Publicado: agosto 14, 2025, 9:19 pm
Llega a la consulta con una lista de suplementos importados, consejos de influencers y tratamientos que promete seguir al pie de la letra. Sin embargo, su cuerpo habla otro idioma: duerme mal, vive en alerta constante y siente que, pese a todo lo que hace, cada día envejece más.
No es un caso aislado. Vivimos en una época obsesionada con la juventud. Las redes sociales se han convertido en un escaparate de promesas para “revertir” la edad: cápsulas que aseguran reprogramar las células, dietas milagro, trucos de biohacking (técnicas y experimentos personales que buscan optimizar el cuerpo y la mente) y fármacos diseñados para enfermedades graves que hoy se promocionan como llaves a la “fuente de la juventud”.
La ciencia ha avanzado como nunca, pero en esta carrera por desafiar el tiempo a menudo olvidamos lo esencial: que el envejecimiento no solo se refleja en las arrugas, sino también en el insomnio, el estrés crónico, la inflamación silenciosa y la desconexión emocional.
Lo que dice la ciencia
Los avances son reales y, en muchos casos, fascinantes. David Sinclair, investigador de Harvard, ha ganado notoriedad por sus estudios sobre reprogramación celular y genética, con el objetivo no solo de alargar la vida, sino de mejorar su calidad —lo que él denomina healthspan (el periodo de la vida en que se mantiene una buena salud)—. Otros equipos analizan compuestos senolíticos como dasatinib, quercetina o fisetina, que buscan favorecer la regeneración celular y ralentizar el envejecimiento.
Fármacos como la semaglutida —comercializada como Ozempic—, diseñada originalmente para tratar la diabetes, han mostrado en estudios una reducción promedio de tres años en la edad biológica, al mejorar marcadores inflamatorios y la salud de órganos clave. Incluso sustancias como la psilocibina —la molécula activa de los llamados “hongos mágicos”—, aún en fase experimental en humanos, han demostrado efectos de preservación de los telómeros y menor estrés oxidativo en ratones.
Peter Attia, uno de los divulgadores más influyentes en longevidad, recuerda que, más allá de cualquier molécula innovadora, el cimiento sigue siendo el mismo: ejercicio regular, sueño profundo y control metabólico. También hay hallazgos prometedores en el campo de la meditación trascendental, que parece influir en la expresión genética, reduciendo la inflamación y mejorando la cognición.
La nutrición tampoco se queda atrás: dietas ricas en vegetales y polifenoles —presentes en el té verde, las berries y la cúrcuma— han demostrado reducir la inflamación y proteger tanto el cerebro como el sistema inmune.
Envejecimiento e inflamación
La narrativa anti-edad pocas veces habla de sus antagonistas silenciosos. Uno de ellos es el inflammaging, el envejecimiento inflamatorio, pero que en gran medida es consecuencia del estilo de vida moderno y no de la edad en sí. Poblaciones indígenas que conservan hábitos tradicionales, por ejemplo, no presentan este aumento inflamatorio con el paso de los años.
Otro actor clave y a menudo olvidado es la microbiota intestinal. Su desequilibrio no solo afecta la digestión, sino que influye en el ánimo, la memoria y la respuesta inmunitaria. Algunos perfiles de microbiota alterada se vinculan con insomnio y permeabilidad intestinal, generando un círculo vicioso que acelera el deterioro.
Y está el sueño, ese mecánico silencioso que repara mitocondrias, elimina radicales libres y mantiene el cerebro joven. Perderlo es abrir la puerta a la neurodegeneración prematura.
El desafío demográfico
La obsesión por vivir cada vez más años choca con una realidad ineludible: la pirámide poblacional se está invirtiendo. Según la OMS, para el 2050 el 22% de la población mundial tendrá más de 60 años. En México, la proporción de personas en ese rango de edad pasó del 12.3% en 2018 al 14.7% en 2023, y se estima que alcanzará casi una cuarta parte para mediados de siglo.
Al mismo tiempo, la tasa de fecundidad ha caído a 1.6 hijos por mujer, muy por debajo del nivel de reemplazo. Esto significa menos jóvenes para sostener a más adultos mayores, en un sistema de salud que ya está bajo presión y no está preparado para esa carga.
Si no transformamos el modelo hacia una verdadera prevención y un cuidado integral, las terapias de longevidad quedarán como un lujo para unos pocos, mientras la mayoría enfrentará la vejez sin recursos ni apoyo suficiente.
Hacia un envejecimiento saludable Desde la psiquiatría integrativa, las estrategias para envejecer con salud tienen poco que ver con esperar pasivamente una píldora milagrosa. Estas incluyen:
- Reducir el estrés con prácticas como la meditación, la respiración consciente o la atención plena.
- Dormir bien y proteger el ciclo circadiano como pilar de la salud hormonal y cerebral.
- Alimentarse con conciencia, priorizando vegetales, polifenoles —compuestos vegetales con propiedades antioxidantes— y alimentos que favorezcan la microbiota.
- Mover el cuerpo con actividad física que también promueva el bienestar social y emocional.
- Analizar con criterio las intervenciones antienvejecimiento, valorando riesgos, beneficios y evidencia.
- Cultivar conexiones: una red de apoyo y un sentido de propósito son tan importantes como cualquier suplemento.
El reloj biológico no se detiene, pero sí podemos decidir cómo transitar sus horas. Más que una carrera contra el tiempo, la longevidad debería entenderse como un viaje hacia una vida plena, en la que cada año cuente no solo por su cantidad, sino por la calidad con la que se vive.
Me encantaría conocer tus dudas o experiencias relacionadas con este tema. Sigamos dialogando; puedes escribirme a dra.carmen.amezcua@gmail.com o contactarme en Instagram en @dra.carmenamezcua.