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Trump y Ucrania, de conseguir la paz «en 24 horas» a amagar con tirar la toalla

Publicado: mayo 25, 2025, 3:57 am

Donald Trump siempre alardea de que no hay negociación que se le resista y la guerra en Ucrania, pese a todas sus complejidades, no debería ser una excepción. El año pasado, durante la campaña electoral que le llevó de vuelta a la Casa Blanca, aseguró que acabaría con la invasión de Rusia «en 24 horas». No fue una de sus habituales exageraciones espontáneas. Fue algo que repitió en los mítines, sabedor del creciente hastío entre buena parte de EE.UU. con una guerra a la que los contribuyentes han dedicado decenas de miles de millones de dólares para ayudar a un país que la gran mayoría no sabe colocar en el mapa.

La realidad, como es evidente, no cambia por promesas fantasiosas y, tras más de cuatro meses en la Casa Blanca, la guerra de Ucrania no se ha ido a ningún sitio. Lo que sí parece desaparecer, sin embargo, son las ganas de Trump de conseguir su ansiado acuerdo de paz. Grandes noticias para el presidente de Rusia, Vladímir Putin.

En las últimas semanas, ante las evidencias de la elusividad incluso de un acuerdo para un alto el fuego temporal, Trump ha amagado con echarse a un lado en su intento de acabar con la guerra. Pero la señal más evidente de esa intención ha llegado esta semana, después de la llamada telefónica entre el presidente de EE.UU. y Putin el pasado lunes.

Trump la anticipó como lo que podía ser un punto de inflexión en las negociaciones, poco después de las primeras conversaciones directas entre Rusia y Ucrania, celebradas en Estambul el pasado fin de semana.

De hecho, el multimillonario neoyorquino se apresuró a celebrar la llamada como un comienzo «inmediato» de las negociaciones. «¡Que empiece el proceso!», dijo en un tono victorioso, aunque el proceso lleva meses en marcha, sin ningún avance concreto. La reacción de Rusia sobre la llamada fue un jarro de agua fría a ese triunfalismo, insistiendo en que hay que resolver «las causas de raíz de esta crisis», en referencia a la invasión del país vecino decretada por su presidente.

Cuando ya era evidente que, una vez más, los progresos eran inexistentes, Trump dio muestras de querer tirar la toalla: «Si no ocurre nada, simplemente me marcharé y ellos tendrán que seguir por su cuenta», dijo sobre los países implicados.

Un vertedero de problemas

Para Trump, la guerra en Ucrania es un engorro, un vertedero de problemas y de dinero. Él busca un escenario de acomodo con Putin, similar al que está desarrollando con los países de Oriente Próximo: fortalecer relaciones económicas y no meterse en otros asuntos. «Esta no es mi guerra. Esta es la guerra de Biden. Conmigo en la Casa Blanca esto no hubiera pasado», ha repetido hasta la saciedad.

Pero la guerra sigue ahí y él apunta a considerar solo dos escenarios: o una resolución de la guerra con un acuerdo en el que él esté por medio y que le ponga un poco más cerca de su ansiado Nobel de la Paz, o desmarcarse del asunto.

A día de hoy, y tras los acontecimientos de las últimas semanas, el segundo escenario está más cerca que el primero. Porque Putin ha dejado claro que no busca la paz y que la participación en procesos de negociación es solo una forma de alargar la situación actual y seguir golpeando a Ucrania en el frente, como no ha dejado de hacer. Y Trump, que ha sido mucho más duro todos estos meses con la víctima –Ucrania y su presidente, Volodímir Zelenski– que con el agresor –Rusia y Putin– de momento parece dispuesto a permitírselo.


Trump, con el líder ucraniano, Volodímir Zelenski, durante la reunión que mantuvieron en El Vaticano


Afp

En una llamada con sus aliados europeos –Keir Starmer, Emmanuel Macron, Giorgia Meloni y Friedrich Merz– tras la conversación con Putin, Trump les confesó que Putin no quiere buscar la paz. Pero, al mismo tiempo, no se comprometió con la posibilidad de reforzar presiones a Putin con sanciones para forzarle a negociar un alto el fuego.

Esa ha sido la tónica en las idas y venidas de Trump alrededor de la guerra de Ucrania desde que regresó al poder. Solo dos días después de jurar su cargo, el 22 de enero, aseguró que atizaría a Rusia con aranceles y sanciones si no daba pasos para acabar con el baño de sangre en Ucrania.

El 26 de abril, después de un encuentro breve con Zelenski en el Vaticano, volvió a amagar con sanciones a Putin porque «quizá no quiere acabar con la guerra». Algo similar hizo hace dos semanas, cuando sus aliados europeos viajaron a Kiev para establecer un plazo límite para que Putin aceptara la tregua.

Quiebra en la OTAN

Esas amenazas se han demostrado vacías y han acabado por provocar una ruptura en el seno de la OTAN: los europeos van adelante con nuevas sanciones, EE.UU. se queda al margen. De nuevo, grandes noticias para Putin. La ruptura también podría ser con sus propios aliados republicanos: uno de los senadores de su partido clave en política exterior, Lindsay Graham, apoya la imposición de sanciones desde el Congreso si Putin no se compromete a conversaciones de paz verdaderas.

Trump ha vuelto a vuelto a mostrar optimismo en medio del actual intercambio de prisioneros entre Ucrania y Rusia. «¿Podría dar lugar a algo grande?», ha escrito en su red social. La realidad es que, de momento, los grandes progresos que prometió están lejos de materializarse.

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