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El rey defiende en Brujas una Europa "que piense, actúe y no se repliegue" ante los desafíos globales

Publicado: junio 20, 2025, 3:23 pm

«Tengo que reconocer que también siento un poco de envidia». Con estas palabras el rey Felipe VI se dirigió, entre risas, a los estudiantes recién graduados del Colegio de Europa de Brujas, a quienes se dirigió como invitado especial en su ceremonia del cierre de curso para reivindicar una Europa proactiva y que tome decisiones, recordando también figuras como las de Jaques Delors o Salvador de Madariaga, claves en lo que hoy se conoce como Unión Europea.

El monarca comenzó destacando la singular relevancia de Brujas como enclave simbólico, cruce de caminos y espacio de pensamiento. Recordó que esta ciudad flamenca, «situada en la intersección de las principales rutas comerciales de Europa», fue cuna de los primeros mercados bursátiles, de gremios ilustres, y de artistas flamencos excepcionales. Pero también la vinculó a España, al recordar que fue la ciudad adoptiva del humanista valenciano Juan Luis Vives, del que dijo que «probablemente vivió aquí sus años más felices!. El rey aprovechó esa referencia para subrayar la densidad de los lazos históricos y culturales que unen a los pueblos europeos mucho antes de que existieran tratados o instituciones. Y recalcó que son los valores el nexo de unión de todos los ciudadanos de Europa, y no algo a lo que haya que renunciar.

Consciente del momento incierto que vive el continente, Felipe VI no eludió los desafíos durante su discurso a los estudiantes. Habló de una Europa que hoy enfrenta la «erosión del multilateralismo, el debilitamiento de alianzas otrora inquebrantables, y una creciente tentación por el repliegue nacionalista». En ese contexto, apeló a la historia y a la etimología como herramientas para recuperar claridad de visión. Recordó que el nombre Europa proviene de los términos griegos eurys (amplio) y ops (mirada), lo que permite entenderla como «el lugar que ve con claridad… el lugar que ve lejos». Es decir, un continente que, desde sus orígenes míticos, se define por su capacidad de visión estratégica. Para el rey, ese es el mayor legado de sus padres fundadores: su lucidez para imaginar una unión antes de que existiera.

¿Qué hay detrás de este complejo proceso de construcción europea?, se preguntó el monarca. «Algunos pueden argumentar que más que un resultado tangible o realista, sigue siendo un ideal, una aspiración, un espíritu de utopía«, sostuvo. Y citó a Victor Hugo para recordar que, en realidad, el proyecto europeo nunca se terminará del todo, porque siempre habrá desafíos que encarar. «Sin embargo, podemos afirmar con pruebas contundentes y consecuencias prácticas que ya tiene una forma clara, reconocible, una que podemos definir y describir fácilmente en tantos aspectos de la vida cotidiana de los ciudadanos de la UE, una que llevamos construyendo durante siete décadas», sentenció.

De hecho, el monarca definió lo que para él es Europa: «Esa patria compartida del pueblo europeo es un espacio sin barreras y con libertades reforzadas, donde nuestros hijos y nietos pueden crecer y aprender en un entorno cada vez más sofisticado de derechos protegidos y bienestar accesible». La foto completa para el rey va más allá de lo comercial o lo político, es también una ‘casa de valores’ compartidos. «Es un marco de crecimiento económico, cohesión social y territorial, que, si se mantiene libre de radicalismos, perfecciona el concepto de ciudadanía. Es también una parte creciente de nuestro continente donde el bien común alcanza a todos los europeos y donde todas las personas, sin excepción, pueden formar parte de un espacio político compartido», añadió.

Entendió, con todo, el rey, que las prioridades de la Unión Europea han cambiado. «Las reglas del juego están amenazadas. Los beneficios del diálogo y la cooperación están en riesgo. Y lo que está en juego es, precisamente, nuestra forma de vida», alertó. Por ello, resaltó ante los estudiantes, el fortalecimiento de las capacidades de seguridad y defensa ha dejado de ser un ámbito relevante pero limitado de cooperación para convertirse «en una necesidad real y urgente, con un amplio margen de mejora y un enorme potencial». Y de nuevo, otro viaje a los orígenes de la Europa actual: «No debemos olvidar que Europa justifica su existencia respondiendo de manera eficaz a las necesidades que surgen en cada etapa. Nosotros, los pueblos de Europa, debemos trabajar juntos para atender esas necesidades, para dar este paso adelante sin socavar otras políticas esenciales». La UE para el rey tiene que tener memoria, sobre todo después de las decisiones que se han tomado hayan podido servir también como aprendizaje. «En tantas ocasiones del pasado, el proyecto europeo ha superado crisis que me atrevería a calificar de existenciales. Confío en que podamos hacerlo de nuevo, respondiendo con más Europa», expuso.

Con todo esto, tuvo Felipe VI una advertencia en clave comunitaria: «Una Europa encerrada en sí misma, temerosa o cínica, no está a la altura de su historia ni de su responsabilidad global». En los momentos más convulsos es, dijo, donde el continente tiene que marcar también su propio territrio desde la moral. «La Europa que queremos, la Europa por la que luchamos, es una Europa solidaria y libre en su pensamiento, que no rehuye los desafíos porque sabe muy bien —por experiencia— el precio de no afrontarlos», expuso, apelando a recordar el pasado, y llamó a rechazar la confusión entre liderazgo y radicalismo, y a no caer en la fantasía de soluciones simples para problemas complejos.

Felipe VI cerró su intervención con una defensa firme de los valores como núcleo del poder europeo. En contra de quienes consideran que la defensa de principios democráticos es un lujo o una debilidad frente al pragmatismo autoritario de otras potencias, afirmó con rotundidad: «Nuestros valores nos dan fuerza». Reivindicó una Europa que actúe con convicción, que no tenga miedo de mirarse en el espejo de su historia, y que siga siendo una brújula moral en un mundo cada vez más peligroso

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