Publicado: octubre 17, 2025, 7:59 am

Maurizio Landini, secretario general de la CGIL, lanzó el enésimo ataque político a la primera ministra, pero esta vez acabó provocando una fuerte polémica. En televisión, interrogado sobre el papel de Giorgia Meloni en la crisis de Gaza, afirmó que la primera ministra «se … limitó a hacer la cortesana de Trump» y «no movió un dedo». El propio presentador le advirtió en directo: «Cortesana es un término sexista, se lo van a reprochar». Landini intentó rectificar: «Quise decir que estuvo a la corte de Trump».
Meloni respondió con un mensaje en las redes sociales. Dijo que Landini está «obnubilado por un rencor creciente» y publicó la definición de diccionario de «cortesana»: «mujer de costumbres fáciles; eufemismo de prostituta». Remató con un dardo a la oposición: «Otra espléndida diapositiva de la izquierda: la que durante décadas nos dio lecciones sobre el respeto a las mujeres y, cuando critica a una mujer, por falta de argumentos, la llama prostituta». La secuencia encendió las redes y desplazó el foco del debate desde Gaza a la violencia de las palabras.
Desde la mayoría de derechas llegaron mensajes de apoyo a la primera ministra: «La libertad de expresión no es libertad de insultar», resumió el ministro de Defensa, Guido Crosetto, mientras el vicepresidente Antonio Tajani habló de «lenguaje vulgar y sexista». La polémica ocupó titulares y tertulias, en plena semana en que el Gobierno afinaba los últimos detalles de la ley de presupuestos.
El episodio también abrió una grieta incómoda en la oposición. Dirigentes del Partido Democrático (PD), como Pina Picierno, vicepresidenta del Parlamento Europeo, y el senador Filippo Sensi pidieron a Landini que se disculpara: «Pedir perdón demuestra fuerza, no debilidad», sostuvo Sensi. No es habitual que el Partido Democrático salga en defensa de la primera ministra, pero aquí hubo un diagnóstico común: el término elegido es ofensivo e inaceptable y penaliza a las propias mujeres en política.
Landini, por su parte, insistió en que no hubo «ningún insulto sexista ni rencor», que su intención era formular un «juicio político» sobre la supuesta subordinación de Meloni a Trump en Oriente Medio. La aclaración, sin embargo, no apagó el incendio: la palabra –con su carga histórica y su deslizamiento semántico hacia «prostituta»– pesa más que la explicación. Y más aún cuando se pronuncia contra la única mujer sentada en la cumbre de Sharm el Sheij.
El choque llega, además, en un contexto hostil: la relación entre Meloni y la CGIL lleva meses deteriorándose y cada incidente refuerza un guion que a la derecha le funciona: el de una izquierda moralista atrapada en sus contradicciones cuando la diana es una mujer conservadora. No es casual que algunos comentaristas calificaran la frase de «caída de estilo». El diario ‘Il Messaggero’ hace esta reflexión: Los partidos de la oposición suelen reprochar a Meloni que se victimiza; pero a veces, como en esta ocasión con un insulto ofensivo, son ellos quienes le dan razones sobradas para hacerlo.