Publicado: mayo 16, 2025, 2:15 pm
La Casa Blanca pone como tarea a Damasco hacer las paces con Israel si quiere relaciones con EE.UU.

Hasta diciembre pasado, la Administración norteamericana ofrecía una recompensa de 10 millones de dólares por el dirigente yihadista sirio Ahmed al Sharaa. Hoy, el presidente Trump no solo ha levantado las sanciones contra él y contra Siria sino que se reunió en persona … con Al Sharaa durante su viaje a Riad. El flamante presidente sirio viajó a la capital saudí con el aval de dos padrinos notables, los líderes saudí y turco, que han dado fe de que Al Sharaa se comportará en adelante como un buen islamista (un islamista moderado), e incluso no descarta traer algún día la democracia a Siria.
Trump hizo en presencia de Al Sharaa la promesa de levantar las sanciones internacionales que pesan sobre Siria -y que deben abrir el camino a los préstamos para la reconstrucción después de 13 años de guerra civil-, y presentó la medida como una «oportunidad para que Siria haga algo grande». Después de décadas de dictaduras, cada cual más cruel, y ahora el peligro de convertirse en un nuevo Afganistán, la oferta de Trump a Damasco es generosa. Y lleva implícita la advertencia de que Occidente estará pendiente de cómo aprovecha Siria esa oportunidad.
De entrada el presidente Trump ha pedido a Al Sharaa dos medidas nada sencillas para mostrar sus buenas intenciones. La primera que expulse a los yihadistas extranjeros que pelearon a su lado contra Bachar al Assad, y que todavía siguen en Siria (algunos ocupando cargos en el nuevo ejército). La segunda que se implique en los llamados Acuerdos de Abraham, que sirvieron para que algunos estados del Golfo hicieran la paz con Israel.
Esta petición de Trump a Al Sharaa es todavía más difícil que la anterior, porque implica una disposición similar por parte del Estado hebrero, que hoy no existe. El Gobierno de Netanyahu desconfía del todo de Al Sharaa. Aunque el nuevo lider suní de Damasco ha expulsado a los iraníes y a los chiíes libaneses de Hizbolá, Tel Aviv aún teme que el nuevo régimen islamista sirio siga siendo antisionista, y dé alas a los grupos que le combaten.
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