Publicado: agosto 25, 2025, 5:03 pm

Donald Trump aprovechó este lunes la visita del presidente surcoreano a la Casa Blanca para marcar un nuevo rumbo: un acercamiento simultáneo a China y a Corea del Norte, con la ayuda de Seúl, de todos los lugares posibles.
Subrayó así un … giro respecto a la línea seguida incluso por su propia administración en el pasado. Anunció que «probablemente este año» viajará a Pekín, lo que sería la primera visita de un presidente estadounidense en ocho años, y dejó caer que puede estar en ciernes un nuevo encuentro con Kim Jong-un, tras la impresión que le dejó la histórica cita de 2019 en la frontera desmilitarizada.
En la Casa Blanca, Trump elogió abiertamente al nuevo presidente surcoreano Lee Jae-myung, al que presentó como un líder con una estrategia novedosa y más acertada hacia Corea del Norte que la de sus predecesores, más antagonistas de Pekín.
«He tratado con muchos líderes de Corea del Sur, pero creo que su estrategia es mucho mejor», afirmó, antes de sugerir que el dictador Kim Jong-un quiere volver a reunirse con él. Lee, por su parte, expresó su deseo de abrir «una nueva era de diplomacia» en la península, a lo que Trump respondió de inmediato: «Lo haré, tendremos conversaciones, y mejoraremos las relaciones».
En las horas previas a la visita, la tensión fue en aumento, con el recuerdo aún fresco de lo ocurrido en citas anteriores con el ucraniano Volodímir Zelenski o el sudafricano Cyril Ramaphosa, donde los reproches de Trump ensombrecieron el ambiente y complicaron la agenda. En Seúl —y en Washington— se temía que se repitiera el mismo guion: un encuentro marcado más por la polémica que por los avances diplomáticos.
Antes de recibir a Lee en la Casa Blanca, Trump agitó el avispero con un mensaje en redes sociales: «¿Qué está pasando en Corea del Sur? Parece una purga o una revolución. No podemos tener eso y hacer negocios allí». Poco después, ya en el Despacho Oval, insistió en que había escuchado informes de «redadas muy violentas contra iglesias» y hasta dentro de una base militar estadounidense, y advirtió que Washington «no lo tolerará».
En la Casa Blanca, cara a cara, apareció otro Trump: conciliador, sonriente, que no parecía tenerle en cuenta a Lee su perfil más pragmático y su disposición a mantener mejores lazos con China que los conservadores surcoreanos. Matizó que lo de las redadas en iglesias podía no ser más que un rumor. Para entonces ya había logrado lo que buscaba: que la atención de medio mundo estuviera puesta en él, pendiente de si la cumbre derivaba en otro choque frontal.
Lee no escatimó en halagos hacia su anfitrión: elogió la decoración dorada del Despacho Oval, que calificó de «brillante y hermosa», dijo que reflejaba «la dignidad de América» y añadió que «Estados Unidos vuelve a ser grande». También aseguró que Trump era «el único capaz de lograr avances en la paz mundial» y le pidió que abriera «una nueva era de diplomacia en la península coreana».
Lee asumió el cargo hace apenas tres meses tras la crisis política que tumbó a su predecesor, al que se investiga por un conato de golpe de Estado y corrupción. Trump hizo bromas sobre las pesquisas, y lo comparó con el caso en su contra por el saqueo del Capitolio en 2021.
Trump además se dijo dispuesto a tener buenas relaciones tanto con China como con Corea del Norte, evocó sus recuerdos de 2019, cuando se convirtió en el primer presidente de EE.UU. en cruzar a pie la línea de demarcación militar y pisar suelo norcoreano: «¿Recuerdan cuando crucé la frontera y todos enloquecieron? Sobre todo el Servicio Secreto». En su más puro estilo recordó cuántos rifles le apuntaban, pero dijo que se sintió muy seguro.
Sugirió entonces que podría celebrarse un nuevo encuentro este mismo año y añadió que el presidente chino Xi Jinping lo había invitado a visitar Pekín, algo desconocido hasta ahora. Calificó los lazos bilaterales como «una relación muy importante» y aseguró: «Vamos a llevarnos bien con China». También recordó que ha impuesto un arancel general del 54% a las importaciones chinas, aunque un 24% permanece en suspenso a la espera de cerrar los términos finales.
En el plano práctico, Trump deslizó una idea que genera inquietud en Seúl: renegociar la cesión de terrenos donde se asienta la mayor base militar conjunta, Osan, en la costa oeste. «Me gustaría que nos dieran la propiedad de esa tierra», dijo. Y se mostró dispuesto a revisar el reparto de costes de las 28.500 tropas estadounidenses desplegadas en Corea del Sur.
En la rueda de prensa en el Despacho Oval, que se extendió más de lo previsto, más de una hora, Trump aseguró también que está intentando organizar el famoso encuentro directo entre Vladímir Putin y Volodímir Zelenski, que luego podría derivar en conversaciones tripartitas con su mediación y habló también de la «nueva forma de guerra» que representan los drones, que Ucrania emplea ahora.
La rueda de prensa acabó convertida en un escaparate de la agenda personal de Trump: habló de Gaza, Ucrania y hasta de rebautizar el Pentágono como «Departamento de Guerra», mientras dejaba abierta la puerta a enviar tropas a Chicago o reducir el contingente en Corea.
Lee, en cambio, buscó matizar las acusaciones sobre supuestas redadas en su país y puso el acento en la cooperación con Japón como garantía de una alianza sólida con Washington.