Publicado: septiembre 7, 2025, 5:10 pm

Donald Trump, preguntado por ABC sobre si atacará a los cárteles dentro de Venezuela, respondió con un escueto «Ya verás» («You’ll see about that»). Fue una clara muestra de su empeño en mantener esa opción abierta, en un momento en que en Washington … se discuten planes de ataque selectivo en territorio venezolano como parte de la guerra al narco, y de ejercer presión directa sobre Nicolás Maduro.
La frase, breve y deliberadamente ambigua, llamó la atención precisamente por lo que no dijo. Trump no negó de entrada una operación de ese calibre, como cabría esperar en boca de un presidente estadounidense cuestionado sobre la posibilidad de golpear a otro país soberano. Optó por lo contrario: dejar en el aire la amenaza, como una posibilidad real.
Esa elección no es anecdótica. Marca la primera vez que un presidente de Estados Unidos insinúa públicamente que el combate contra los cárteles venezolanos podría extenderse al propio suelo de Venezuela. Hasta ahora, la estrategia de la Casa Blanca se había concentrado en operaciones marítimas en aguas internacionales.
El martes, un ataque contra una embarcación sospechosa de narcotráfico dejó once muertos en el Caribe. Fue un salto cualitativo, pero aún dentro de los límites tradicionales de la interdicción naval. La respuesta de Trump, al ser preguntado por si puede ir más allá, coloca la acción en un plano distinto: el de los ataques preventivos en tierra firme, apoyados en inteligencia obtenida por Estados Unidos.
El contexto ayuda a comprender la carga de ese «ya verás». Fuentes diplomáticas consultadas por ABC confirmaban la semana pasada que el debate en la Casa Blanca no se limita ya a interceptar cargamentos, sino que incluye la posibilidad de golpear centros logísticos de narcotráfico dentro de Venezuela. El cálculo, según esas fuentes, es doble: de seguridad contra el narco y estratégico por lo que supone de presión sobre Maduro.
En paralelo, los despliegues militares hablan por sí mismos. Buques de la Armada con misiles Tomahawk, submarinos de ataque y unidades de marines se han posicionado en Puerto Rico y en puntos estratégicos del Caribe. La capacidad para una incursión selectiva está ya disponible. La Casa Blanca guarda silencio, pero tampoco ofrece la negación que en otros tiempos habría sido inmediata. Lo que queda flotando es la ambigüedad calculada: no confirmar nada, no descartar nada.
Líneas rojas redefinidas
El precedente de Irán planea sobre esta estrategia. En enero de 2020, Trump ordenó el ataque contra el general Qasem Soleimani en Bagdad, eliminando a uno de los hombres más poderosos de Teherán. Aquella operación redefinió las líneas rojas de la política exterior estadounidense: ya no había refugio seguro para los enemigos de Washington, aunque se encontraran en suelo extranjero. En junio de 2025, Trump atacó directamente las instalaciones nucleares de Irán. Las advertencias e insinuaciones actuales hacia Venezuela evocan ese mismo patrón.
El secretario de Estado, Marco Rubio, lo expresó sin rodeos en un reciente viaje a Ecuador: «Esta es una operación de alcance global. Vamos a enfrentarnos a los cárteles dondequiera que estén». Sus palabras complementan la frase de Trump, dotándola de contexto político. La idea de que Estados Unidos pueda actuar directamente dentro de Venezuela ya no es un rumor, sino un tema de discusión abierta en los círculos de poder de Washington. Rubio aclaró además que no le importan las críticas de la comunidad internacional o de la ONU.
Maduro respondería con «lucha armada»
Maduro, por su parte, ha reaccionado con el mismo guion de siempre: advertir de que cualquier agresión desencadenaría una «lucha armada de todo el pueblo contra la agresión». Esa retórica busca movilizar a sus bases, presentar al régimen como víctima y utilizar la amenaza externa para reforzar el control interno. En Caracas, se interpreta que Trump juega con la ambigüedad para mantener en tensión tanto al chavismo como a la oposición, sabiendo que cualquier palabra sobre una posible intervención divide a la sociedad venezolana.
La oposición, encabezada por María Corina Machado, cuenta con el apoyo explícito de la Casa Blanca, que denuncia el fraude electoral de la dictadura el año pasado. Sus contactos con el equipo de Trump son fluidos, pero evita un pronunciamiento abierto sobre una posible acción militar que podría dividir aún más al país.
En la Casa Blanca, la insinuación de Trump sirve como herramienta de presión. Los asesores consultados por ABC se niegan a matizar o ampliar las palabras del presidente. Y eso coloca a Maduro bajo la sombra constante de una posible acción armada contra el narco, mientras la diplomacia norteamericana insiste en que Trump combate el narcotráfico de manera más decidida que sus predecesores.
50 millones de dólares de recompensa
Un gran jurado de Nueva York ha imputado a Maduro por narcotráfico y Estados Unidos ofrece 50 millones de dólares por su captura. Rubio lo califica de ilegítimo y de capo de un cártel.
En Washington, diplomáticos europeos y latinoamericanos observan cada declaración de Trump con inquietud. Cualquier intervención dentro de Venezuela podría fracturar consensos regionales, abrir un nuevo frente de tensiones transatlánticas y reavivar el debate sobre la legalidad internacional de las operaciones militares preventivas. La memoria de Irak sigue presente en las cancillerías europeas, que temen que un paso en falso de Trump reactive viejas heridas. Pero la Casa Blanca es muy clara: no se habla de cambio de régimen, sino de atacar el flujo de cocaína que inunda Estados Unidos y Europa, incluida España.
La frase «You’ll see about that» es un instrumento de política exterior del comandante en jefe, en este contexto. Al no negar, Trump deja en el aire la posibilidad de un golpe decisivo. Al no confirmar, mantiene la ventaja de la sorpresa. En esa ambigüedad radica su utilidad: sirve como aviso a Maduro, como mensaje a los votantes y como advertencia a los aliados.
La pregunta no es tanto qué quiso decir Trump, sino qué hará a continuación. El músculo militar de Estados Unidos ya está desplegado. La justificación política se construye sobre la estrategia del «narcoterrorismo» vinculado a Maduro. La ventana de oportunidad se abre en plena campaña electoral, cuando cada gesto cuenta. En ese tablero, un «ya verás» basta para mantener en vilo a Caracas, a la región y a la comunidad internacional.