Publicado: abril 17, 2025, 6:23 pm
Año 2020, cometo el mayor error de mi vida comprando Mac. Y no por haber comprado un Mac precisamente, sino por la configuración que elegí. Tal fue el error que, cinco años después, me acuerdo y hasta siento vergüenza de mí mismo por lo absurdo de la decisión. La buena noticia es que me sirvió para fijarme a fuego eso de que lo barato sale caro. Y eso que barato, lo que se dice barato, tampoco fue.
Se trataba de un iMac 2019 de 21,5 pulgadas, el último antes del gran rediseño que trajo el iMac M1. Lo configuré con 512 GB de almacenamiento, un Intel Core i7 y… ¡Solo 8 GB de RAM! ¿Acaso no sabía yo que era poco ya incluso en esa época? Pues sí, lo sabía, pero las prisas y una mala ordenación de prioridades me jugaron una mala pasada.
Era una urgencia, pero no es excusa
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El contexto previo a esta compra es que yo tenía un MacBook Pro de 2017 que se me estaba quedando algo justo y me arrojaba varios fallos. Fue un ordenador que, casi desde el principio, me dio muchísimos dolores de cabeza. En marzo de 2020 comencé a trabajar a jornada completa y, haciéndolo desde casa, me convenía cambiarme a un ordenador más potente y, de paso, grande.
El iMac pequeño era buena opción. No era portátil, pero tampoco lo necesitaba sabiendo que no saldría de casa para trabajar (menos aquel año, en plena pandemia del COVID-19). Si bien el de 27 pulgadas me gustaba, se me iba de presupuesto y tampoco encajaba tan bien en el escritorio que de aquellas utilizaba. Sabía que había rumores de un rediseño del iMac y del salto a un Apple Silicon que aún era inédito, pero no podía aguantar más mi MacBook.
Así pues, ordené mis prioridades de forma errónea. En el momento no lo creía así, claro, que uno puede ser estúpido, pero no tanto como para hacer estupideces a sabiendas.
- 512 GB de memoria: los tenía clarísimo, dado que 256 GB se me quedaría corto, pero no necesitaría más. Ya de aquellas tenía 2 TB de iCloud y también varios discos externos para emergencias. A la postre no solo supe que no me equivoqué en esto, sino que hace poco compré un Mac y también opté por 512 GB.
- Intel Core i7: no era el procesador más avanzado que admitía aquel iMac, pero sí el segundo. Antes de saber lo que nos depararían los chips M1 y sus sucesores, era de lo mejor que podía obtener. Tampoco noté falta de potencia en este aspecto.
- 8 GB de RAM: he aquí el gran error. Ya sabía yo de aquellas que era una cantidad escasa, pero dado que mis tareas a priori no eran muy exigentes, creí que no tendría problema. Aparte, mi presupuesto ya se veía excedido con el almacenamiento y el procesador, así que lo consideré «lo de menos» y de cabeza que me fui a por los 8 GB.
Yo sabía que los iMac de 27 pulgadas admitían el aumento de memoria mediante una tapa en su trasera que permitía añadirla manualmente y de forma más económica. En el iMac de 21,5 pulgadas por el que yo opté, la memoria viene soldada a la placa y retirarla es un proceso no apto para manazas como yo.
Un amigo me habló de un ya extinto servicio técnico que ofrecía soporte a los Mac y en el que consulté cuánto me podría costar en el futuro aumentar la RAM si lo necesitaba. «100 euros», fue la respuesta. Me quise asegurar de que realmente fuese factible teniendo en cuenta que venía soldada. «Sí, sí, no hay problema y ya lo hemos hecho más veces», me confirmaron. ¡Ja!
Dónde iba este inocente alma con 8 GB de RAM…
Hoy estamos aquí, mañana, no lo sabemos. Suena muy a tópico, pero es una verdad absoluta. Cierto es que mis tareas profesionales se ejecutaban bien en el iMac con 8 GB de RAM. No es que fuese sobrado, pero era solvente. Sin embargo, tardé muy poco en darme cuenta de que los 8 GB eran escasos.
Apenas unos meses después de comprar el iMac, comencé a desarrollar actividades como la edición de imágenes o audio. No muy avanzado, todo muy de andar por casa, pero pese a ello, la exigencia era alta y mi iMac empezaba a sudar con sus escasos 8 GB.
Me sentía como quien compra un coche deportivo y lo limita a circular a 20 km/h. Tenía potencia de sobra, pero no podía sacarle partido. La RAM actuaba como un cuello de botella que no te permite disfrutar de lo que ya has pagado.
Ya arrepentido de no haber invertido algo más, aunque excediese aún más mi presupuesto, contacté con aquel servicio técnico al que hacía alusión hace unas líneas. Y oye, como si les estuviese hablando en un idioma extraterrestre. Poco menos que me tomaron por loco por solicitar una ampliación de memoria RAM que ellos mismos me habían confirmado hace meses que serían capaces de hacer «sin problema».
Por supuesto que se podía, aunque no sin problema. El técnico que me atendió me explicó que el hecho de estar soldada a la placa dificultaba y encarecía el proceso. Al menos una semana sin iMac, cuando era crucial para mi trabajo, y por no menos de 300 euros (mano de obra aparte). Todo un sinsentido porque previamente me habían dicho cosas muy distintas. Así que no, no pasé por el aro y traté de subsistir.
Años después acabaría comprándome el MacBook Air M1 como equipo de movilidad y uso secundario, recurriendo a él más a menudo de lo que me gustaría. Hace ahora un año, el Mac mini M2 Pro acabó sustituyendo a ese viejo iMac que ahora únicamente uso para tener Windows (tiene su explicación). Y, esta vez sí, con una configuración de memoria integrada mucho más conveniente.
Hay que pensar siempre en el medio-largo plazo
Al hilo de lo comentaba anteriormente, y sabiendo que un Mac no es precisamente un equipo barato que vayamos a ir renovando año a año (salvo casos muy concretos), he aprendido que la clave es no pensar en tu uso actual, sino en el futuro. No es cuestión de tener una bola de cristal, sino simple y llanamente de tener algo de sentido común. Sentido que yo no tuve en su día.
Mi consejo aquí es siempre optar por un poco más de lo que crees necesitar. ¿Que haces un uso muy básico del ordenador? 16 GB puede ser adecuado, pero intenta que sean mejor 32 GB. Y así, sucesivamente.
Ya no es que tu uso del Mac pueda cambiar en el futuro por cuestiones profesionales. Es que los mismos programas que ahora usas sin problema, exigirán cada vez más recursos para los cuales habrá que estar preparado.
Pagar más al principio te hará pagar menos en el futuro
Se que las ampliaciones de memoria en Apple son caras. Unos 250 euros de media cada una. Soy consciente como el que más de que requiere de una inversión importante si encima le quieres sumar otros alicientes como un mejor procesador o mayor almacenamiento interno. Pero, de verdad, merece la pena. Y mucho.
No es barato ampliar la memoria, pero merece la pena
Si estás en una situación de prácticamente emergencia como en la que me encontré yo en 2020 y tu presupuesto es ajustado, te recomendaría estirar como sea el presupuesto. Sé que no es fácil, que 250 euros más puede ser mucho, pero aunque parezca absurdo, estarás ahorrando.
Con una configuración tan básica, pude aguantar el iMac durante cuatro años. Estoy convencido de que si lo hubiese configurado con más RAM, lo podría haber estirado al menos dos-tres años más sin problema. Y eso con chip Intel, ya que ahora con los Apple Silicon, el rendimiento es mucho mejor, por lo que cualquier equipo que compres ahora tenderá a ser más duradero. Más si le añades una memoria superior.
Cabe señalar que además ahora sí que no es posible aumentar la RAM por tu cuenta. De hecho, no es «RAM». Te habrás fijado en que hablo de memoria integrada y es que es así como está en chips como los M1, M2, M3 o M4. Esto implica que para aumentarla, deberás sí o sí cambiar el SoC entero. No es algo que se haga ni en las Apple Store ni en otros servicios técnicos, así que tendrás que comprar un ordenador.
Al final, invertir más de inicio te ahorra dinero porque si en el futuro se te queda corto, no te quedará otra que comprar un equipo nuevo. La alternativa son dolores de cabeza y pérdida de tiempo que podrías haberte ahorrado pagando más de inicio.
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La noticia
«Lo barato sale caro». La mejor lección que he aprendido comprando productos de Apple es a pagar más para comprar menos
fue publicada originalmente en
Applesfera
por
Álvaro García M.
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