Publicado: julio 2, 2025, 10:23 am
A comienzos del mes de junio comenzaron a llegar ecos de una situación que ahora podría explotar. Los fabricantes de automóviles y sus proveedores daban la voz de alarma ante un horizonte sombrío enfrentándose a la escasez de suministros debido a las restricciones a las exportaciones chinas de tierras raras, minerales e imanes. De hecho, el problema ha obligado a algunos a suspender la producción de ciertos modelos. Ahora todo se complica un poco más, porque esos minerales no son esenciales solo para los coches.
También lo son para la guerra.
Estrategias de mitigación. Cuando en junio sonaron las primeras voces de alarma la reacción de los grandes fabricantes europeos fue dispar. BMW confirmó que parte de su red de proveedores ya se había visto afectada, mientras que Volkswagen y Mercedes-Benz aseguraban por ahora mantener un suministro estable, gracias a estrategias a largo plazo para reducir la dependencia de minerales críticos. Mercedes, por ejemplo, decía estar trabajando en nuevas composiciones de materiales que permitan prescindir de tierras raras pesadas como el disprosio en sus trenes de propulsión eléctricos.
Sin embargo, la mayoría reconocía que era una situación muy volátil. Desde Japón, Nissan confirmó estar coordinando con su gobierno y la Asociación de Fabricantes de Automóviles del país para buscar soluciones, mientras que Suzuki ya había suspendido la producción de su modelo Swift.
Rearme y cuellos de botella. Todo se ha complicado un poco más desde que Europa ha confirmado ese plan de rearme aumentando el 5% del PIB en Defensa. El vertiginoso aumento del gasto militar en Europa, que prevé un crecimiento de hasta el 80% entre 2024 y 2030, amenaza con tensionar aún más una cadena de suministro industrial ya debilitada.
El plan, impulsado tras la invasión rusa de Ucrania y consolidado por países como Alemania, Francia y Reino Unido, llevará el presupuesto militar de los actuales 417.000 millones de euros hasta una cifra estimada entre 650.000 y 750.000 millones de euros.
Efectos colaterales. Contaban en Forbes que unque solo un tercio de estos fondos se destinará a equipamiento, el crecimiento acelerado del sector aeroespacial y de defensa tendrá efectos colaterales notables sobre industrias civiles, en especial aquellas que dependen de los mismos proveedores.
¿Por ejemplo? Ya se han detectado indicios de saturación en la producción aeronáutica, como lo demuestra la reducción en la entrega de aviones comerciales, que en 2024 se quedó un 30% por debajo del pico alcanzado en 2018. Este desajuste es solo un anticipo del embudo que puede generarse cuando fabricantes prioricen contratos militares (más lucrativos y de largo plazo) en detrimento de sectores como el ferroviario, el automotriz o el energético, que dependen de insumos técnicos compartidos como sensores, hidráulicos, conectores o tarjetas electrónicas.
Piezas vulnerables. Un análisis de más de 600 proveedores secundarios en el mercado europeo ha revelado una peligrosa superposición entre las necesidades de defensa y las cadenas de valor de industrias civiles estratégicas. En maquinaria industrial, por ejemplo, la disponibilidad de componentes fundamentales como rodamientos, mecatrónica o sistemas neumáticos podría reducirse drásticamente a medida que los proveedores redirigen capacidad productiva hacia aplicaciones bélicas.
Trenes y coches. En el sector ferroviario, piezas clave como placas de circuito impreso, microelectrónica o unidades de control también compiten por el mismo origen. La industria automotriz, ya golpeada por la reciente escasez de semiconductores, corre especial peligro: la creciente demanda militar puede agravar la falta de arneses, cables, sensores y sistemas hidráulicos, ahondando una crisis de producción que apenas empieza a estabilizarse.
Incluso el sector energético se verá afectado por la creciente escasez de cableado técnico, conectores y elementos de transmisión que forman la columna vertebral de sus infraestructuras críticas. Esta tensión transversal podría desencadenar una nueva ola de retrasos, aumento de costes y caída de productividad en toda la economía europea.
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Futuro incierto. Además, la aceleración del gasto militar llega en un contexto donde las cadenas de suministro globales no se han recuperado del todo de una década marcada por crisis encadenadas: la pandemia, la guerra en Ucrania, el colapso logístico durante el auge del comercio electrónico, y más recientemente, la amenaza de guerras comerciales y aranceles cruzados.
A pesar de ello, la mayoría de las empresas sigue gestionando sus cadenas de valor de forma reactiva, sin una estrategia proactiva clara que permita anticiparse a futuras disrupciones. Esta falta de previsión expone a sectores enteros al riesgo de colapsos productivos en un momento de competencia internacional feroz, donde la agilidad logística es tan crítica como la innovación tecnológica. De hecho, tenemos una pista a modo de espejo con el precedente más inmediato (la escasez mundial de semiconductores entre 2020 y 2023), la cual demostró que, sin visión anticipatoria, incluso las industrias más robustas pueden quedar paralizadas.
El nuevo orden industrial. Frente a este panorama, los analistas señalan varias estrategias urgentes para evitar que el auge del rearme arrastre consigo a la economía civil. Se apunta a que las empresas diversifiquen sus bases de proveedores, homologar nuevos canales de abastecimiento, mejorar la transparencia con socios logísticos y establecer células internas de monitoreo que operen en tiempo real para anticipar disrupciones, al estilo de los mecanismos creados durante la crisis de los chips.
Plus: aprovechar el futuro que ya está aquí, incorporando análisis predictivo y herramientas de IA que permitan detectar cuellos de botella emergentes y redirigir flujos de suministro con rapidez. Como explicaba el experto en Transporte Sebastian Janssen, la resiliencia ya no puede ser una cualidad reactiva, “sino un activo estructural del modelo de negocio”.
Si se quiere también, en una Europa donde el rearme acelera y la industria compite por el mismo engranaje, la capacidad de resistir el temblor logístico marcará la diferencia entre sobrevivir y desaparecer y, por el camino, de hacernos la vida un poco menos complicada.
Imagen | NATO, Get Archive, Ken Heaton
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La noticia
Si Europa se rearma de verdad nos vamos a encontrar con un problema que nos afectará a todos: los coches y los trenes
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Miguel Jorge
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