Publicado: octubre 3, 2025, 4:23 pm
El verano ha confirmado dos cosas en torno al éxito turístico de Japón: la avalancha ha sido más grande de lo esperada, y la nación no estaba tan preparada como creía. De hecho, incluso han tenido la idea de regalar vuelos a los extranjeros para animarlos más allá de la congestionada Tokio. En contraste a las hordas de turistas, los nipones apenas viajan a otros países. Y eso explica bastante bien muchos de los males que se está encontrando el país.
La sombra del malestar. Japón ha pasado en apenas dos décadas de ser considerado un destino caro y reservado a unos pocos a convertirse en uno de los principales polos turísticos mundiales. El número de visitantes extranjeros ha crecido de 6,7 millones en 2005 a casi 37 millones en 2024, con 2025 en camino de batir un nuevo récord. El gobierno aspira a alcanzar los 60 millones en 2030, apoyado en la popularidad global del manga, el anime y la cultura japonesa, así como en eventos como los Juegos Olímpicos de Tokio y la Expo de Osaka.
¿El problema? Que lo que se promocionó como un “boom de inbound tourism” ha pasado a ser calificado por muchos como “turistificación”, con escenas de aglomeraciones en cruces famosos como el de Kamakurakokomae o en los templos de Kioto. El entusiasmo inicial ha dado paso a crecientes quejas sobre ruidos, modales extraños, basura y presión sobre los precios de vivienda y hostelería.
El peso de la economía y la demografía. Sin embargo, cuando la nación se ha puesto a contar los males de tanta incomodidad, se ha encontrado que los principales problemas los tiene en casa, no fuera. Detrás de ese malestar subyace un elemento psicológico ligado al declive relativo de Japón. La fuerte devaluación del yen ha hecho que el país resulte barato para los extranjeros, pero al mismo tiempo ha reducido la capacidad de los jóvenes japoneses para viajar al exterior.
Para una población que envejece rápidamente (con un 16% de mayores de 75 años) ver a turistas que se maravillan de lo barato que es todo evoca un contraste humillante con los años ochenta, cuando Japón era el país más caro del mundo y sus propios boomers recorrían el planeta con cámaras de última generación. El encarecimiento de hoteles (más del doble desde 2021) y la presión sobre los alquileres en ciudades como Kioto generan la sensación de que los beneficios económicos del turismo no se traducen en mejoras reales en la vida de los residentes.
La redefinición de Kioto. Si hay un lugar que encarna el debate, es Kioto. La antigua capital, famosa por sus templos y sus geishas, está tan congestionada que muchos japoneses la consideran hoy un destino incómodo e incluso evitan viajar allí. Las excursiones escolares, antaño un rito de paso, se desvían a ciudades como Kanazawa o Nagasaki debido a los retrasos, las aglomeraciones y los costes crecientes.
Para los habitantes, el alud de hoteles ha elevado los alquileres y modificado el tejido social, al punto de que algunos expertos aseguran que la ciudad cumple ya la definición de overtourism: cuando la vida normal de sus residentes se ve comprometida.
Memoria histórica y nuevas tensiones. No es la primera vez que Japón se enfrenta a un problema de saturación turística. En los años sesenta y setenta, la prosperidad interna generó oleadas de viajes domésticos que transformaron ciudades como Kioto o Nara, con quejas similares a las actuales. Recordaba el Financial Times que entonces se habló de “contaminación turística”, y algunos antropólogos advirtieron que los residentes corrían el riesgo de convertirse en “sirvientes de extraños” en su propia tierra.
Hoy ese discurso resurge, amplificado por las redes sociales con vídeos virales de turistas persiguiendo geishas, colgándose de toriis o infringiendo normas de convivencia. Incluso se ha acuñado un nuevo término, “touristphobia”, para describir la mezcla de cansancio, irritación y rechazo que genera la masificación, en ocasiones teñida de un trasfondo xenófobo.
Turismo como arma política. La cuestión ha entrado de lleno en la política japonesa. En plena elección de liderazgo del Partido Liberal Democrático, figuras como Sanae Takaichi han convertido el tema en bandera, vinculando las molestias de los turistas con los debates sobre inmigración y la llegada de trabajadores extranjeros, cada vez más necesarios por la escasez de mano de obra.
La retórica contra los “abusos de turistas” se entremezcla con advertencias sobre una supuesta amenaza a la identidad nacional. Así, el debate sobre el turismo deja de ser solo una cuestión de gestión urbana para convertirse en símbolo de ansiedades más profundas sobre el futuro del país.
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Los olvidados del mapa. Mientras tanto, recordaban en el Financial Times que regiones como Fukui muestran la otra cara de la moneda. Con un tren bala recientemente extendido desde Tokio, un museo de dinosaurios de clase mundial y enclaves culturales destacados sigue siendo una de las prefecturas menos visitadas por extranjeros.
Sus hoteles y transportes no logran atraer suficientes viajeros y su problema no es el exceso, sino la falta de turistas. Allí, el alcalde admite que no han visto aún ni rastro de las hordas. Este contraste refleja un dilema central: Japón necesita repartir mejor los beneficios del turismo, incentivar visitas repetidas y dirigir el flujo hacia zonas aún no saturadas, pero carece de la infraestructura y de la visión política necesarias para lograrlo.
Un espejo de la nación. El debate sobre el turismo es, en última instancia, un espejo de la sociedad japonesa. Habla de un país que envejece, que siente la presión de una moneda débil, que recuerda con nostalgia los tiempos de su preeminencia económica y que se enfrenta al reto de gestionar la llegada masiva de extranjeros en ciudades que se ven sobrepasadas.
El desafío no consiste solo en limitar aglomeraciones, sino en redefinir la relación entre residentes y visitantes, entre su propia economía y la convivencia, entre apertura y protección de la identidad. Así, Japón, que en el pasado exportaba millones de turistas, ahora se ve en la difícil posición de aprender a gestionar su propio atractivo.
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La noticia
Japón ha encontrado los tres problemas más graves de la llegada masiva de turistas. Y ninguno tiene que ver con los turistas
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Miguel Jorge
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