Publicado: junio 24, 2025, 4:23 am
España navega ahora mismo en aguas muy turbias y la cumbre de la OTAN en La Haya le llega al Gobierno de Sánchez en su peor momento: el presidente está muy tocado por los casos de corrupción y su imagen internacional también se desgasta en un momento en el que no hay tiempo que perder. La defensa se ha convertido en una prioridad total y el encuentro en Países Bajos servirá, salvo giro inesperado, para consagrar un nuevo objetivo de gasto del 5% del PIB, un salto gigante desde el 2% actual, que todavía busca España, y bajo las presiones de la Administración Trump.
Mientras, el Gobierno planteará en La Haya que el gasto en seguridad se haga en función de las necesidades y sea amplio. ¿Esto qué quiere decir? Que España va rezagada: en 2024 volvió a ser el país aliado con menos gasto respecto a su PIB, un 1,24%, y quiere llegar al 2% antes de que acabe el año con un plan específico que abarca demasiados puntos. Va desde la defensa pura y dura hasta la ciberseguridad, por poner dos patas. Pero no es suficiente.
De hecho, Sánchez ya rechazó por carta (enviada a Rutte, el secretario general de la Alianza) el alza al 5%: «España no se puede comprometer con un objetivo específico de gasto en términos de PIB en esta cumbre», expresa, y considera que ese techo, marcado sobre todo por Estados Unidos, es «contraproducente». Moncloa cree que se trata de una cifra que puede perjudicar el refuerzo del estado del bienestar. En ese marco, este domingo ha logrado un acuerdo para tener «flexibilidad» sobre esa cifra, algo que Sánchez ha celebrado al entender que no va en contra de la aportación de España a la Alianza. España, de hecho, se agarra a las «capacidades» para reiterar que gastará un 2,1%. «Ni más ni menos».
De todos modos, Rutte matizó todo este lunes y quiso dejar claro que no hay un tratamiento especial a ningún aliado en el marco del aumento de gasto en defensa y que por tanto España no va a recibir esa ‘preferencia’ ante el aumento del objetivo al 5%, algo aceptado por «todos los aliados». El neerlandés ha insistido en que la meta tiene que ser llegar al 5% en 2035, con una hoja de ruta específica para cada país.
En este sentido, cree que España tendrá que llegar al 3,5% de inversión, y no servirá con el 2,1% que defendió este domingo Pedro Sánchez para celebrar el acuerdo con la Alianza. Ese 2,1%, la cifra referida a los planes defensa u objetivos de capacidad (capability targets, en inglés) de cada aliado, se revisará en 2029, incidió el secretario general antes de repetir que «todos los aliados» se comprometen con la nueva hoja de ruta porque «no hay opción» de que uno se quede fuera. «La OTAN no entiende de pactos paralelos», sentenció.
Moncloa, en realidad, ha ido jugando un poco al despiste. España -e Italia, por poner otro ejemplo- rechaza el término «rearme» que plantea sin ir más lejos la Comisión Europea. «Es reduccionista», insisten fuentes consultadas por 20minutos, porque la defensa va más allá de comprar material militar, repiten desde hace meses. La clave para ellos no está en el qué sino en el cómo, y así ha ido el Gobierno abonando el terreno en las últimas semanas, sobre todo tras la presión de Estados Unidos, que quiere que los aliados europeos lleguen al 5%, «incluidos nuestros amigos españoles», repitió el Gobierno de Trump.
«Creemos que en este momento no procede hablar de nuevos porcentajes, que lo importante es ver cuáles son las capacidades que se necesitan. España está muy comprometida en las distintas misiones que realiza, pero nosotros creemos que en este momento las prioridades para España son cumplir el 2%», sostuvo la ministra de Defensa, Margarita Robles, alejándose de los reclamos de la OTAN de pasar a hablar ya de un 3% o 4% del PIB, unas cifras que se debatirán en la cumbre. El 5% para España es casi una quimera, y de hecho en el conjunto de los aliados solo Polonia estaría ahora mismo cerca de cumplir.
Con el Gobierno en horas bajas, España llega a la cumbre de La Haya con una idea de defensa y seguridad que no es la de la mayoría, por lo que el trabajo de fontanería para convencer al resto de socios tendrá que ser grande, sobre todo en el lado de los Bálticos, muy duros en su mensaje dada la cercanía de la amenaza rusa. «El término rearme no me gusta en absoluto. No comparto ese término en absoluto. Creo que debemos de hablar de otra manera cuando hablamos de mejorar las capacidades de defensa europeas», dijo ya el propio Sánchez en marzo durante una cumbre del Consejo Europeo en la que ya se alineó con la Italia de Giorgia Meloni.
El término rearme no me gusta en absoluto. No comparto ese término en absoluto
En general, el ‘miedo’ de España es hacer números: está llegando al que ahora es el objetivo mínimo (2%) y por eso no ha querido hablar de un 5%, un dato que está enmarcado en el escenario de la lucha con la Rusia de Putin; el caso español, en cambio, es distinto, porque su mirada no va hacia el este (Sánchez ha llegado a hablar de solidaridad con la zona báltica, dando a entender que para España esa zona no es una prioridad) sino hacia el sur: la migración como arma, la inestabilidad en el Sahel, los ciberataques, el control de fronteras o los desastres climáticos están en el dibujo que hace el Ejecutivo sobre la seguridad y la defensa. Los cálculos de cantidades van a otro ritmo… y es un ritmo lento.
¿Está España sola entonces? No tanto, de hecho el propio Rutte le hizo un guiño con el mencinado plan de aquí a 2035 en busca precisamente de ese 5% de gasto: el secretario general de la Alianza Atlántica divide el plan en dos partes.. De ese 5%, un 3,5 % se destinaría al gasto militar puro, mientras que el 1,5% restante se invertiría en cuestiones relacionadas con la defensa, como la protección de infraestructuras o la ciberdefensa, elementos que también incorpora en su definición de seguridad el Gobierno español.
La evolución de las cifras
Durante la dictadura el gasto militar era alto en proporción al PIB, aunque con un enfoque autárquico y tecnología limitada. Tras la muerte del dictador en 1975, la transición democrática trajo una reconfiguración institucional que afectó también a las Fuerzas Armadas. La entrada en la OTAN en 1982 marcó un punto de inflexión, iniciando un proceso de modernización y profesionalización. A mediados de los años ochenta, el gasto en Defensa rondaba el 1,8% del PIB. En los años noventa, tras el fin de la Guerra Fría, España comenzó a participar en misiones internacionales como en Bosnia, pero el gasto se mantuvo contenido: en 1995, era del 1,3% del PIB, con inversiones puntuales en programas especiales condicionadas por los criterios para entrar en el euro.
Ya en el siglo XXI, el gobierno de Aznar reforzó la presencia militar exterior, especialmente tras el 11-S, lo que supuso un aumento del gasto. En 2008 se alcanzaron los 8.500 millones de euros, pero la crisis financiera llevó a fuertes recortes: en 2013, el presupuesto cayó a 5.900 millones. Desde 2017, la presión de la OTAN y el deterioro geopolítico tras la anexión de Crimea reactivaron la inversión en Defensa. En 2020, el gasto real superaba los 12.000 millones, con apuestas por tecnología y cooperación europea. La guerra en Ucrania aceleró el ritmo: en 2023 el presupuesto fue de 12.317 millones y en 2024 superó los 13.000. En 2025, el Gobierno de Sánchez ha dado un nuevo impulso con una inversión adicional de 10.471 millones para acercarse al objetivo del 2% del PIB. Pero esa cifra ya no vale: el mundo es otro, La Haya servirá como reinicio y España se juega mucho.