos de kilómetros entre ambos, parecen piezas de un mismo rompecabezas: el avance silencioso de la aviación furtiva y la permanente pugna por mantener la ventaja tecnológica en un mundo donde el cielo sigue siendo el escenario decisivo de la superioridad militar.
Un accidente enigmático. El 23 de septiembre de 2025 un aparato del 432º Ala de la Fuerza Aérea de Estados Unidos se estrelló en el desierto de Nevada, a unos kilómetros del mítico Área 51. La Fuerza Aérea confirmó que no hubo víctimas ni daños materiales, pero lo llamativo fue la reacción posterior: la FAA impuso restricciones temporales al espacio aéreo bajo el argumento de “seguridad nacional”, algo reservado para episodios que involucran material extremadamente sensible.
El 432º Ala, con sede en la base de Creech, opera principalmente drones MQ-9 Reaper, aunque también aloja escuadrones responsables de aparatos furtivos de nueva generación como los RQ-170 Sentinel. El silencio oficial sobre qué modelo estuvo implicado alimentó la sospecha de que lo ocurrido no era un accidente ordinario, sino la pérdida de un sistema ligado a programas negros de desarrollo avanzado.
Mapa que muestra la ubicación aproximada de las coordenadas del centro del TFR de “seguridad nacional” que estuvo vigente entre el 23 de septiembre y el 1 de octubre
Manipulación en el lugar. Lo que más desconcierta es que, tras la limpieza y retirada de restos, investigadores descubrieron signos de manipulación en la zona: un artefacto de entrenamiento inerte y un panel de avión de origen desconocido habían sido colocados allí después del accidente. La Fuerza Aérea y el FBI abrieron una investigación conjunta para determinar cómo y por qué aparecieron esos objetos, pese a que oficialmente el área estuvo bajo vigilancia hasta el 27 de septiembre.
Que las autoridades reconocieran públicamente este detalle resulta atípico, lo que lleva a pensar que la posible alteración del lugar del siniestro guarda relación con la protección de información sensible. A ojos de los observadores, el hecho de que alguien pudiera añadir piezas externas en un sitio recién asegurado plantea dudas sobre la seguridad de las operaciones y sobre qué se intentaba encubrir o, al contrario, poner en evidencia.
La única imagen oficial del RQ-170 que la Fuerza Aérea de EEUU ha publicado hasta la fecha. El dron se ve en la Base Aérea Andersen de Guam
El trasfondo de los programas. La proximidad al Área 51 y la implicación de un ala como la de Creech, donde se concentran tanto los drones convencionales como los más secretos, refuerzan la idea de que el aparato perdido no era un simple Reaper. Los MQ-9 han sufrido accidentes en todo el mundo y la Fuerza Aérea ha informado de ellos sin mayor misterio, incluso en escenarios de operaciones activas, por lo que resulta improbable que un siniestro rutinario hubiera merecido un cierre aéreo y la intervención del FBI.
La hipótesis de que se tratara de un prototipo experimental, de un sensor avanzado o de una nueva configuración furtiva explicaría el hermetismo y las inconsistencias. La historia de Groom Lake y de sus programas ultrasecretos (desde los U-2 y SR-71 hasta los proyectos de drones furtivos modernos) sirve de telón de fondo a un incidente que parece inscribirse en la misma tradición de pruebas invisibles para el gran público.
Otro objeto extraño. Casi al mismo tiempo, en el centro de pruebas de Lockheed Martin en Helendale, California, se filmó un objeto oscuro con forma romboidal, parecido a una manta o a un ala volante, montado sobre un pilón en pleno ensayo de sección radar. Las imágenes mostraban una superficie con zonas azuladas y proporciones distintas a las de cualquier avión conocido, lo que dio pie a especulaciones sobre si se trataba de un módulo de fuselaje, un diseño parcial de futura aeronave furtiva o un simple artículo de calibración.
Skunk Works lleva décadas usando esta instalación para validar materiales, ángulos y configuraciones destinadas a reducir la detectabilidad, y los ingenieros suelen montar los modelos invertidos para minimizar reflejos indeseados del soporte y del terreno. El hecho de que la prueba se realizara a plena luz del día sugiere que no era un prototipo clasificado, sino parte del flujo constante de investigación que alimenta los programas de próxima generación.
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El peso de la observación. Plus: las imágenes difundidas desde Helendale reavivaron el debate sobre los límites de la observación desde terrenos públicos y la delgada línea entre la curiosidad civil y la seguridad operativa. La aparente permisividad hacia la presencia de observadores, e incluso la aparición de un dron Reaper sobrevolando la zona, indican que el ensayo no implicaba material especialmente sensible.
En contraste, el hermetismo del accidente en Nevada muestra cómo el nivel de secretismo varía según lo que está en juego: un objeto experimental sin valor estratégico puede exponerse en pruebas abiertas, mientras que la caída de un aparato vinculado a programas X exige control absoluto de la narrativa. Si se quiere, ambos episodios reflejan cómo las Fuerzas Armadas y la industria gestionan la delgada frontera entre mostrar avances tecnológicos y proteger desarrollos aún demasiado delicados para salir a la luz.
Dos piezas de un mismo rompecabezas. La coincidencia temporal entre el accidente cerca del Área 51 y la aparición del objeto misterioso en Helendale refuerza una teoría: la percepción de que Estados Unidos está inmerso en un ciclo acelerado de ensayos furtivos, unos más que otros, y por eso posiblemente los «esconde». El contraste entre la opacidad en Nevada y la relativa apertura en California apunta a que en un caso se perdió un prototipo altamente sensible y en el otro se trató de un ensayo técnico rutinario, aunque ambos responden al mismo objetivo: perfeccionar la próxima generación de aeronaves invisibles al radar.
Sea como fuere, la combinación de manipulación en el lugar del siniestro, implicación del FBI y nuevas formas captadas en instalaciones de Skunk Works deja claro que la aviación secreta norteamericana sigue avanzando en silencio, ofreciendo al público apenas fragmentos de un mosaico tecnológico que, pieza a pieza, sugiere desarrollos con potencial para alterar el equilibrio militar global en las próximas décadas.
Imagen | David James Henry, Uncanny Expeditions, Google Maps, USAF
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La noticia
Un “objeto misterioso” y un accidente frente al Área 51 han disparado la misma teoría: la aviación de EEUU esconde algo
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Miguel Jorge
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